La ira encabezaba el momento, reinaba sobre sus palabras, sobre sus gestos, sobre sus pensamientos y sobre aquellos que le escuchaban atentamente.
Se sentía incapaz de estar en pie, al hacerlo, sentía que cadenas cubiertas por púas abrazaban sus piernas y las hacía doblegarse ante el dolor, ante el dolor de haber perdido a su hijo, a su único hijo.
—¡Quiero a esa muchacha muerta!, ¡quiero a esa desgraciada mujer muerta ya mismo!— Gritó, desde una silla en su despacho.
—Nos estaríamos metiendo con una de las dos familias más poderosas de Turquía, señor.— Señaló el hombre que le atendía.
—¿¡Y a mí eso que me importa!? La quiero muerta. Ella ha sido la causante de la muerte de mi hijo, ella tomó el timón del auto y los llevó a ese precipicio.—
—¿¡Cómo sabe eso, señor!?— Indagó, claramente preocupado.
—¡Uno de mis hombres me lo dijo, cuando la ambulancia se lo llevaba! ¡Esa mujer desvió el auto y mató a mi hijo Mehemet!—
—¿Está seguro de lo que quiere hacer, señor Mustafá?— Le Inquirió el hombre.
—¡Claro que estoy seguro, Çinar, quiero a esa jovencita muerta ya mismo! Sin importar las consecuencias.— Demandó, cubierto por una densa estela de impotencia.
—Ya escucharon al señor Mustafá, armen todo para acabar con la jovencita.— Dijo el hombre al séquito de mercenarios que tenía enfrente.
—Cuando la capturen, la traen a mí. No ladtimen al muchacho que va con ella.—
—Como usted ordene, señor Mustafá.— Se inclinó y luego se retiró del despacho.
El hombre estaba en lo cierto, Laia había ocasionado el accidente, al verse envuelta en una terrible desesperación por imaginar su futuro con ese hombre que apenas había visto. No estaba dispuesta a seguir sufriendo, mucho menos lejos de Sasha y aquella era la única opción que tenía para librarse de las garras de ese hombre.
…
El movimiento periodístico ya había cesado un poco, al parecer los medios se habían conformado con la fugaz discusión entre las dos mujeres más importantes de Turquía. Aquellas imágenes eran más que suficientes para llenar los titulares amarillistas.
Mientras tanto, dentro del hospital, Sasha y los demás, intentaban digerir la inesperada noticia que el médico cirujano les había entregado.
— Mi Laia está embarazada, la luz de mis ojos está embarazada.— Siseo, preso del desconcierto.
—Así es señor, la paciente está embarazada, como ya le he dicho, lleva tres semanas.—
La señora Gözde, tambaleó brevemente y enseguida recostó su espalda a la pared, con ínfimas fuerzas. No podía ser eso cierto, Laia no podía estar embarazada y mucho menos de un Meier. A la par, Azra se apoyaba de las paredes del pasillo, aturdida por la noticia que, obviamente, golpeaba su orgullo y tocaba en ella un recuerdo muy amargo de aquel día nefasto, en el que su familia y los Yilmaz, protagonizaron el gran enfrentamiento. Recordaba aquello y recordaba algo más, lo recordaba a él, a ese maldito hombre.
—Pero, doctor, ¿Laia y el bebé están a salvo?— Inquirió Osmán
—Solo hubo una pequeña complicación que retrasó el proceso de esta. No hay de que preocuparse por ahora. La paciente ha asimilado muy bien la intervención y la sangre. ¿Acaso el donante es familiar sanguíneo de la joven?— Cuestionó, refiriéndose a Sasha que se encontraba evidentemente en un estado de desconcierto.
—No, doctor, ¿por qué lo dice? Sasha es su esposo.— Respondió, mostrando una expresión de extrañes.
—Solo curiosidad, el tipo de sangre de la paciente es muy escaso, solo suele presentarse, en la mayoría de casos— hizo un par de comillas con sus dedos— en ciertos miembros de la familia.—
—No, doctor, Sasha no comparte ningún tipo de lazo sanguíneo con la familia de Laia.—
—Entiendo— Arrugó los labios y quedó pensativo por un breve tiempo— Ahora debo de regresar al quirófano y preparar a la paciente para que puedan ir a verla, yo mismo seré quien les notifique, mientras tanto, pueden estar tranquilos, la paciente y la criatura están fuera de riego por el momento.— Ostentó, entre un suspiro y luego regresó al quirófano.
Los pasos apresurados de lo que parecía ser un séquito de personas, tomó el ambiente, volteando todos a mirar hacia el final del pasillo, en el cual, sorpresivamente entraron el resto de Yilmaz, guiados por Kemal. Azra lo miró enseguida y este, le sonrió cínicamente, al verla en aquel estado.
—¡¿Qué hacen aquí?!— Espetó, Osmán.
—Eso no te interesa, perro faldero de Sasha, así que quítate que hemos venido a llevarnos a nuestra madre.—
— Adelante, llévense a su madre y de paso le dicen que no vuelva a aparecerse por aquí.— Demandó
Un empujón por parte de kemal, sacó de golpe a Sasha de su mediano trance.
—¡No vuelvas a tocar a alguien de mi familia, Kemal!— Advirtió, frente al Yilmaz.
—¿Qué vas a hacer, Sasha? ¿Vas a matarme?—
—Eso puede esperar, como esperamos años para explotar su fábrica principal.—
La rabia se reflejó en las pupilas de Kemal, ante tales palabras, provocando que este empujara a Sasha, mismo que devolvió el contacto al doble, más un golpe a la cara, que lo hizo retroceder, pero de inmediato amagó para regresarlo.
—¡No te atreves a tocar a mi hijo!— Intervino, Azra, frenando a duras penas su mano, a la par que Osmán contenía a Sasha.
Este la miró al instante y dejó brevemente sus pupilas posadas en los ojos de esta, como si le estuviese diciendo algo a través de la mirada y como si Azra fuese una enclenque muñeca de trapo, la empujó a la pared.
Sasha vio esto y se precipitó de manera iracunda a Kemal, golpeándolo con ira en el rostro.
Azru, la sobrina de Gözde, intentó golpear a Sasha, pero Osgur la detuvo, cargándola en peso y llevándola a una esquina.
El rubio, mantenía sometido a Kemal por el cuello, mientras los hombres de cada bando intentaban separarlo.
—¡Te voy a matar, infeliz!— Le decía, bañado en furia.
—¡No tienes los pantalones para hacerlo, Sasha Meier!— Replicó, ahogado.