Las semanas habían pasado en plena bonanza. Las tormentosas aguas habían cesado, desde que Laia, salió del hospital, sana y salva y con una criatura en su vientre que ya, tenía mes y medio.
Sasha, había hecho las pases con su madre, con una única condición la cual era, permitirle acabar con la venganza e irse de Turquía por el bien de Laia y del hijo que esperaba con ansias.
Se había convertido en una persona totalmente diferente a lo que era el Sasha tenaz. Al parecer, la noticia de que sería papá, encendió en él un interruptor, el cual puso a trabajar su lado paternal.
No se alejaba en ningún momento de Laia, misma, que le pedía cada que podía dejase un poco las locas ansias de ser tal cual chicle, negándose cada que podía.
Ella, le había contado lo sucedido en el auto volcado. Desde que salieron de la residencia Meier, hasta la carretera principal a orillas de un acantilado. Claramente, esta temió lo peor de parte de Sasha hacia el hombre que la tomó, pero no hubo alguna reacción negativa de su parte, solo una expresión de agrura en rostro que reveló el gran esfuerzo que ejercía, para no tomar cartas en el asunto.
—Las maletas ya están en el auto, señor Sasha.— Avisó la señora Elif, desde el umbral del comedor de la mansión.
—Está bien, Elif, ¿Elvan ya está lista para acompañarnos al aeropuerto?—
—No lo sé, señor, pero quien sí está listo es el señorito Selim.—
—¿Sabes si tomó el medicamento que le envió el psiquiatra?—
—Sí lo ha tomado, señor. Es lo primero que hago al levantarme.—
El tema de la venganza y de los problemas que caían como lluvia, había actuado como una gran distracción, por lo tanto, Azra, había descuidado en gran manera a su hijo más pequeño, no fue hasta que las aguas se calmaron, que el adolescente amargado, recibió algo de atención por parte de su madre, descubriendo así que padecía de un grave problema de nervios y cólera.
—Puedes retirarte, Elif, muchas gracias. Dile a los guardias que en cuanto terminemos de desayunar, bajaremos a la terraza para partir hacia el aeropuerto.—
—Como ordene señor.—
En el comedor, solo se hallaban Laia y Sasha, Azra, les había pedido, o más bien, les había ordenado al resto de su familia, que se mudasen a la mansión que antes le pertenecía a los Yilmaz. Obviamente, esto subió el nivel de cólera de todos y aún más de Emir, que permanecía intransigente y reacio ante aquella decisión por parte de su madre.
Azra no lo hacía por simple gusto, sino que sabía que cualquiera de su familia, era capaz de arruinar los planes de Sasha, por esta razón los mantenía a todos en una sola residencia, vigilados las veinticuatro horas por un guardaespaldas asignados para cada miembro de su familia.
—Osman ya está en busca de Osgur. Él se irá adelante, mi hermano Selim y mi prima Elvan, se irán juntos en un auto.—
Laia le tomó la mano a Sasha.
—¿¡Qué pasa, mi amor!?—
—Estoy muy preocupada por mi hermano Osgur, no sé qué pueda ocurrirle cuando yo me vaya junto a ti.— Musitó, al unísono que una minúscula lágrima caía por su mejilla.
—Él estará bien, Osgur sabe cuidarse muy bien, aparte, trabajará para una de nuestras compañías, junto a Osmán, ya que como sabes, renunciará a su parte de la herencia.—
—¿Crees qué mi madre pueda dañarlo?— Demandó, preocupada.
Sasha tomó aire
—La verdad, no creo que lo intente, Laia, se hundiría más junto a sus empresas.—
—A ella no le importa esas cosas, Sasha.—
—Está bien, le diré a Osmán que le asigne guardias y una casa, lejos de Ankara y de Estambul.— Respondió, rendido ante la tristeza y preocupación que reflejaba el rostro de Laia.
—Gracias, Sasha.— Le dijo, dándole un tierno beso en la mejilla.
—No tienes que agradecer, luz de mis ojos. Prometí cuidarte y hacerte sentir bien, porque te quiero y porque te hice pasar muchas desgracias. Yo sería quien tendría que agradecerte a ti, por sacarme del abismo en el que me encontraba.—
—No recordemos eso, por favor. Mejor hablemos de nuestro futuro hijo.— Señaló, esbozando una gran sonrisa, mientras acariciaba con amor y cariño su vientre.
—Pienso que puede llamarse, Sasha Osgur.— Dijo, el rubio, en tono jovial.
—¡¿En serio?!— Exclamó, Laia, poniéndose de pie.
—Sí, mi amor.—
Se acercó a Sasha y lo abrazó con ímpetu.
—Oh, tu hermano Selim, Sasha.— Ostentó, Laia, al ver al menor de los Meier, entrar al comedor.
Sasha se reincorporó y tomó la mano de Laia.
—¿Ya estás listo, para despedirnos, Selim?— Dijo Laia.
—Estoy listo para despedir a mi hermano, no a ti, indeseada.—
—¡No le hables así a Laia, Selim! ¡Ella no es culpable de tu enojo!—
—Claro que sí es culpable de mi enojo, Sasha, porque por ella, es que estás haciendo todo esto.—Expresó, la chillona voz.
—Si lo hago no es tu problema, Selim. Ahora Laia es mi esposa y espera un hijo de mi sangre, así que más te vale que te comportes desde ahora, si no quieres que te impida ir al aeropuerto.—
—Emir tenía razón, esta mujer solo ha traído desgracias a nuestra familia.—
—Emir es un idiota que solo busca atención. Será mejor que te vayas, Selim y esperes en el auto.—
—Está bien, hermano, bajaré, pero no creas que mi odio hacia esta mujer, acabará.— Sentenció
—Como quieras.—
El chico salió, echando humo por las orejas.
—No tenías por qué decirle todo eso.—
—Dije lo que tenía que decirle. Ese muchachito es muy irrespetuoso, ahora vayamos abajo, mi madre quiso que viajáramos en nuestro avión privado, pero no quise aceptar, así que nos iremos en un vuelo comercial.—
—No hay problema, Sasha. Lo último que deseo es estar en un ambiente que me recuerde a cuando vivía con mis padres.— Le dijo, mientras recordaba todo lo que había pasado en la mansión.
Sasha acarició el vientre de Laia y juntos, tomados de la mano, se encaminaron hacia la camioneta que les esperaba en la terraza principal. No había de que preocuparse en el camino, los peligros de represalias hacia Sasha, al parecer se habían esfumado y ahora, tan solo Osgur, Azra, Selim, Elvan y Osmán, sabían sobre los planes de Sasha y Laia. Solo era cuestión de abordar el avión para culminar así una etapa llena de dolor y sufrimiento.