Residencia Yilmaz
Cansu, caminaba con misterio y recelo, por en medio del vestíbulo de la nueva mansión, mismo, que se hallaba vacío. Llevaba con ella, una modesta cartera de mano que presionaba a su bajo vientre, a la par, que observaba con atención y evidentes nervios, su alrededor.
Eran las nueve de la mañana. Una hora perfecta para pasar desapercibida en la mansión, ya que todos a esas alturas de la mañana, se hallaban fuera y muy pocas veces, se encontraban en sus respectivas habitaciones.
Parecía guardar su propia vida en esa pequeña cartera desgastada y no era en vano, su receloso actuar, allí, se encontraba la grabación que había tomado desde su celular, el día que Gözde, junto a Kemal, hablaron sobre el niño que Laia esperaba, mismo que por palabras de Gözde, asesinarían.
Sabía que iba un poco tarde, pero le había sido imposible abandonar la mansión, gracias a que era la única sirvienta en la opulenta residencia de más de veinte habitaciones, por lo tanto, todos los quehaceres, desde lavar la ropa, hasta hacer la cena, eran sus responsabilidades. Ahora, se arrepentía de no haberse escapado. En ese momento, algo podía estar ocurriéndole a Laia y ella, aún se encontraba en la mansión.
Tenía planeado, enseñarle las pruebas a Osgur, antes, hubiese hablado con él mediante una llamada telefónica, pero, su teléfono se reflejaba apagado en cada intento desesperado, por contactarlo.
—¡Eres una estúpida, Cansu!— Se decía a voz baja, a la par que golpeaba su frente a mano abierta.
Llegó a la puerta principal, tomó la perilla que parecía bañada en oro del más fino y la giró con ímpetu.
—¿A dónde crees que vas, Cansu?— Escuchó a sus espaldas, la odiosa y melindrosa voz de Azru.
Se giró en un santiamén y la vio, parada del otro lado del vestíbulo. Tomó el aire que había sido expulsado al oír su voz y contestó cancaneante:
—Voy afuera… Voy a avisarle a los chóferes que ya está lista su merienda.—
—Tengo entendido que la merienda de los choferes es a las diez en punto, no a las nueve y cinco.— Avaló, en tono confidencial.
— Es que— Rascó su cabeza, buscando alguna respuesta lo suficientemente creíble— Hay algunos que no desayunaron.
—¿Y sí ibas a avisarles, por qué llevas contigo esa cartera?— Inquirió, mientras se acercaba con dramatismo a la mujer.
—Aquí guardo mis pastillas.— Respondió, en un terremoto de palabras.
—¡¿Cuáles pastillas?!— Bombardeó con seguridad y astucia.
Cansu temblaba, mientras buscaba en su vieja cartera, las supuestas pastillas. Súbitamente, la mano de Azru la tomó del brazo.
—¿¡Me ves cara de estúpida, sirvienta de pacotilla!?— Interpeló, de forma mordaz.
Cansu no respondía, presa del miedo
—¡Sé lo que ibas a hacer!— Dijo, en tono defensivo.
—¿¡De qué habla!?— A diferencia de otras ocasiones, Cansu, no podía engullir palabra alguna hacia <<la arpía>>
—¡Te dejé pasar que no le sacaras información a mi hermano Osgur, sobre el paradero de la estúpida de mi prima, cuando Sasha se la llevó, pero esta vez, será diferente, gorda asquerosa!—
Sometía con imponencia a Cansu.
—Sé que escuchaste todo lo que mi tía y mi primo hablaron sobre el bebé de Laia.—
Manifestó, en tono servil.
Los ojos de Cansu, reflejaban terror.
—Y también sé, que ibas a avisarle a Osgur sobre lo que planearon mi tía Gözde y Kemal.— Confesó y al unísono de hacerlo, esta, tomó el bolso de Cansu y sacó el celular.
Buscaba con desesperación en el menú de aplicaciones la galería de fotos y videos, cuando finalmente, la encontró y entró, topándose enseguida con el vídeo grabado por Cansu que revelaba toda la conversación.
La tomó del cuello y la dio una bofetada.
—¡No vas a impedir nuestros planes, Cansu! ¡Una sirvienta no puedo hacer tal cosa! ¿¡Acaso no te parecía extraño, que en estas últimas semanas, las tareas domésticas han sido tres veces más que lo normal!?—
Cansu no emitía palabra alguna. Estaba petrificada, ante esos ojos, que reflejaban maldad pura.
—Lo supe desde un principio, por esa razón, no te dabas abasto en la lavandería. Ahora mi tía lo sabrá todo y la mosquita muerta de mi prima, perderá al bebé y tú, no podrás hacer nada para evitarlo.
La soltó del cuello y esta, cayó al piso de granito, atemorizada por aquel enfrentamiento.
—Será mejor que huyas, Cansu, porque mi tía te hará añicos.— Vociferó, entre una risa de ironía, mientras se alejaba del gran vestíbulo, en dirección a las habitaciones.
Residencia Meier
—¡Te has vuelto completamente loca, madre!— Espetó con furia el muchacho.
—¡No me faltes al respeto, Emir! Sé lo que hago. Sasha corría peligro de sí mismo si a esa muchacha le ocurría algo.— Replicó, a tono enérgico.
—Parece que has olvidado nuestra venganza. Ahora Sasha no estará, te lo dijo desde un principio madre, Sasha no tiene agallas para vengar a nuestros muertos, él no tiene pantalones.—
La tensión en la mansión, era palpable desde tempranas horas, parecía un delicado hilo, mismo que se rompió al Azra, llamar a Sasha para despedirse, ocasionando una acalorada discusión entre ella y su hijo Emir.
—Si las tiene o no, eso no te incumbe, lo importante aquí es que tu hermano estará fuera de peligro.—
—¿Y dónde queda nuestra venganza? Se supone que tú lo escogiste a él para que fuese quien acabara con todos los Yilmaz, pero sorpresa, ahora está con una Yilmaz, de camino al aeropuerto, en busca de una nueva vida y por si no fuera poco, a esperas de un hijo.—
—Nuestra venganza seguirá, pero esta vez, quitando a la muchacha y a su hermano de la lista.— Sentenció
—¡¿Ahora quieres a esos dos?!— Entonó, de manera estridente, a la par que dibujaba una sonrisa de desconcierto en su mestizo rostro.
—No seas un estúpido. No los quiero. Yo nunca querría a un Yilmaz. Lo hago porque así lo estipuló tu hermano en sus condiciones.—