Habían pasado aproximadamente cinco horas desde el secuestro de Laia y muerte de Selim. El cielo advertía de la pronta presencia de una tormenta. Las nubes grises se alzaban sobre el horizonte.
Azra, ya sabía que Sasha no había podido llegar al aeropuerto. Era lo más obvio, lo que no sabía era que su hijo más pequeño, había muerto.
Al salir de la mansión Yilmaz, ordenó a sus hombres que sorprendieran a Kemal, en aquel viñedo. En un principio, pensó que iría ella misma, pero, recordó que, para el bien de Sasha, debía de abstenerse de hacer cosas que dieran inicio a otra marea de desgracias y venganzas. Claramente, hasta que Sasha estuviese lejos de Turquía.
Miraba desde el palco delantero de la mansión Meier, hacia la calle, en busca de alguna señal de Sasha. Estaba preocupada, a pesar de saber de qué Sasha estaba a salvo. Había pensado que había ido tras Kemal, pero, en ese caso, el pelinegro había tenido la delicadeza de contestar al teléfono o al menos de avisar que estaba fuera de peligro.
Los portones de la mansión se abrieron y vio entrar a uno de sus autos.
Azra sintió un fuerte alivio al imaginar de que se trataba de Sasha, pero aquel bálsamo, se cayó al suelo, al ver que no se trataba de su hijo, sino de Elvan.
—No había querido llamarte, tía.— Dijo, mientras salía del auto a toda prisa.
Azra corrió a recibirla.
—¡¿En dónde están los demás, Elvan?!—
—No lo sé, tía. Cuándo estábamos en las puertas del aeropuerto, Osmán recibió una llamada, luego se fue, junto al hermano de Laia y los chóferes.—
Azra supo de inmediato que esa llamada era la que ella había hecho para avisar a Osmán sobre la emboscada.
—¿Y tu primo Selim, dónde está? ¿No viene contigo?—
—No tía. Osmán les ordenó a nuestros hombres que nos trajeran hasta aquí, pero, no sé en dónde quedó Selim. Los guardaespaldas me metieron al auto casi cargando. —
—¡Ese muchachito!—
—Dime qué está ocurriendo, tía. ¿Qué le pasó a Sasha?—
Azra frotó sus cabellos, presa de la tensión.
—Qué le ocurrió a Sasha, tía. Responde, por favor. Laia y él no llegaron al aeropuerto y Osmán se fue junto a los chóferes. Es obvio que algo está ocurriendo. ¿Acaso mi primo tuvo un accidente?— Cuestionaba, Elvan, de manera suplicante frente a Azra.
—Sasha y Laia sufrieron una emboscada. La muchacha está secuestrada, pero Sasha está bien. Yo fui quien llamó a tu hermano Osmán para avisarle.—
—¡No puede ser! ¡Dios mío!—
—Pensé que ellos llegarían contigo.—
—Pobre muchacha. Todo el mundo quiere matarla. Es como si tuviese maldita.—
—Cuando eres un Yilmaz, todas las maldiciones caen sobre ti.—
Elvan dejó pasar el comentario. No quería armar una tonta discusión en un momento tan delicado como ese.
—¿Y ya llamaste?— Preguntó, Elvan.
—Sí, ya los he llamado, pero no han respondido. Ni siquiera tu primo Selim.—
—Mejor vayam…— Las palabras de Elvan, quedaron tendidas en el aire, producto de la inesperada llegada de un sin número de periodistas, mismos que abarrotaron a más no poder la terraza principal.
—¿Qué hace esta gente aquí?— Inquirió
—Señora, tratamos de detenerlos, pero eran muchos.— Le dijo uno de sus hombres, bajo el incontrolable e impertinente bullicio que colmaba a más no poder la residencia.
—¿Qué hacen aquí? ¡Lárguense de mi propiedad o los echaré a la fuerza!— Advirtió, mientras bajaba las escaleras, acompañada por Elvan.
Los flashes de las cámaras y los micrófonos sofocaban la mente de la matriarca Meier. Preguntas por doquier, actuaban como la bocina de un inmenso petrolero.
—¡Uner, llama a tus compañeros, que saquen a esta gente de aquí!— Le ordenó, Azra a uno de sus hombres.
—Mejor subamos, tía. Podemos resultar lastimadas.—
—No, Elvan, esta debe de ser otra artimaña de Gözde. Los que resultarán lastimados serán otros.—
Las preguntas no cesaban, caían como granizo.
—¿Está usted enterada de la muerte del menor de sus hijos?—
Algo en Azra flaqueó, ante semejante pregunta. Sus piernas flaquearon y fue Elvan quien le ayudó a mantenerse en pie.
—¡¿Qué ha dicho?!— Preguntó, Azra, aturdida por las palabras del periodista que sujetaba el micrófono.
Sus ojos parecían querer salirse de sus cuencas, se hallaban desorientados, al igual que ella. Como si una granada hubiese explotado a su lado y había perdido totalmente su orientación.
—Cómo ha escuchado, señora Azra. Acabamos de recibir la noticia de que su hijo, Selim Meier, ha sido asesinado.—
El corazón de Azra, quiso detenerse, o mejor dicho, así lo sintió ella. Su alrededor se detuvo, su vida se detuvo, incluso sus pensamientos habían decidido escapar.
Su cuerpo parecía un péndulo en las manos de Elvan que la sujetaba con todas sus fuerzas, evitando cayera, mientras intentaba llevarse a su tia, pero estos intentos se vieron bruscamente sofocados al Azra ver intentar salir de entre el tumulto de periodistas, a Sasha.
Se reincorporó con ínfimas fuerzas y apartó a Elvan. Se metió entre el séquito, en busca de su hijo, mismo que la sujetó cuando esta tropezó torpemente con sus botines de gamusa.
—¡¿En dónde está Selim, Sasha?! En dónde está mi hijo!?—Preguntó, a tono bajo, en medio de la gente.
No obtuvo respuesta por parte del pelinegro, o al menos no una respuesta conformada de palabras. Solo una mirada desoladora y benevolente que era empañada por las lágrimas que evacuaban sin permiso alguno de sus pupilas.
—¡¿Dime, responde, en dónde está mi bebé?!— Ahora, de su garganta, salía un graznido, un grito de dolor, un grito de madre, de confidente, mismo que se enredaba con el nudo que empezaba a formarse en su garganta.
Sasha solo podía observar, no se atrevía a engullir aquella verdad amarga, no quería ser él, quien dijera que Selim había muerto.
—¡Por favor, dime que no es verdad lo que dice esta gente! ¡Dime que no es verdad que a mi bebé lo han asesinado, dime qué no es verdad que mi hijito está muerto!— Le gritaba a Sasha, a la par que le golpeaba el pecho y su cuerpo, cedía ante la flaqueza de sus piernas.