El luto abrazaba los corazones de Turquía, inscrutaba dolor en el alma de los enlutados, tal cual puñal directo al corazón, los embestía con dureza, los embestía sin compasión, mientras que las primeras gotas de lluvia empezaban a caer, livianas y sin prisa, sobre el par de ataúdes de madera de roble que yacían sobre una mesa de piedra, cubiertos por un tela de lana verde oscuro.
La terraza se hallaba abarrotada y podría decirse que el silencio sepulcral la invadía, si no fuese por el desconsolado y doloroso llanto que emitía sin tapujo alguno, la matriarca Meier, recostada a las faldas de los ataúdes.
La gente se hallaba en total silencio, por primera vez, los periodistas y medios informativos, habían guardado respeto por los Meier. Había transcurrido un par de semanas desde el dia en el que Sasha encontró a Laia en aquel páramo solitario. Desde entonces, las cosas para los Meier se pusieron algo tensas, el asesinato de Selim no bastó para los Yilmaz, mismos que contraatacaron, llenando de información confidencial, los medios de Europa.
Claramente, esto representaba pataletas de ahogados por parte de los Yilmaz. Segun Gözde, de esta forma, su apellido se limpiaría un poco.
Organizó una conferencia de prensa en su mansión y mostró a las cámaras las evidencias de que los Meier habían sido los culpables de la explosión y destrucción de su principal fábrica, claramente, enfatizó de manera melindrosa, las muertes de las personas inocentes, incluyendo a niños.
Europa estaba indignada, no había lugar en el que la noticia no hubiese llegado. Tachaban a los Meier de "asesinos de sangre inocente", Gözde al ver que había funcionado, inició una campaña para ayudar a los afectados en el atentado. Obviamente, esto solo lo hacía para limpiar su nombre y su apellido, en realidad la gente, aquellos niños que habían muerto en el hospital, solo los miraba como peones, como cartas las cuales lanzar al juego de venganza.
Kemal, también dio declaraciones a los medios y culpó a Sasha de haberle disparado cuando lo único que intentaba hacer, era rescatar a su hermana de las sucias manos de los Meier. Obviamente no había pruebas de esto, pero los medios amarillistas, tildaron al pelinegro de criminal, todo esto, sumado a que los valores de las empresas de los Meier, habían bajado drásticamente, pero la gota que derramó el vaso, fue el momento en el que Kemal Yilmaz, junto a sus hombres, culparon a Emir Meier, del asesinato de su propio hermano.
Estas declaraciones, enfurecieron al Yilmaz, mismo que sin esperar otro palabrerío, se precipitó con cólera, hacia la mansión en la cual fue asesinado a plomo y pólvora, frente a los medios nacionales e internacionales.
Ahora habían dos ataúdes, dos vidas apagadas, en la terraza Meier.
—Queridos hermanos, hoy, nos reunimos aquí, para recordar a Selim Meier y a Emir Meier.—
Sasha se encontraba viendo desde el balcón la triste ceremonia que lo colmaba de rabia, impotencia y tristeza. Laia, había caida rendida al sueño, cosa que aprovechó el pelinegro, para salir y ver por última vez, a sus hermanos.
—Dos hermanos, dos amigos, que perecieron a causa del odio.—
Sasha contenía sus lágrimas, las hacía volver a su núcleo, mientras veía los féretros de sus dos hermanos, frente a él.
—En esta hora, quiero honrar sus memorias, sus virtudes, sus defectos. Somos humanos y como humanos, cometemos faltas. El perdón siempre será la salida a la vida. Hoy, una madre, un hermano, una familia, llora a estos dos cuerpos. Con la bendición de Dios y la bendición de nuestros profetas, bendigo sus almas y así, puedan reencontrase en la eternidad.—
El hombre bajó la mano y entonces, los Meier, levantaron los ataúdes en sus hombros e iniciaron su camino hacia el cementerio.
Sasha solo podía observar como se llevaban los cuerpos de sus hermanos y no podía creer que su <<hermanito>> Selim, estuviese en aquella caja de madera. Le dolía en el alma.
—¿No bajarás, Sasha?—
El pelinegro volteó de inmediato:
—¿¡Laia, qué haces de pie!?— Inquirió, preocupado al ver a su amada frente a él.
—Solo vine a hacerte compañía. Sé que es un momento difícil, Sasha, no quieras hacerte el indoloro porque sé que te duele, ve y acompaña a tu familia, yo me puedo quedar aquí, nana Banu me cuidará— Se acercó a él y posó su mano en la mejilla— Ve, mi amor, yo estaré bien.—
—Tu también eres mi familia, Laia, no te dejaré sola.—
—Pero ellos ahora te necesitan, tu madre te necesita, Sasha. Si quieres puedes llamar a Osmán para que venga a cuidarme, mientras vas al sepulcro.— Mencionó, Laia, evitando a toda costa mencionar alguna palabra inoportuna.
El pelinegro quiso replicar, pero Laia no lo permitió y este sin otra alternativa, accedió a su pedido.
—Está bien, iré, pero déjame llevarte a nuestra habitación. Recuerda que el doctor fue claro, tienes que estar en reposo absoluto.—
Sasha la tomó del brazo con suavidad para llevarla a la habitación, pero nana Banu intervino y la llevó.
Aquel ínfimo momento con Laia, lo hizo olvidar todo, pero ahora tenía que enfrentarse a la cruda realidad, así que sin más, bajó las escaleras y se encaminó hacía la procesión que llevaba ventaja por las calles del pueblo.
Caminaba con rapidez para alcanzar a la multitud, mientras veía a la gente a los alrededores, observar con atención el paso de los enlutados.