Entre el odio y el amor

Capitulo cuarenta y siete

Las metálicas y frías esposas rodearon sin intervención sus muñecas, apaciguando el silencio que rugía como fiera en el centro de convenciones. Las calles temblaron, hipnotizadas por el poder de aquella imagen, de aquel rostro sombrío, de aquellos ojos azules que reflejaban derrota, tristeza y preocupación.

La multitud vitoreaba el nombre de Gözde, como si de una mártir se tratase y maldecían el apellido Meier desde lo más profundo de sus cuerpos.

La policía lo escoltaba, recelosa de que a Sasha le lastimase algún objeto de los cientos que lanzaban.

Finalmente, salieron de debajo del techo de aquel lugar y los gritos aumentaron su intensidad, ahora eran más impetuosos, como si de una sola voz se tratase.

—¡Muerte a Sasha Meier!—

El pelinegro levantó su mentón y la multitud pudo verlo con claridad, bajo la luz del sol que cubría a Ankara, fue en ese momento en el que las primeras lágrimas empezaron a brotar, al son de los abucheos incesantes que colmaban a más no poder sus tímpanos, pero aquello no era lo que le preocupaba, aquella no era la razón por la cual sus ojos lloraban, sino ella, Laia. Aquella muchacha inocente que le había robado el corazón, no tendría su protección y no la tendría a ella. Su destino era incierto, él lo sabía, sabía que podría morir o simplemente no hallar a aquel que tenía la verdad en sus manos y ni siquiera su dinero, harían frente al odio de la población turca.

...

—¡Hay que hacer algo, Osmán!— Laia imploraba, al escuchar por la radio lo que ocurría.

Osmán no hacía más que frotar con desdén su cabello, en señal de agobio, ante aquel escenario que parecía irreal.

—Un helicóptero viene para acá, señor Osmán.— Le dijo, Çinär, denotando una abrumadora preocupación a través de su arrugado rostro y esto era relativamente normal, ya que se culpaba de lo que estaba ocurriendo con su jefe.

Osmán no dijo nada, solo continuó mirando al cielo y caminando de un lado a otro, buscando alguna respuesta.

—Estoy llamando a Osgur, pero no responde.— Avisó, Laia, al borde de las lágrimas.

—Ellos no podrán hacer nada, Sasha confesó un crimen, Laia.—

—¡Pero tu tía Azra puede ayudarlo, ustedes son la segunda familia más importante de Turquía, debe de haber una forma para salvar a Sasha!— Insistió con firmeza.

—La gente está en contra de nosotros, tu madre y tu hermano confabularon sus mentes para que nos odien y cuando un país no está a tu favor, no importa cuanto dinero tengas, al final la presión social es la que manda.— Le dijo, tomándola de los hombros, en un fiel intento de hacerla entrar en razón.

—Entonces seré yo quien destape los secretos de mi familia.—

Osmán solo suspiro, ante el bombardeo incesante de reclamos por parte de Laia que intentaba a toda costa, encontrar una solución.

—Ellos creen que Sasha fue el culpable de lo ocurrido en Mardin. Mi hermano lo culpó, pero ahora puedo ser yo quien lo desmienta.—

—Aún quedaría a la luz el atentado a su fábrica principal, lo único que lograrás con eso es que a ti también te hagan daño y Sasha no se lo perdonaría jamás.—

—¿¡Pretendes que me quede de brazos cruzados, mientras mi esposo, el amor de mi vida, el hombre que me salvó está a un paso de tocar prisión!? Yo no me quedaré de brazos cruzados, mientras mi hombre está siendo culpado de crímenes que no cometió.— Afirmó, apretando la mandíbula con cada palabra que vociferaba con desesperación.

El zumbido estremecedor de las hélices del helicóptero, interrumpió repentinamente la discusión.

—Tengo que estar con Sasha, Osmán.— Le dijo, Laia a tono de súplica, al ver el helicóptero aterrizar en medio de la autopista.

—Es una locura, si tu familia te ve, te asesinará, recuerda que eres la única persona a quien le creerán lo que verdaderamente ocurrió en Mardin y si tu plan es ablandar la fama de Sasha, no lo conseguirás si te llegase a ocurrir algo.

—Entiende que no puedo abandonar a Sasha.—

—No lo abandonarás, solo irás de vuelta a la mansión y luego podrás verlo con la seguridad necesaria, mientras tanto tenemos que asegurarnos de que todo en la mansión esté bien. —

Laia amagó en replicar, pero Osmán se lo impidió.

—No digas nada, no irás a ninguna parte mientras no tengas la seguridad para enfrentarte a tu familia. Iremos a la mansión y ahí asignaré a nuestros hombres para que te cubran.—

Laia maldijo para sus adentros al verse acorralada por las tajantes palabras de Osmán. A pesar de sentirse desesperada y sumida en la agonía de que Sasha podría no ver la luz nunca más, sabía que lo correcto era lo que Osmán le decía, al fin y al cabo, era la única persona a la cual le creerían lo que verdaderamente había ocurrido en Mardin y quizá esa era la única forma de otorgarle un halo de esperanza a la situación.

—Iremos de vuelta a la mansión, pero en cuanto la toquemos, regresaré y veré a Sasha.— Afirmó con seguridad, mientras caminaba junto a Osmán hacia el helicóptero que obstruía la autopista.



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En el texto hay: amor secretos drama odio

Editado: 29.01.2025

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