Entre el orgullo y la química

3.Más cerca, menos control?

A la mañana siguiente, Valeria llegó temprano a la empresa, decidida a tomar la iniciativa. Tenía su plan bien organizado: propuestas para la decoración, un esquema del cronograma y una lista de proveedores que quería presentar antes que Santiago.
Pero al abrir la puerta de la sala de trabajo, lo encontró ya allí, concentrado frente a su laptop.
Santiago levantó la vista al escucharla.
—Mira quién decidió madrugar —dijo con esa media sonrisa que tanto la irritaba.
—Parece que aquí nunca hay que bajar la guardia —respondió Valeria sin dudarlo, dejando sus papeles en la mesa.
Él se estiró en la silla y la observó unos segundos.
—No conmigo —añadió, bajando la voz—. Así que espero que vengas preparada.
Valeria sintió que su corazón daba un salto. Esa seguridad en su tono lograba intimidarla y atraerla al mismo tiempo, una sensación que no quería analizar demasiado.
—Siempre —dijo ella, sosteniendo su mirada y sentándose frente a él.
Trabajaron por varias horas, entre acuerdos, correcciones y miradas que duraban un poco más de lo necesario. Valeria tuvo que admitir que Santiago era bueno en su trabajo, mucho más de lo que quería reconocer en voz alta. Su creatividad y su capacidad para resolver problemas al vuelo la tomaban por sorpresa.
En un momento, mientras revisaban el mapa del salón para la gala, sus manos se rozaron al señalar el mismo punto.
Los dos se quedaron en silencio, como si ese pequeño contacto hubiese sido mucho más fuerte que cualquier discusión que habían tenido.
Santiago retiró la mano primero, carraspeando.
—Creo que deberíamos cambiar la distribución de las mesas —dijo, su voz más grave de lo habitual.
—Sí… —respondió Valeria sin apartar los ojos de él.
Cuando terminaron la jornada, Valeria sintió que estaba agotada, pero no solo por el trabajo. Había algo en el ambiente entre ellos que estaba cambiando.
Antes de salir, Santiago la llamó por su nombre.
—Valeria —esperó a que volteara—, buen trabajo hoy.
Fue tan inesperado que ella solo atinó a sonreír, sorprendida por aquel gesto.
—Tú también —respondió, y por primera vez sintió que no era solo rivalidad lo que latía entre ellos.
En el pasillo, mientras caminaba hacia la salida, Valeria pensó que aquel proyecto sería mucho más que una prueba laboral. Lo que estaba comenzando entre ellos ya no podía negarse: una mezcla peligrosa entre el desafío y la atracción que, poco a poco, se salía de su control.




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