Entre el Sol y la Luna

La mañana del ocaso

Mi turno de madrugada emprendía su ruta. Salí entusiasmada espantando todo rastro de oscuridad. Fue cuando vi a los lejos del alba, a ese reflejo opaco; reflejo que brillaba más que mi intenso resplandor. Era el dueño de la noche, era la Luna.

Había conocido asteroides, estrellas y planetas, pero nunca lo había visto a él. Mi núcleo se estremeció, mis llamas se encendieron más y mis ganas de volver cada mañana a salir a alumbrar se incrementaron.

Me di cuenta que mientras más lejos estaba él, más me dolía. Surgió de repente un sentimiento que parecía de milenios. Mientras era de día, allí estaba yo y no así de él. ¿Qué era esto? ¿Amor? ¿Obsesión?

Me di cuenta de otro detalle; su oscuridad hace imposible su visibilidad. Lo que le permite ser vista es mi brillo.

También, me di cuenta de que nos trasladamos. Lento pero atinado. Es decir, en algún momento podré estar cerca de él.

Estábamos a miles de kilómetros. Eso no me impedía quererlo. Al contrario, lo deseaba más. El pensar que alguien encajara tan bien con mi luz, era inconcebible. Solo el planeta Tierra ha aprovechado a su conveniencia mi alumbramiento. Es tanto así, que ella fue quien le puso nombre a los estados de noche y día; de amanecer y de atardecer; del verano, invierno, otoño y primavera.

Quisiera caminar sobre el mismo césped que tú, Luna. Dejar de flotar en este espacio tan grande y solitario; tan oscuro e incoloro; tan tétrico y triste.

Quisiera dejar mis responsabilidades a otra y largarme lejos contigo. Ver las infinitas cascadas de la Tierra. Contemplar el crecer de las flores en primavera; quitarnos el frío de invierno con abrazos de cariño; sentir el calor de tu piel más que el de verano; ser felices mientras caen las hojas de los arboles en otoño.

Sentarme junto a ti al orilla del mar, cerca del atardecer y sentir el cálido atardecer. Amarnos hasta que la luz de cada aurora nos guíen a las maravillas que nos faltarán por hacer. 

He estado ensayando cómo será nuestra primera conversación. Qué diré y cómo lo diré. Sin embargo, quiero que sea un encuentro natural. Que lo que nos digamos sea desde nuestros núcleos.

Quiero conocer tus oscuridades; tus penas y desilusiones. Para superarlas juntos. Ser parte de tu universo, estando cerca.

Quisiera hacerle ver que por más que brille el Sol, tiene sus oscuridades; esas que son parte de sus fracasos, de sus tristesas y de su cansancio.

Luna, nuestra existencia es una ironía, mientras que tú vives bajo mi sombre, yo vivo bajo tu luz. Porque tú eres la luz de una noche que no conozco y yo soy el día de tus noches fulminantes. Para mí eres esa luz que soy incapaz de brindar y tal vez yo soy para ti esa oscuridad que eres incapaz de abarcar.

Bien es cierto que eres el foco reflector de mi luz en las noches tenebrosas. También lo es, el hecho de que mi oscuridad no se limita a la ausencia de luz, sino de ti.

He dicho tanto sin ni siquiera tenerte cerca, ¿Cuánto más hablaré cuando te tenga frente de mí? Ya anhelo nuestro encuentro, Luna.

¿Qué sería el cielo sin sus astros? ¿Qué sería el día sin el Sol? ¿Qué sería la noche sin la Luna? ¿Qué sería el Sol sin su esplendor? Y ¿Qué sería la Luna sin…?

Como Sol, mi deber es ser luz para los demás. Así como la Luna alumbra las penumbras sombras de las noches; yo me encargo de las acciones, de que se cumplan los sueños que se tienen durante el descanso nocturno.

Siento que formo un duo de un mismo núcleo, así como los ojos: a pesar de ser dos tienen una misma vista. Mientras soy el ojo del día, él es el ojo de la noche. Estamos unidos por un solo objetivo: «hacer que los demás sueñen y que los vean cumplidos».

Cada mañana tiene su ocaso; cada amanecer tiene su atardecer; cada día su noche. Todo lo que empieza termina y no quiero que este sentimento que inició al verte, tenga final.

Somos opuestos, con misiones diferentes y con un mismo objetivo. ¿Es mucho pedir, unir nuestras almas por la eternidad? ¿Ser dueños de nuestros destinos?

Quisiera ser humana para tener un corazón de carne y a pesar de durar pocos años, poder amarte con tanta intensidad que no quepa dudas de nuestro amor; así como brilla el Sol, así te amo.

Si tuviera pasiones, vicios, sueños, meta, fin... todos estarían enfocados en ti. Mi impulso de vivir ya no es movida por una responsabilidad en mi existencia; como el deber. Más bien, es impulsada por ser, Luna.

Por más que alumbraba desde las madrugadas el cielo y la tierra; mi corazón estaba cubierto de una oscura soledad.

Mis noches parecían días eternos. Porque así fue mi triste realidad por mucho tiempo. Veía luz cuando en verdad me ahogaba en la oscuridad. No era consciente de que me faltaba algo, ¿qué era...? «El amor».

Veía todo claro. Pero toda claridad tiene su sombra. Muchos sólo saben verte en tus claridades; otros ignoran tu contraparte. Con luz o sin luz; sigues siendo tú.

¿Quién se preocupa de ayudarnos a superar nuestras oscuridades? ¿Quién nos da la energía para que seamos capaces de alumbrar? ¿Qué somos? ¿Sol o Luna? Si somos soles, brillaremos y haremos que los demás brillen; si somos lunas, seremos capaces de dejarnos ilumiar por otro, para ser sus reflejos de luz y así alumbrar, con poca luz, a los que están en las tinieblas.




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