—¡Luna! ¿Dónde estás? Quiero alcanzarte, pero cuando intento llegar a ti, más te alejas. Tanto espacio me ahoga.
—¡Sol!, el minuto que nos une, es una eternidad que nos divide. El atardecer nos conecta, con un rayo de luz, llamado día y la penumbra tela oscura, llamada noche. Un atardecer que se petrifica en un segundo; eso no existe. No hay día sin sol; no hay noche sin luna. Así como no hay un sueño que no sea anhelado. Cuando pierdo cada rastro de esperanza, allí brillas tú. Tu luz es la fuente que no se agota, la que me da sosiego cuando mis lágrimas caen a gotas.
—Quisiera ser poeta y dedicarte noches enteras de versos que te liberen de la noche eterna. Desconozco mis oscuridades, por eso muchas veces lloro y no sé por qué. Pero conozco mi núcleo y este sentimiento. Daría toda mi luz para que tú te sigas viendo fuera de las penumbras de este mundo. Para que sigas brillando desde lo alto. Daría parte de mi cuerpo y de mi ser para que mi nada y tu todo formen un mundo donde estemos juntos, aunque sea imaginario.
Sigo hablando al aire palabras que salen de lo profundo con filos y garras intentando sostenerse de algo; siguen sin encontrar nada.
—Soy la Luna que el Sol hizo brillar. Soy el verso que hizo rimar. Sol, sé la rosa que no se marchita; de mis demonios, el agua bendita. Sol, ¿escuchas? Es mi corazón palpitando grita tu nombre; es hora de dejar mis miedos y asumir esta encomienda como hombre. El espacio y el tiempo son sólo concepciones mentales. Romperé ese muro que limita nuestro eclipse eterno.
—El amor es como un viento huracanado; te roba todas las fuerzas de voluntad y te remenea como hoja de un árbol recién desprendida. Es este amor un fuego que me derrite, es más intenso que la luz que sostengo.
Las lunas son lunares de un cielo nocturno. Tú eres mucho más que eso, eres el cielo que alumbro. Y de mi núcleo, eres la luz que, para alumbrar, no necesitas turno.
He recorrido los cielos llevando felicidad ¿Quién se ha dignado a recorrer mi núcleo? ¿Quién se ha preocupado de luz? Siempre he sido luz, sin embargo, ahora es cuando he comenzado a ver. Estuve zambullido en la ignorancia, en las oscuras sombras de mi propia luz.
Desde que te vi, sentí la cálida luz que reflejaste. Fuiste la combinación de lluvia y luz, formaste un lindo arcoíris. Así somos nosotros, formamos algo tan bello y fuerte cuando nos juntamos, que pocos son dignos de soportar, por eso dura sólo un instante.
—El amor es una cosa de dos; donde uno llena lo que le falta al otro; donde uno es el amante y el otro el amado. El amor es como una semilla que va creciendo; siendo uno el agua y el otro la tierra; uno es la luz y el otro el sereno; donde uno es la raíz y el otro el tallo; donde uno es la rama y el otro es la flor. Juntos son el árbol maduro y firme.
Quiero ser contigo más que una estrella fugaz. Quiero ser el satélite que emite el canal de tu felicidad. Que el mundo sea cómplice de que dejamos un sistema solar en la oscuridad; porque nos fuimos a encontrar en otro universo, un lugar en donde lo nuestro se pueda dar.
Ya no quiero ser el paso de un atardecer. Quiero ser el eterno ocaso de nuestro amanecer. Que el día y la noche sean una; ese es mi sueño imposible en esta vida absurda ¿Cuánto pensé en ser Sol? Pero me ha tocado ser Luna. Ahora entiendo los miles de razones de mi existencia. No soy el capricho de una ideología corporal; soy lo que soy entorno a los demás. Mi existencia se complementa en el Otro.
Sin ti, Sol ¿Qué soy? Sin ti, planeta Tierra ¿De quién soy? Sin ti, espacio estelar ¿Hacia dónde voy?
—Soy la causante de dos etapas del día: el amanecer y el atardecer. Tú eres parte del anochecer. Sin embargo, no hay luz que no produzca sombra ni sombra que sea producida por la luz. Dependemos uno del otro como el cuerpo de la cabeza, como las aves de las alas, como los peces de sus aletas, como los planetas de su órbita...
Te vi claro en una noche oscura, como el brillo de un diamante a la luz de la luna. Comparé tu esplendor con miles de estrellas y llegaste al alcance de ninguna, porque superaste a todas y a cada una. Nunca supe el verdadero color del cielo, de seguro es un secreto que Dios se conservó. Ahora bien, te digo mi verdadero secreto, es que tú eres la causa por la que este sol cada mañana brilla hasta el atardecer.
—Lumbre luz que llena oscuridades. La Luna tiene su misión y sus canales. Destellan trompetas afinadas en noche llena, de aullidos empedernidos buscando deshacer un estrés fornido. Es la noche de aquellos con insomnio, que dormir, no han podido. Soy la Luna que mira desde arriba un millón de sueños perdidos detrás de una estrella fugaz. Uno de esos sueños se perdió al perseguirte, Sol, y nunca poder alcanzarte. Sigo soñando en tocarte y con los ojos cerrados pienso en abrazarte y nunca soltarte. Todos los días veo irse la aurora detrás de un ocaso; con ellos, veo uno tras otro, un intento de fracaso, donde me ves y solo tu luz me hace caso.
—¡¡Buongiorno, Luna!! Sería mi expresión si fuera italiana. Quisiera modelar mi cuerpo con vestidos de lana. Bailar al ritmo del compás, cuando las aves canten su bello cantar. ¿Cómo saber qué te gusta, si lejos siempre estás? ¿Cómo saber qué haces fuera de las luces nocturnas, si de allí nunca te vas? ¡Oh, Dios! Dime ¿cómo hacer lo contrario de lo que constituiste? Me hiciste Sol y a él, Luna. ¿Por qué somos tan diferentes? ¿Cómo hago para entrar esta realidad en mi mente? Fuiste el Creador de dos firmamentos: Cielo y Tierra. Pero ¿por qué llamaste a la luz, día y a la oscuridad, noche? Nos separaste sin reproche. Un atardecer no me basta para un encuentro vespertino, aunque sea diario. Es insuficiente paga para mí salario. Me conformo con tener a la Luna por la eternidad. Y ¿Cómo eso se nos puede dar, si es más que nosotros la triste realidad?
Editado: 19.11.2024