¡Cuánto silencio! Ni las hojas en otoño pintan tan oscuro el naranja como están las nubes emergidas en este crepúsculo. ¡Qué melancolía renace al ver tan lubre espectáculo! Se ve a años luz, tus sentimientos caídos. Hay atardeceres con más colores que un arcoíris, otros pasan tiñendo de gris un cielo blanco. Es cuando entiendo que no son las nubes las que lloran, sino tu mirar tan claro.
Si pudiera ir a ti con puro músculos, se acabarían de una vez los tristes crepúsculos. ¡Dime! ¿Cómo te busco? ¿Cómo te encuentro? Si cuando lloras y ni es verdad ni es un cuento.
Sé cuándo llora el cielo, sé cómo llora el mar, sé cómo se desahoga la Tierra, pero tú ¿Cómo sufres? ¿Cómo dejas salir tanta crisis existencial? Cargas con un sistema solar tú sola, ¿Cómo lo haces? ¿Acaso no tienes oscuridades en esa gamma de luz? Aunque no quieras hablar o, aunque hables y nadie te escuche, se ve tu soledad.
Tu luz tenue me dice mucho de ti, así como tu brillo deslumbrante en la aurora. Conquistas el cielo, ¿Quién se atreve a mirarte sin cerrar los ojos por el esplendor? Tu calor derritió el frío que dominó noches amargas. Tu mirada cálida borró la sensación de un amanecer tibio. Entre el mediodía y el atardecer, existe tú sin ni siquiera aparecer.
Mueren los sueños; se acaban las sábanas; comienza la luz de un eterno vivir, donde solo estás tú. Quemaste los ríos de fríos oleajes de dolor. Una tarde tras otra esperé que fueras tú quien me diera el turno nocturno. Y solo recibí tu luz turbia de despedía, tu cansancio vespertino, tu sobra diaria; hasta que caí en la cuenta de que no se trataba de esto. Dabas señales de tus sentimientos frágiles, de tus crisis de soledad, de tu vacío existencial, del peso de tu responsabilidad, de la necesidad de un acompañante que sea capaz de quemar lo que no puedes, la tristeza.
Ni la flor más bella es capaz de resistirse al marchitamiento. Ni la roca más dura llega a ser eterna. Ni el cielo mantiene su azul especial, mucho menos tú, puedes aguantar la soledad inmersa en la inmensidad del espacio estelar en el que habita tu corazón de carne.
Murieron los peces del mar al sentir tanta sal. Murieron las aves del cielo al ser abatidas por el duro viento. Murieron los leones sin rugir su clamor a los siente vientos y la tierra consumió su piel y sintió el amargo dolor de un ser que falleció sin poder hacer lo que mandó su débil sentimiento.
¡No mueras, Sol! Mira que el ruido que no es escuchado no es ruido, solo es viento molido. Que tu voz sea causa de tu valor y tu valentía exprese qué bello es tu interior. Habla sin hablar, que yo te escucho. Baila sin bailar, que yo te veo. Corre sin correr, que yo te sigo. Mírame sin ojos, que tu mirada siempre la recibo.
Se acabarán las llamas del infierno; la lluvia y los vientos en los días de tormentas, pero tú, nunca pasarás. Llenas mañanas, días y tardes de gracia celeste, ¿Quién como tú, en este mundo cobarde? Sin importar las calamidades, ¡Arde! Que, aunque el mundo te ignore, sentirá tu clamor en el silencio de la tarde. ¡Arde! Que, sin ti, las tinieblas harían de alarde. ¡Arde! Y déjale a otro ser cobarde.
Terminó tu hora del día. ¿Acaso lloras por eso? ¿Te gusta ser luz a pesar de tus oscuridades? Mira el pesar de tu responsabilidad y aun así quieres seguir haciendo más. No eres inconsciente de tus capacidades, solo algo masoquista con un toque de bondad.
Algunos quieres ser como tú; alumbrar en las oscuridades. Lo que no saben, es que solo una cereza tiene el pastel, las demás son exprimidas y convertidas en mermelada. Tú eres la cereza de un gran pastel, lo diferente con un pináculo de saber. ¿Cómo le haces para siempre ser? Mueren la flor para que un fruto pueda nacer. Eres el árbol que da frutos sin que su flor se marchite.
Donde llegan los buenos días, nada se resiste. Ni el café mañanero es más fresco que tu luz perenne. Ni el cielo es tan bueno, cuando tu aurora se hace presente. Ni las siete maravillas fueron tan maravillosas, cuando volviste de colores las nubes, como las alas de una mariposa.
Cayó el día, pero tu luz no cesaría. Soy el puente de una creciente fuente de eternidad. Morí de celos al verte brillar; morí de rabia al no poderte alcanzar; quedé frustrado al saber que solo con tu luz me habré de quedar. Diría que lloré en mis noches de desvelo, pero ¿Cómo decirte que te quiero, si antes de hablar, en mí, veo tu reflejo? Me duele comprender que sin tenerte te tengo; que sin verte te veo; que, sin decírtelo, te amo y te deseo.
No existe el sereno, son mis lágrimas nocturnas que caen al desespero. No soy culpable de regar el césped, solo que duele ser incapaz de lograr un fin imposible de alcanzar. Lloro por mí insuficiencia, por mi falta de voluntad. ¿Qué me falta para poderte alcanzar? ¿Destrozarme en pedacitos y ser jalado por tu inmensa gravedad? ¿Me pedirías dejar la Tierra sola para que contigo yo pueda estar?
Imagínate que yo fuera tu Luna. Que orbitara tu espacio como centinela solar. Así alumbraría tus oscuridades, llegando a las partes que de ti no puedes hacer brillar. Nadie de seguro ha pensado en ello; ser Luna de un Sol. Sacrificaría la Tierra por estar más cerca de ti. No me importa ser devorado por tu calor, solo quiero ser el mentol de tu dolor.
Comprende que te amo y si morir a mí implica estar a tu lado, muerto estoy hace rato. Las pirámides de Egipto te señalaron, buscaban decir el milagro. Fuiste inspiradora de la brújula medieval y símbolo de muchas banderas nacionales. La Tierra te adora en tan simples realidades, expresan con ellas, tus esplendideces. El desierto sufrió, lo admito, pero sin ti, él sería un grupo de granitos.
Editado: 19.11.2024