Entre el Sol y la Luna

Crepúsculo

—¿Qué significa que nos juntemos? Solo somos islas en este mar espacial. ¿Seríamos un Pangea Lunar-Solar? Quiero formar contigo lo que ninguna mente pudo pensar, lo que ningunos ojos pudieron ver, lo que ningún corazón pudo sentir...

—Se acabaron las noches de soledad. Se acabaron los días de amargura. Contigo soy más que letras, literatura, porque expreso en escritura, la oratoria y la gramática pura. Ya no soy la sombra de tu luz, ahora soy tu compañero, tu amante y cómplice. Aquí empieza el camino del significado de amor.

—Es que, lo que siento no tiene explicación. Es como si sintiera las cuatro etapas del año al mismo tiempo. Pedí un deseo al caer una estrella y no fue suficiente, cayeron todas para sustentar mi deseo. Al parecer que, entre tú y yo, Luna, no hay más brechas, no hay más espacio, no hay nada que nos separe. Algo nos une como dos imanes. Esta gravedad me agrada.

—La frescura de tu luz se siente más agradable. No imaginé verte tan cerca ¿Qué hago? ¿Qué digo? Quedo pequeño ante tu luz y grandeza. Soy pecador, sin tu favor no tendré salvación. Me dejaste acercarme, ahora permíteme entrar al centro de tu núcleo y volverlo todo un nudo.

—He sido una bola de fuego y nunca sentí calor. Te acercaste y comencé a sudar, parecía una máquina a vapor. Me gusta esta sensación, es miedo y a la vez amor. Siento dudas de lo que producirá nuestra unión, no me importa, que se explote el mundo y vuelva a nacer con otro Big Bang. Aun así, no te dejaré de amar. Eres la razón de un cielo estrellado, de que exista amor, amante y el amado.

—Ya no siento tu luz tenue. Siento fuego arder en mi piel robusta y en mi corazón plebe. Soy forastero de tu cercanía, pierdo el conocimiento ganando experiencia, cerca de tu presencia. ¡Sol, seamos un solo ser! Déjame ser parte de tu belleza. Conquistemos esta galaxia con amores sin potencia. Destrocemos los idealismos que nos separa. Deshagámonos de los prejuicios y el espacio que nos separa. Que el amor y la eternidad solo sea lo único que ha haya entre nosotros.

—Veo el Horizonte que antes me hacía camino para brillar; las nubes que intentaron mi luz apagar; las montañas que no me dejaron a otros llegar. Las veo de manera distinta, son ahora testigo de que nuestro amor nunca nada ni nadie podrá desbaratar. Las estrellas que nunca vi, ahora las puedo contemplar. Todo esto, porque estás a mi lado.

—¡Qué bello es el día ligado a la noche! ¡Qué espléndido es ser causa de luz vivificante! ¡Qué triste pensar que solo fui el amante! Eres la cúspide del mundo; el arjé del día; la razón de la existencia; el origen de la vida... ¡Qué miserable sería la vida sin ti! ¡De qué sirve vivir de oscuridades en oscuridades! Eres la sal que le da gusto, no solo al día, sino a la noche. Me acerqué y dejaste que me acercara, ya se acabó lo que nos separaba.

—Olvidé hasta el sentido por el cual vivía. Fuiste la meta y ahora estás tan cerca que no lo creería si otro fuera quien me lo dijera. ¡Quédate! Seamos el Eclipse de la eternidad. ¿Qué daño produciría nuestro amor? ¿Los océanos sin ti, sufrirían dolor? ¿La naturaleza sin mí, moriría? El mundo, sin nosotros ¿Qué cambio produciría?

—¿Te digo la verdad? Ser Luna significa que hay un Sol para alumbrar, pero ser Sol no significa que haya Luna para que su brillo se pueda reflejar. Ahora, somos la consecuencia de una causa divina, de un amor milenario, de un sueño imaginario e imposible, soy tuyo enterito. Te has llevado todo el mérito, de un día pretérito y de la noche solo soy centinela contratado por ti, Sol.

—Se acabaron los abismos; le dimos fin al mundo; conquistamos cada segundo, que otros quisieron ser suyos. Armamos la pareja, somos las dos conchas de una almeja. Somos dos en uno. Conquistamos el cielo, dominando la noche y el día, la luz y la oscuridad. Ya no hay nada entre nosotros que nos pueda separar. Casi te puedo tocar, cuando lo haga, esta galaxia no podrá contener mi brillar.

—Quiero seguir siendo el caudal de tu brillo. Pero que esta vez, sea un cómplice sencillo, que esté a tu lado y no tan lejito. Quiero ser el seguro de tu castillo, el humo del fuego de tu cigarrillo, de tu campo el campesino, el que cuente contigo el pasar del destino. No quiero ser el que cuente tus historias. Quiero hacer contigo la historia, que narre nuestra gloria y ser más unidos que los engranajes de una noria.

—¿Qué nos dividía? ¿Qué había entre nuestra felicidad? ¿Acaso nos separaba la gravedad? ¿Las excusas? ¿Los pretextos? Nos decíamos las mil maneras de por qué no estábamos juntos. Pero ¿Qué hacíamos para que intentar estar juntos? ¿Qué logramos cuando dimos la iniciativa? Ni las estrellas estuvieron más unidas al cielo que nuestros cuerpos celestes. La eternidad queda pequeña ante este acto de amor.

—No merecí tu luz; no me gané tu atención; no comprendí tu iniciativa; no merezco tu querer ¿Por qué me elegiste? Pensé no ser capaz de responder tu amor. Sin embargo, se cayeron los astros, ni cielo, ni mar, ni tierra pudieron detener que se unieran la noche fría y el día con su calor. Somos lo imposible realizado en un segundo de plenitud. Un eclipse que pestañeó y desapareció. Nuestro deseo de eternidad solo fue el sueño que creímos que nunca iba a acabar.

—Ciertamente perdimos mucho tiempo hablando. A veces callar resuelve mil años acumulados en deseos inalcanzables, que se imaginaron en un destello de segundo, en una realidad sin seguro ni verdad. ¡Qué mal se volvió el bien! Vimos unirse las mitades de nuestros corazones; formaron uno solo. Fuimos plenos mientras duró. La realidad nos despertó, del sueño que nuestras vidas concretizó. ¡Qué triste realidad! Cardioloris, queda nada más. ¡Habrá que durar otra eternidad para que se dé esta oportunidad!




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