Entre el y la estrella

Bajo el mismo cielo

El cine siempre había sido el refugio de Noel.
En la oscuridad de una sala, nadie lo juzgaba, nadie le pedía nada. Solo él, la pantalla y las historias que parecían hablarle directamente al corazón.

Esa tarde, mientras las luces se apagaban y comenzaba el estreno de “Bajo el mismo cielo”, su corazón latía más fuerte de lo normal. No era solo emoción por la película… era porque el protagonista era Elías Rivas, su actor favorito desde que tenía dieciséis años.
Elías, con esa mirada melancólica que parecía esconder un secreto, con esa voz grave que sonaba como lluvia sobre cristal.

Noel había visto cada película suya, había leído todas sus entrevistas, y aún así sentía que no lo conocía realmente. Que el verdadero Elías se escondía detrás de los personajes.

Cuando terminó la función, el cine organizó una pequeña charla con el elenco. Noel no podía creer su suerte: Elías estaría ahí, frente a él.

Se sentó en la segunda fila, tan nervioso que apenas podía respirar. Cuando el actor y los elencos entraron al escenario, vestido con una simple camisa negra y jeans, el mundo se le detuvo.

—Gracias por venir —mencionó Elías, sonriendo con timidez—. Siempre me emociona ver que aún hay personas que aman el cine tanto como yo.

Las palabras lo atravesaron. Noel levantó la mano temblando, sin saber de dónde sacaba el valor.

—¿Qué siente al interpretar a alguien que... ama en silencio?—preguntó, refiriéndose al personaje principal.
Elías lo miró directamente.
Sus ojos eran más cálidos que en la pantalla.

—Creo que todos amamos en silencio alguna vez —respondió, sin apartar la vista de él—. A veces… incluso mientras alguien nos está mirando.

El aire pareció volverse más denso entre ellos.
Noel no lo sabía todavía, pero esa mirada sería el comienzo de algo que cambiaría su vida.

Esa noche, Noel no pudo dormir. Repetía una y otra vez aquella escena en su cabeza: la mirada de Elías, su voz, la forma en que sus palabras parecían dirigidas solo a él, aunque hubiera un auditorio lleno.

A la mañana siguiente, todavía con el corazón agitado, escribió una reseña para su pequeño blog de cine: “Bajo el mismo cielo: cuando el amor no necesita palabras”.
Era su espacio favorito, donde escribía desde la pasión, sin preocuparse por los números o los likes. Allí hablaba de planos, silencios, gestos, y sobre todo, de emociones.

Horas después, mientras revisaba los comentarios, una notificación lo dejó helado.

@eliasrivasoficial ha dejado un comentario en tu publicación.

Con manos temblorosas abrió el enlace.
El comentario era breve:

> “Gracias por ver más allá de la historia. No todos lo hacen.”

Noel sintió que el alma se le escapaba del cuerpo. No solo había leído su reseña… la había entendido.

Pasaron los días. Cada tanto, Elías daba “me gusta” a alguna publicación del blog o dejaba un emoji discreto, como si se asomara a su mundo sin querer entrar del todo.
Hasta que una tarde, Noel recibió un mensaje directo.

—Elías Rivas: Vi que vives en Lima. Estoy por allá unos días. ¿Te gustaría tomar un café y hablar de cine?

El corazón de Noel dio un vuelco. Releyó el mensaje una, dos, tres veces, sin creerlo del todo.

Respondió con torpeza, cuidando no sonar demasiado emocionado.

—Noel: “Claro. Sería un honor… y un placer.”

El encuentro fue en un café pequeño cerca del Malecón, con vista al mar. Elías llegó primero. Llevaba una gorra y unas gafas oscuras, intentando pasar desapercibido, pero incluso así irradiaba algo que lo hacía imposible de ignorar.

—Pensé que no vendrías —dijo Elías, al verlo entrar.
—Pensé que era una broma —contestó Noel, con una sonrisa nerviosa.

Rieron los dos, y algo se aflojó en el aire. Hablaron de cine, de directores, de la belleza de los silencios en las películas viejas. Pero poco a poco, la conversación se volvió más personal.

—A veces me cuesta ser yo mismo fuera de cámara —confesó Elías, mirando su taza de café—. Todos ven lo que quieren ver… pero casi nadie me ve realmente.

Noel lo miró, con esa mezcla de ternura y comprensión que solo da la admiración sincera.
—Entonces supongo que es mi turno de verte —dijo en voz baja.

Elías levantó la vista, sorprendido.
Y sonrió.
Una sonrisa distinta, íntima.

Afuera, el atardecer bañaba el cielo de tonos naranjas y dorados.
Y en ese instante, entre el aroma del café y el murmullo del mar, el cine dejó de ser refugio para Noel…
y se convirtió en el principio de su historia más real.
sol ya se había ocultado cuando salieron del café. Elías se colocó de nuevo la gorra, intentando pasar inadvertido entre las luces del malecón. Caminaron sin rumbo fijo, acompañados solo por el murmullo del mar y el sonido de sus pasos.

—Gracias por venir —dijo Elías, rompiendo el silencio—. No suelo hacer esto, ¿sabes? Invitar a alguien que acabo de conocer–sonrió, intentando parecer tranquilo.

—Entonces me siento afortunado.

Elías lo miró de reojo, con esa expresión suya entre curiosa y vulnerable.

—Lo digo en serio. Hay algo… distinto en ti. Cuando hablabas del cine, no sonabas como un crítico. Sonabas como alguien que siente.

—Porque para mí el cine es eso —respondió Noel—. Sentir, no solo mirar.

Caminaron un poco más, hasta que llegaron a un mirador. El viento agitó el cabello de Noel y, por un instante, el actor lo observó como si quisiera memorizar cada detalle de su rostro.
El silencio se volvió cómodo.

—Me alegra haberte conocido —mencionó finalmente Elías.

—A mí también. Más de lo que imaginé.

Elías sonrió y, tras dudar unos segundos, sacó su teléfono del bolsillo
.
—Escucha, esto es un poco raro… pero —mencionó mientras tecleaba—, este es mi número personal–Se lo mostró en la pantalla antes de decirlo en voz baja, casi como si temiera romper algo frágil.



#4960 en Novela romántica

En el texto hay: #boylove, #romancebl

Editado: 08.11.2025

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