Entre encantos y enredos

El juicio del corazón

El día del juicio llegó con el cielo teñido de un gris eléctrico.

Liora despertó sin necesidad de reloj. Su cuerpo lo sabía. Su alma también. Se vistió con la túnica negra que Kaela le había dejado y caminó en silencio hacia el claro encantado donde se alzaba el *Círculo del Consejo*.

Kaela no fue con ella.

—Esto tienes que hacerlo sola —dijo la noche anterior—. Como todas las decisiones importantes.

El claro era un espacio sagrado. El suelo, cubierto de símbolos ancestrales; los árboles, formando un círculo perfecto; y en el centro… los cinco miembros del Consejo, con capas plateadas y rostros cubiertos por máscaras antiguas.

Liora respiró hondo.

—¿Liora Nyem? —dijo la voz grave del líder.

—Presente —respondió, sin temblar.

—Has sido convocada para demostrar tu dominio emocional y mágico. Si tu control falla, serás declarada inestable y contenida hasta nuevo juicio.

—Entiendo —dijo.

—¿Aceptas la prueba?

—Acepto.

Entonces, el círculo brilló. La prueba comenzaba.

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El escenario cambió. De pronto, ya no estaba en el claro. Estaba… en su casa. Pero algo no cuadraba.

El aire era denso. Las paredes susurraban. Y frente a ella apareció *Pancho*, con una mirada que nunca antes había tenido: sabia, humana, inquietante.

—Esto es una ilusión emocional —dijo él, con voz… voz real.

—¿Pancho? ¿Tú hablas?

—Aquí, sí. Y también observo. Y, Liora… estás a punto de enfrentarte a ti misma.

Y entonces, la ilusión cambió otra vez.

Apareció "Eloy". Desangrándose. Mirándola.

—¿Por qué no me salvaste? —le preguntó, con la voz rota.

Ella dio un paso atrás, el corazón hecho un nudo.

—¡Esto no es real!

—¿Y si lo fuera? —susurró otra figura que emergió a su lado: Kaela, con los ojos negros como tinta—. ¿Y si todo este tiempo tu magia solo ha causado destrucción?

Los símbolos en el suelo brillaban, sus emociones desbordándose. Grietas aparecían en la ilusión.

—¡No soy un peligro! ¡Soy un ser humano! ¡Con derecho a sentir!

—Demuestra que puedes sentir… sin destruir —dijo la voz del Consejo, en eco.

Y fue entonces cuando Eloy apareció… *de verdad*.

No una ilusión.

Él irrumpió en el Círculo, sin capa, sin permiso, sin miedo.

—¡Detengan esto! ¡Ella no necesita ser contenida! ¡Necesita ser *amada*! —gritó, con la voz desbordada.

El Consejo no respondió.

Liora, temblando, miró a todos. Luego lo miró a él.

—No me salves, Eloy. No esta vez.

Cerró los ojos.

Sintió el miedo.

Sintió el amor.

Sintió el dolor.

Y no lo contuvo.

Lo aceptó.

Y en ese momento, una luz dorada la envolvió. No destructiva. No caótica. Viva.

Las runas flotaron a su alrededor. El círculo se abrió. El juicio había terminado.

—Control no es reprimir —dijo la voz principal del Consejo—. Es integrar.

Y con una reverencia, desaparecieron.

---

Eloy la tomó en brazos antes de que sus piernas colapsaran.

—Lo lograste —susurró—. Maldita sea, lo lograste.

—Pensé que no vendrías —dijo ella, apoyada en su pecho.

—No podía quedarme lejos. No de ti.

Ella lo miró.

—¿Y ahora qué?

Él sonrió.

—Ahora… decidimos juntos.

Y mientras el sol asomaba entre las nubes, Liora supo que esta historia apenas comenzaba.

Porque el verdadero poder no era la magia.

Era lo que hacía con su corazón.




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