Entre estrellas

Capítulo 2

Las olas del viento se fueron con el tiempo y una vez más me encontraba mirando los cambios de la vida. Pasos lentos, pasos caídos, el destino me acompañaba y mi mirada caía por segunda ocasión en la choza pequeña. La luz dentro de aquél lugar acogedor brillaba mágicamente, solo una vela era lo que provocaría el caos. La pequeña de ojos miel ahora era una jovencita hermosa de piel clara y algunas pecas en los cachetes, los años la habían alabado pero también el destino le ocultaba algo. Con pisadas lentas bajaba las escaleras de su casa, se escondía en las sombras, un mal plan tenía en mente.

—Señorita, me podría explicar a dónde va a estas horas —su madre que desde minutos antes había presentido los planes de su hija, le esperaba en la sala con una cara amarga.

—Eeh... —la chica estaba aterrada, no encontraba palabra alguna que le justificara—, eh, Fabiola hará una fiesta en su casa pues hoy es su cumpleaños y... Y pues me invitaron, así que planeaba ir ya que soy su amiga.

La mujer de cabellos canos y piel morena analizaba a su hija, se encontraba decepcionada, sabía quién era Fabiola y quiénes eran las otras, su hija estaba en las garras de los depredadores.

—No, jovencita, usted no sale a ningún lado, y menos si es de ir a la ciudad, sabes muy bien que la gente de allá es mala y no se tienta el corazón...

—¡Mamá, solo será un rato!

—Mi niña, las calles son muy peligrosas a esta hora, aparte hay algo que me incomoda con esas chicas, no se ven para nada decentes, son muy vulgares, te harán daño, mi pequeña, abre los ojos, esas chicas son malas y solo buscan lastimarte.

—¡Mamá, no hables así de ellas! —gritó molesta la joven pues consideraba que ellas eran sus únicas y verdaderas amigas.

—¡Cállate, no te atrevas a levantarle la voz a tu madre! —dijo la mujer mientras abofeteaba a su hija reprendiendola—, ¡Cristina, he dicho que no vas, así que ahora te me vas a tu cuarto y no quiero que me salgas con tonterías!

La inquietud y rebeldía de una joven quinceañera estaba por explotar, la vida toma rumbos que a veces ni el tiempo puede manejar. Cristina, molesta, corrió por las escaleras, se encerró en su pequeño cuarto y comenzó a desmaquillarse y jalar su peinado sin ningún cuidado.

—¡Que estupidez! —resongaba furiosa.

Su cuarto era un orden total, el viento y yo éramos sus únicos testigos, ella creía hacer bien cuando en realidad se estaba matando lentamente. Mirando su alrededor la chica se dió cuenta que nuevamente estaba sola, estaba en su recamara, su prisión, no entendía lo que su madre le decía, las sábias palabras. Mientras analizaba sintió cómo el llanto le agobiaba, cansada, subió al techo y se acomodó en este de forma que pudiera admirar las estrellas, sus gemidos eran fuertes y dolorosos, solo ellas le escuchaban, solo ellas le entendían, siempre habían estado para ella así como ella para las estrellas.

🪐🚀🪐

Dicen que las almas son un destino eterno, que la vida y los secretos son los culpables del caos pero lo que en la vida de un joven es el tormento, es la decisión que deberá tomar.

Mientras mi corazón se rompía, mis ojos admiraban otra escena lejana, era en un planeta desconocido por todo terrestre en la tierra, el planeta Arixume los misterios volaban, un extraordinario enfrentamiento se llevaba y los habitantes caminaban de cabeza. Arixume, poblado grande con tres soles, uno enorme y otros pequeños, una gruesa capa de ozono le cubría protegiéndolo de lor rayos potentes, la gente tenía piel rojiza y anaranjada, sus ojos eran de doble pupila y, sobre todo, sus iris eran en distintos tonos, un máximo de cinco colores se lograban distinguir, seguramente bellos para los habitantes de la tierra pero comunes para los Arixumeses. Mis orejas atentas percibieron el grito de cientos de Arixumesas, gritaban despavoridas, coreaban un nombre, otras jaloneaban a las de camisa verde y las calladas desataban la guerra, el escándalo provenía de Aril, un poblado grande y popular, era un municipio dentro del planeta del sistema solar, el más famoso y querido pues si gobernante vivía en él. Los pequeños Arixumeses jugaban con sus mascotas, bindus negros que emitían sonidos extraños, animales de tamaño medio, de cuatro patas y piel gruesa, orejas filosas, ojos sin pupila, tan oscuros que se perdían con su pelaje negrisco. Los adolescentes de edades entre los nueve y catorce jugaban con utensilios peculiares, eran montescanes, artefactos de madera tan parecidos a una espada del planeta tierra, estos objetos eran de madera, pareciesen inofensivos pero la realidad era otra, sus choques entre estos emitían ondas poderosas y azules que tiraban al oponente, una práctica peligrosa pero importante para los Arixumeses. Acercándome un poco más pude distinguir a aquellas chicas que gritaban tan escandalosamente, miraban atentas a un punto en específico.

—¡Tu puedes Tarik! —coreaban las de verde.

—¡Demuéstrale a que tú eres mejor, Elian! —contestaban las otras.

Frente a ellas se encontraba el gran lemunde, un campo de entrenamiento significativo en aquél sitio, los jóvenes de entre quince y veintiun años se reunían para hacer sus prácticas dirigidas por Xan, quien era hermano del gran gobernante Einar. Al parecer el enfrentamiento que se presentaba en aquellos instantes era interesante y arriesgado, dos mejores amigos se enfrentaban de forma amistosa.

—¡Ya viste, Elian! Las chicas se mueren por nosotros —exclamó eufórico el joven de ojos mostaza.




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