Entre estrellas

Capítulo 4

Después de quitarse el maquillaje y cambiar de ropa, Cristina subió al tejado de la cabaña, estaba tan molesta que no le importó que el frío le congelara, nisiquiera llegó a sentirle pues su rabia explotaba y la hacía arder.

—¡Mi vida apesta! —gritaba refunfuñante.

El viento y yo solo mirábamos tal hecho tan real. Desde que Cristina era pequeña sus padres la mantuvieron cautiva en el bosque, la alejaban de todo mal, la amaban pero jamás le explicaban de buena forma el porqué de sus actos, simplemente la pobre vivía atrapada, alejada de la cruel realidad, sin amigos, sin aventuras.

—¿Qué haré de mi vida? —le preguntaba a sus amigas estrellas, quienes como respuesta solo dieron un leve tintineo.

La triste mirada de la chica se perdió entre sus piernas, se había hecho bolita y refugiaba con sus brazos su rostro cansado. Su corazón golpeaba, danzaba entre las espinas, se quebraba de manera débil y, su mente, dentro de las constelaciones, atrapó el sentido de otra vida. Las estrellas, cuya verdad escondian, regalaron a la pobre un sentir extraño, una respiración agitada, una mirada extraña, estaba cautiba. Cristina, quien en susurros logró escuchar a alguien hablar, observó sigilosa hacia el bosque, quería descubrír aquello que desconocía pero no logró verle.

—Bugong, bugong —el sonido de un aparentemente corazón llegó hasta sus oídos—, Bugong, Bugong. —sin duda alguna había alguien cerca a ella.

La chica siguió analizando, escuchaba la respiración de aquél ser, sentía la desesperación que tenía, podía palpar su dolor, sin embargo, en algún momento de la noche embriagadora pudo sentir cómo eso le miraba atento, le clavaba la mirada, que le causaba curiosidad, e incluso pudo escuchar sus pasos acercándose a ella, no le lograba ver pero sintió su calor, su mano o lo que suponía era su mano aproximándose a su rostro, un escalofrío por su cuerpo le recorrió, se estaba acalorado, el color no tardó en llegar a sus mejillas, de pronto el llanto había desaparecido, los malos recuerdos ya no existían, su corazón latía junto con el de aquél desconocido, creando así una melodía empalagosa y clichosa.

—Blsja blsja —palabras extrañas que no distinguió salieron de algún sitio lejano a ellos— Blsja Blsja —, insistió la voz.

Cristina estaba perdida, atrapada en una burbuja misteriosa y lejana, misma que fue destruída de manera desconocida, pues una fuerza desconocida jaló a ambos hasta llevarlos a su realidad, pero antes de que el encanto concluyese, un par de ojos vino aparecieron como estrellas para después desaparecer y no dejar rastro alguno.

—¿Pero qué ha sido aquello? —se preguntó al salir del trance—, ¿Será que me estoy volviendo loca? —dijo pensativa mientras recordaba aquellas encantadoras y extrañas pupilas pues aparte de ser cuatro, fuera de ellas, en el iris era de color vino, uno jamás visto en la tierra, el mismo que le motivó a bajar corriendo, tropezando con los escalones, para después coger un cuaderno, lápiz y colores, con los cuales creó aquello que llamó "Ojos del encanto".

 

 

 

 




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