Perseguía un cuerpo y en el camino y casi sin querer dejé que el alma me tocará y desde entonces ya no tengo que correr detrás de nadie.
Tus cadenas aprisionan mis alas y te suelto porque prefiero volar sola que tener la compañía de quien no sabe ser libre, de quien no sabe amar porque no sabe amarse.
Yo no me arrepiento de haberte querido, porque el querer no es una decisión, pero si es cierto que a veces me pregunto ¿Por qué tenía que quererme menos para quererte más? Si ahora me diesen a elegir, me elijo sobre todas las cosas.
No es que yo sea egoísta ni que no sepa querer, es que no encuentro una explicación del querer por dependencia o por costumbre, deseo para mi vida alguien que me quiera bien, quisiera ser de alguien sin dejar de ser mía y caminar juntos porque nos guste, que ninguno de los dos se encuentre perdido.
Tengo todos los semáforos en rojo, pero no tenga prisa, a mí me gusta esperar, sentarme y disfrutar del paisaje, me gusta la soledad y me gusta sentirme libre.
No me molesta lo que pienses de mí, ni que me taches de egoísta, decidí soltar todo aquello que me hacía daño y no era mi intención dañarte, de verdad, no lo era. Pero, cómo explicar que, aunque eras cien por ciento fuego a tu lado sentía frío y el frío también quema
y mata.
Ese instinto mío de querer salvar lo perdido me estaba matando, y me estaba consumiendo. Ir y venir, acabando siempre en el punto de partida era un retroceso agotador, y la culpa no era tuya, no eres tú, somos los dos.
Ahora que te digo que ya no, que por favor ya no vuelvas, vuelvo a sentirme libre y a sentirme mía.
También quiero decirte que deseo que siempre te vaya bien y que espero que algún día puedas quererte tanto y sentirte tan tuyo y tan libre que ya no nunca vuelvas a dañar a alguien más.