Cuando el profesor anunció que harían parejas para un proyecto, Isabela sintió un leve nerviosismo. No le gustaba trabajar con desconocidos, pero antes de que pudiera preocuparse demasiado, sintió el leve toque de Julián en su brazo.
—¿Quieres hacer equipo? —preguntó él, algo nervioso.
Ella asintió sin dudarlo.
Trabajar juntos se sintió más fácil de lo esperado. Durante sus reuniones, lo que empezaba siendo una charla sobre finanzas terminaba en conversaciones sobre sus países, sus gustos y sus sueños. Julián hablaba de su amor por los números y su deseo de estudiar ingeniería, mientras Isabela le contaba sobre su pasión por la danza y cómo el baile la hacía sentir libre.
Sin darse cuenta, comenzaron a incluirse en la rutina del otro, disfrutando de su compañía sin necesidad de forzar nada.