El momento que definiría su historia llegó en el lugar más inesperado: una fiesta.
Isabela no era de las que asistía a eventos grandes, pero sus amigas la convencieron de ir. Y Julián, aunque tampoco era fanático de las fiestas, terminó yendo porque alguien le mencionó que ella estaría allí.
Durante la noche, él la buscó entre la multitud hasta encontrarla.
Bailaba, riendo con una naturalidad que lo dejó sin aliento.
Pero justo cuando decidió acercarse a ella, vio algo que le hizo detenerse en seco: otro chico se le acercó y le susurró algo al oído, provocando que Isabela sonriera.
Julián sintió un vacío en el pecho que no esperaba.
Y en ese instante, lo supo.
No podía seguir negándolo.
No podía seguir ignorando lo que sentía.
Tenía que decirle la verdad.