Entre flores y sombras, el destino de Mei Ling

Sombras al acecho

Los días que siguieron a su primer paseo juntos se sucedieron con una extraña mezcla de rutina y novedad. Mei Ling continuó asistiendo a sus lecciones en el palacio, pero en los momentos que podía, Zhen la invitaba a salir, a descubrir rincones ocultos de la ciudad que parecían guardar secretos antiguos bajo el sol y la brisa fresca.

—¿Crees que nuestras escapadas pasarán desapercibidas? —preguntó Mei Ling una tarde mientras caminaban por un jardín que bordeaba la muralla de la ciudad.

Zhen sonrió con esa confianza que parecía absorber todas las dudas.

—No hay nada que temer. A nadie le importa que un príncipe y una dama se tomen un respiro.

Pero, en las sombras de una callejuela cercana, dos figuras vestidas con ropajes oscuros y rostros cubiertos observaban atentamente cada paso de la pareja. Sus miradas eran duras, y en sus manos, puñales brillaban bajo la luz mortecina del sol que se ocultaba.

Una mañana, bajo un cielo limpio y luminoso, Zhen tomó la mano de Mei Ling para llevarla al bullicioso mercado imperial. Entre los puestos de telas y especias, el príncipe la miraba con un brillo en los ojos.

—¿Quieres elegir algo? —preguntó mientras señalaba una hilera de faroles de seda roja.

Mei Ling frunció el ceño con ligera molestia, pero no retiró la mano.

—No soy una niña para que me regales cosas —dijo con tono seco, aunque no pudo evitar sonreír por la mirada divertida de Zhen.

—No es un regalo —replicó él—. Es una forma de recordarte que la vida también puede ser ligera.

Ella suspiró, dejando que por un instante la guardia bajara.

Entre risas contenidas, pasearon por los puestos, probando dulces y admirando joyas de jade y plata. Zhen se permitió bromear con Mei Ling, y ella, sorprendida, soltó algunas palabras en broma que lograron arrancarle una sonrisa franca.

Mientras tanto, el grupo que los seguía aumentaba en número. Un mensajero enviado por un noble rival del príncipe había informado sobre los paseos y la creciente atención que Zhen dedicaba a Mei Ling. Para el enemigo del príncipe, Mei Ling representaba una pieza clave para debilitar su poder.

Los hombres vigilaban, esperando la oportunidad perfecta.

Una tarde, Zhen llevó a Mei Ling a una tradicional casa de té, donde la atmósfera era íntima y serena, lejos del ruido de la corte.

—Aquí podrás relajarte —dijo Zhen, mirando fijamente a Mei Ling.

Ella aceptó, sentándose con la dignidad acostumbrada, pero sin poder evitar la calidez que le provocaba estar allí con él.

Conversaron sobre sus sueños, sus temores, sobre la responsabilidad y la soledad que ambos compartían. Mei Ling se atrevió a soltar una pequeña risa ante un comentario inesperadamente gracioso del príncipe.

—Eres más humana de lo que aparentas —le dijo Zhen, sonriendo.

—Y tú eres menos arrogante de lo que pareces —replicó ella, divertida.

Al caer la noche, mientras se dirigían de regreso al palacio, el ambiente cambió sin que ellos lo notaran. En un callejón oscuro, un grupo de hombres armados bloqueó el paso.

—¡Deteneos! —ordenó uno con voz áspera.

Zhen reaccionó rápido, intentando proteger a Mei Ling, pero la cantidad de atacantes era demasiada. En medio del forcejeo, Mei Ling fue tomada por la fuerza y arrastrada hacia un carruaje que esperaba en la esquina.

—¡Zhen! —gritó Mei Ling, luchando por liberarse.

El príncipe intentó perseguirlos, pero fue detenido por los guardias de la ciudad. Con desesperación, vio cómo el carruaje se alejaba con Mei Ling dentro.

Ya en su habitación, Zhen estaba furioso y preocupado.

—¿Quién se atreve a desafiarme de esta manera? —murmuró mientras apretaba los puños.

Su consejero más cercano se acercó con un informe.

—Es un noble rival que busca debilitar su posición atacando a su prometida, Alteza.

Zhen cerró los ojos con fuerza.

—Debemos encontrarla antes de que sea demasiado tarde.




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