Mark revisó una y otra vez que lo llevase todo en la maleta. Se veía capaz de olvidarse hasta la cabeza.
Supuestamente debía de llevarse todo, era como irse a vivir a otro lugar durante todo un año, si todo salía como debía. El campamento de cocineros duraba doce meses, pero era posible que te expulsasen antes si no cumplías con las expectativas de los profesores.
- ¿Lo llevas todo, cielo?
Mark miró a su madre preocupado.
- Creo que sí.
Se sentó en la cama con pesadez y se pasó nervioso la mano por el pelo castaño.
- Espero estar a la altura.
Sus ojos verdes se fijaron en su madre, quien le sonreía confiada.
- Llevas luchando por este sueño desde los nueve años, llevas preparándote, leyendo y cocinando tantos años que probablemente sepas hacer absolutamente todos los platos del mundo. Confía en ti mismo, sé que puedes con ese campamento y con más.
Él se levantó con más seguridad y abrazó a su madre.
- Gracias mamá.
- Voy a revisar que lo lleves todo, mientras ve sacando el coche, ¿quieres?
Él asintió y se fue de allí mientras en su cabeza aún daba vueltas a todo lo que sentía. Una locura agridulce de sentimientos.
Mark medía un metro noventa, siempre había adorado su altura. Se había pasado toda su niñez y adolescencia siendo de los más pequeños de la clase y con tanto cocinar... Pues debía de reconocer que estaba gordito, lo cual había hecho que recibiese demasiadas críticas y cero amor por parte de ninguna chica. Sin embargo, a los 16 dio el estirón más grande de la historia y fue el momento perfecto para transformar su cuerpo como siempre había querido. Comió sano y con los alimentos adecuados. Eso junto con el ejercicio que comenzó a hacer gracias a que su padre y él empezaron una extraña competición entre ellos que dio inicio montando un mini gimnasio en el sótano... Debía de reconocer que cuando se miraba al espejo, veía lo que quería ver.
Arrancó el coche y lo sacó al mismo momento que la señora White salía llena de maletas de la casa de enfrente a la izquierda. Salió para acercarse a ella y ayudarla con una sonrisa.
- Muchas gracias, Mark. ¿Lo llevas todo? ¿Te has fijado en que no se te vaya a olvidar nada?
- No se preocupe, mi madre está vigilando que lo lleve todo.
- Yo he hecho exactamente lo mismo con mi Delan, sería muy raro que se le hubiese olvidado algo, pero una nunca sabe.
La mujer esbozó una dulce sonrisa mientras hablaba de su hijo. Ambos fueron metiendo todas las maletas que había sacado la señora White de la casa en el BMW mientras hablaban animadamente sobre el campamento.
- Tenéis que intentar ser más amigos allí, sé que siempre os ha resultado difícil, pero ambos vais a ir al mismo sitio lleno de desconocidos con muchas ganas de competir y deberíais apoyaros.
Mark puso cara de pena. Sabía perfectamente que lo que le pedía era imposible.
- Solo inténtalo, ¿vale?
Él asintió levemente. Quizás ahora que iban a salir de su zona de confort, se vieran más en la necesidad de apoyarse el uno en el otro y por fin podrían limar asperezas.
- ¡Eh, idiota! ¿Has terminado de hacer tus maletas? A ver si vas a hacer a tu madre traerte algo como siempre.
Imposible. Mark se giró lenta y pausadamente mientras contaba hasta mil en su cabeza para no pegarle. Cuadró su mandíbula y sonrió forzosamente.
- Buenos días a ti también, imbécil.
- ¡Jovencitos! Delante mía no.
Ambos miraron a otra parte, Mark terminó de meter la caja que tenía en el suelo frente a él y se fue. Había metido aquella porque quería comprobar lo que ya sabía, Delan también se había llevado todos los libros de cocina que tenía, por eso pesaba tanto. Al final los dos eran iguales en eso: ambos amaban con toda su alma la cocina.
Se fue a la puerta de su casa, dispuesto a ayudar a meter en el coche sus propias cosas.
La madre de Delan le dio una colleja en cuanto este llegó a su lado, se tuvo que poner de puntillas para poder hacerlo, ya que su hijo medía tanto como su hijo adoptivo favorito.
- Justo había conseguido que me dijese que iba a intentar llevarse mejor contigo y tu sales diciendo esas cosas. De verdad que no sé qué hemos hecho mal su madre y yo para que no os soportéis. ¡No lo entiendo!
Delan se tocó dolorido la zona donde su madre le había dado. Hizo una mueca y miró hacia donde estaba Mark guardando las cosas en su Jeep. Él tampoco lo sabía. No entendía por qué se llevaban de esa forma. Aún recordaba cuando su madre le dijo que tendrían una nueva familia en el vecindario, que había visto un camión de mudanza. Se quedó en la ventana día y noche esperando para ver si por casualidad tendrían un hijo o una hija de su edad. Lo había deseado con toda su alma y cuando vio bajar de un Jeep (el viejo Jeep que ahora llevaba Mark) a un chico muy pequeño, se desilusionó tanto, que incluso sabiendo después que tenían la misma edad, ya no quería nada con él. Fue una tontería de niño chico, lo sabía, pero esa tontería luego pasó a que empezaron a no llevarse bien. Después supo que le gustaba la cocina. Y lo peor de todo: era muy bueno cocinando cualquier cosa. Y ahí nació una rivalidad de la que no había podido deshacerse por más años que pasasen. Por ese motivo sabía que jamás serían amigos. Cualquier otra cosa, menos amigos. Lo peor de todo siempre había sido que sus madres se habían llevado genial y cada uno era como un hijo más para la madre del otro, pero entre ellos, una especie de fraternidad era imposible.