Romina estaba concentrada en su laptop, ajustando los últimos detalles de su presentación de arte digital, cuando una sombra cayó sobre ella. Alzó la vista, solo para encontrarse con Cold, de pie frente a su mesa en la biblioteca, con esa típica sonrisa arrogante que siempre parecía molestarla.
—¿Te molesto, geniecilla? —preguntó, inclinándose un poco para mirar la pantalla.
Romina suspiró, cerrando la laptop con un clic.
—¿Qué quieres, Cold? ¿No tienes otro lugar donde ser insoportable?
Cold sonrió más amplio, como si las palabras de Romina fueran un cumplido.
—Me dijeron que eres la mejor diseñadora gráfica del club de arte. Y resulta que… necesito ayuda.
Romina cruzó los brazos, escéptica.
—¿Tú? ¿Pidiendo ayuda?
—No exactamente —dijo Cold, encogiéndose de hombros—. Piensa en esto como… un trato.
Romina arqueó una ceja.
—¿Un trato?
—Sí. Tú me ayudas a diseñar un logo para la banda que estoy armando. Y yo… —hizo una pausa dramática— te ayudo a conseguir patrocinadores para tu exposición de arte.
Romina lo miró fijamente. Era tentador. Conseguir patrocinadores era su mayor preocupación en ese momento. Pero aún así, trabajar con Cold sonaba a una receta para el desastre.
—¿Y qué te hace pensar que quiero trabajar contigo? —preguntó, desafiante.
Cold se encogió de hombros.
—Porque sabes que soy tu mejor opción. Además —añadió, guiñándole un ojo—, en el fondo te caigo bien.
Romina soltó una risa seca.
—No te sobreestimes, rockstar.
Pero aún así, algo dentro de ella se suavizó. Tal vez… solo tal vez… Cold no era tan insoportable como pensaba. O tal vez, estaba bajando la guardia sin querer.
—Está bien —dijo finalmente—. Pero hay condiciones.
Cold sonrió, triunfante.
—Lo que quieras, princesa.
Romina enumeró con los dedos:
—Uno: nada de coqueteos baratos mientras trabajamos.
—Dos: tienes que respetar mis horarios.
—Tres: si no te tomas el proyecto en serio, el trato se cancela.
Cold llevó la mano al pecho, dramatizando.
—¡Juro solemnemente que seré un caballero!
Romina rodó los ojos, pero no pudo evitar sonreír un poco.
—Nos vemos mañana en el salón de arte, después de clases. No llegues tarde.
Cold hizo una reverencia exagerada.
—A tus órdenes, mi lady.
Cuando se alejó caminando despreocupadamente, Romina se quedó mirando su laptop cerrada. Algo le decía que trabajar con Cold iba a ser un reto. Pero también… que sería mucho más divertido de lo que estaba dispuesta a admitir.
Quizás, detrás de esa fachada de chico popular, había alguien con quien podía conectar. Aunque, claro, ella nunca lo confesaría tan fácilmente.
Mientras guardaba sus cosas, no pudo evitar sonreír para sí misma.
La batalla entre su mundo y el de Cold apenas comenzaba.
Y, en el fondo, Romina ya no estaba segura de querer ganarla.