Lucy siempre había sido reservada. Mientras otros hablaban en voz alta y llenaban los pasillos de carcajadas, ella prefería el silencio de los libros y el arte de observar sin ser notada. Pero esa mañana, su rutina se vio interrumpida cuando Roxana, la chica más carismática y atrevida del grupo de populares, se sentó a su lado en la cafetería como si fuera lo más natural del mundo.
—¿Puedo? —preguntó Roxana, aunque ya estaba acomodándose.
Lucy parpadeó, desconcertada.
—Eh… sí, supongo.
Roxana sonrió, relajada, y sacó su bandeja de comida. Durante un momento, comieron en silencio, hasta que Roxana rompió la tensión.
—Escuché que eres buena en ciencias —dijo, revolviendo su ensalada con el tenedor—. Y que ganaste la feria de proyectos el año pasado.
Lucy se sonrojó ligeramente.
—Fue un proyecto pequeño.
—Ganaste el primer lugar —insistió Roxana—. Eso no es pequeño.
Lucy bajó la mirada a su bandeja, incómoda con el cumplido.
—¿Y… qué quieres? —preguntó, sin rodeos.
Roxana soltó una risa ligera.
—No pierdes tiempo, ¿eh?
Lucy levantó una ceja, esperando.
—Necesito ayuda —admitió Roxana—. Estoy al borde de reprobar química. Y si no mejoro, no podré seguir en el equipo de porristas.
Lucy dudó. No era tonta: sabía que muchos populares solo se acercaban cuando necesitaban algo. Pero… había algo diferente en Roxana. No parecía condescendiente ni falsa. Solo… genuinamente desesperada.
—¿Quieres que te dé clases? —confirmó Lucy.
—Sí. Y no tienes que hacerlo gratis —agregó Roxana rápidamente—. Puedo pagarte, o ayudarte con algo que necesites. Prometo no ser una carga.
Lucy reflexionó unos segundos. Enseñar no era algo que hiciera a menudo, pero… la idea no sonaba mal. Además, Roxana parecía estar haciendo un verdadero esfuerzo.
—Está bien —dijo al final—. Pero no voy a hacer tu tarea. Si quieres aprobar, tendrás que esforzarte.
Roxana sonrió de oreja a oreja.
—¡Trato hecho!
Sacaron sus horarios y acordaron reunirse los martes y jueves por la tarde en la biblioteca. Antes de irse, Roxana se detuvo un momento, como dudando.
—Oye, Lucy…
Lucy alzó la vista, esperando.
—Gracias. De verdad.
Por primera vez, Lucy sonrió, pequeña pero sincera.
—Todavía no me agradezcas —dijo—. Espera a ver si sobrevives a mi primer examen de práctica.
Roxana rió mientras se alejaba, y Lucy, por primera vez en mucho tiempo, sintió que quizá abrirse un poco a alguien no era tan aterrador como había pensado.
Había algo en Roxana que la desarmaba sin que se diera cuenta. Y mientras organizaba sus libros en la mochila, Lucy no pudo evitar pensar que esa alianza inesperada… podía llevarlas mucho más lejos de lo que ambas imaginaban.
Quizás, sin saberlo, algo estaba empezando a florecer entre ellas.
Algo más que una simple tutoría.