Entre fórmulas y canastas

Capítulo 19: Kael y Yael, entre miradas y secretos

Kael era un chico de pocas palabras. Siempre escondido tras sus auriculares, dibujaba en su libreta mundos que nadie más conocía. Mientras los demás pasaban el tiempo en canchas o cafeterías, él prefería sentarse bajo el viejo roble del patio, donde podía pensar sin interrupciones.

Ese día, sin embargo, algo cambió.

Sentado en su rincón favorito, Kael estaba concentrado bocetando un paisaje futurista cuando una sombra bloqueó la luz del sol. Al levantar la vista, se encontró con Yael, uno de los populares más enigmáticos del instituto. Alto, de cabello alborotado y con una vibra tranquila que contrastaba con su grupo de amigos, Yael lo miraba con curiosidad.

—¿Puedo sentarme? —preguntó Yael, con una voz serena.

Kael parpadeó, sorprendido, pero asintió en silencio.

Yael se dejó caer a su lado, cruzando las piernas y observando el cuaderno.

—¿Dibujas mucho? —preguntó, inclinándose un poco.

Kael dudó antes de responder.

—Sí. Es… algo que hago desde pequeño.

Yael sonrió, genuinamente interesado.

—¿Puedo ver?

Kael dudó de nuevo. Muy pocas personas veían sus dibujos. Para él, mostrar su cuaderno era como desnudar una parte de su alma. Pero algo en la forma tranquila de Yael lo hizo confiar.

Con un leve movimiento, giró el cuaderno para que pudiera verlo.

Yael hojeó lentamente. Había paisajes de planetas lejanos, criaturas fantásticas y ciudades imposibles. Cada trazo estaba lleno de vida.

—Son increíbles —murmuró Yael—. Deberías ser ilustrador o diseñador de videojuegos o algo así.

Kael sintió cómo sus mejillas se calentaban.

—Gracias… aunque nunca se lo he mostrado a nadie fuera de mi familia.

Yael lo miró, sus ojos brillando con una chispa de complicidad.

—Pues me siento honrado.

Se quedaron en silencio unos minutos, cómodos en la presencia del otro, como si el tiempo se hubiera detenido.

De repente, Yael sacó algo de su bolsillo: un pequeño cuaderno de tapas negras.

—Yo también dibujo —confesó—. Pero no tan bien como tú.

Abrió su cuaderno y se lo mostró a Kael. Sus dibujos eran más sencillos, llenos de energía y emoción. Kael sonrió.

—Tienes talento —dijo sinceramente—. Tus bocetos tienen vida.

Yael rió.

—Podríamos hacer algo juntos algún día. Tal vez un cómic. Tu arte y mis ideas locas.

Kael levantó una ceja, intrigado.

—¿Un cómic?

—Sí. Sería épico. Y podríamos publicarlo en línea. ¿Qué dices?

Por primera vez en mucho tiempo, Kael sintió una chispa de entusiasmo diferente. No solo por el proyecto… sino por la idea de pasar más tiempo con Yael.

—Me gustaría —respondió, sonriendo.

Yael le devolvió la sonrisa, una sonrisa grande, sincera, como si acabaran de sellar un pacto silencioso.

Y mientras seguían conversando sobre mundos imaginarios y aventuras interplanetarias, Kael entendió algo:

A veces, los mejores encuentros no eran planeados.

A veces, alguien inesperado podía ver tus mundos ocultos… y querer explorarlos contigo.




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