El viernes por la tarde, el ambiente en el patio del instituto era inusualmente vibrante. No era una fiesta oficial, pero todos los chicos —nerds y populares— habían acordado reunirse en el parque que estaba frente a la escuela para celebrar… ¿celebrar qué? Quizás simplemente celebrar que, por primera vez, las etiquetas ya no importaban tanto.
Charlie llegó primero, acompañado de Chad, quien no se despegaba de su lado. Sus dedos se rozaban de forma tímida, como si todavía no pudieran creer que ya no tenían que esconder la conexión que había surgido entre ellos.
—¿Seguro que quieres quedarte? —preguntó Chad en voz baja.
Charlie le sonrió.
—Mientras estés conmigo, todo estará bien.
Poco después, llegaron Romina y Cold. Romina llevaba una chaqueta de mezclilla decorada con parches nerds, mientras Cold lucía una camiseta de superhéroes que, probablemente, Romina le había hecho usar. Se veían adorables juntos, Cold tratando de seguir el ritmo de la conversación rápida y entusiasta de Romina.
Lucy y Roxana no tardaron en aparecer, ambas riéndose de algo que sólo ellas entendían. Roxana le había trenzado el cabello a Lucy de manera juguetona, y Lucy llevaba su orgullo como una corona.
Cody llegó trotando, con su mochila colgada de un solo hombro. Buscaba a alguien entre la multitud, hasta que sus ojos encontraron a Xiomara, quien ya lo esperaba apoyada en un árbol. Él se acercó, un poco torpe, pero cuando Xiomara lo abrazó sin previo aviso, todo el nerviosismo desapareció.
Finalmente, Kael apareció, cargando su libreta de bocetos. Yael lo esperaba, sentado en el césped, dibujando líneas en el aire con el dedo mientras pensaba en alguna nueva historia para su futuro cómic. Cuando Kael se sentó junto a él, Yael le sonrió de una forma que hizo que Kael sintiera que, tal vez, todo lo que había soñado estaba empezando a hacerse realidad.
Después de un rato, todos terminaron formando un círculo improvisado sobre el césped. La conversación fluyó de manera natural: hablaban de libros, de videojuegos, de deportes, de música… de todo y de nada al mismo tiempo.
Chad tomó la mano de Charlie por primera vez delante de todos, y aunque algunos chicos que pasaban por el parque lanzaron miradas extrañas, ellos no soltaron su agarre. Al contrario: Chad entrelazó sus dedos con los de Charlie con más fuerza.
—¿Sabes? —dijo Charlie, apoyando su cabeza en el hombro de Chad—. Hace unos meses, nunca habría imaginado que terminaríamos aquí, todos juntos.
Chad rió suavemente.
—Yo tampoco. Pero me alegro de que estemos aquí.
Cold, siempre directo, alzó su bebida y propuso un brindis improvisado:
—Por nosotros. Por ser valientes. Y por no encajar en ningún estereotipo.
Todos rieron y levantaron sus vasos de cartón en señal de brindis.
El sol comenzó a ponerse, tiñendo el cielo de naranja y púrpura. En ese momento, entre risas, miradas cómplices y sueños compartidos, cada uno de ellos entendió algo fundamental:
La verdadera conexión no dependía de ser "popular" o "nerd".
La verdadera conexión venía de atreverse a ver más allá de las etiquetas. A conocerse de verdad. A atreverse a querer.
Y lo mejor de todo era que, para ellos, la historia apenas estaba comenzando.