Entre garras y dientes

Capítulo 2 - Kayden

| Capítulo 2: Entre moteles y secretos |

Kayden:

—Tenemos que volver —insiste Norman.

Echo el asiento del coche hacia atrás para robarle espacio y abro la puerta. Antes de que Norman pueda abrir su puerta, apoyo la mano contra ella para obligarle a mantenerla cerrada. La lluvia golpea tan fuerte que apenas puedo seguir seco pasados cinco segundos, pero la sensación de humedad no alcanzo a sentirla.

—Si quieres volver, lo haces solo —digo. Norman empuja la puerta una vez más como si fuera a ser capaz de superarme en fuerza—. Si sales, mantienes la boca cerrada. Por suerte para ti, él no está aquí para saber qué has hecho y qué no.

Ambos sabemos que me refiero a mi padre, el alfa de nuestra manada.

Jeremy se estira al salir del asiento del copiloto y puedo sentir su diversión antes de distinguirla en su mirada. De niño, mi padre me dijo que era posible alcanzar a entender pensamientos complejos de otro miembro de la manada con solo mirarle. Según él, algunos alfas incluso pueden llegar a comunicarse mediante lazos que forman con los suyos en su forma humana.

Mi padre solía hacerlo todo el tiempo y yo podía sentir su rabia burbujeando sobre los lazos que formaba cada vez que alguno de la manada incumplía las reglas. Nunca llegó a usarlo para hablar conmigo, pero sé que esa forma de comunicación era algo común para él. Se enorgullecía de ello porque era un reflejo de su fuerza.

Así que, cuando se dio cuenta de que yo no lo heredé, me dejó ver una fuerte decepción que me siguió a medida que crecía.

Si a eso le sumo que no he estado de acuerdo con más de la mitad de sus decisiones desde que mi madre se fue, todo con lo que crecí fue con una decepción en aumento por su parte y, por supuesto, con sus intentos por mantenerme controlado. Fue eso lo que le llevó a hacer uso de mis propios amigos para que me marquen los límites.

Como pasó con Norman.

—Si tanto te molesta, déjale encerrado en el coche —propone Jeremy.

Quizás no pueda comunicarme con Jeremy sin hablar, pero es fácil entender sus intenciones casi como si fueran las mías propias. 

—La última vez que lo hice, destrozó los asientos. No tengo ganas de gastar dinero en arreglarlo de nuevo. Por si no lo recuedas, mi padre no es demasiado fanático de darme dinero para que lo gaste en "caprichos" —le recuerdo.

Mi padre no es fanático de nada que pase fuera de nuestra comunidad, más bien. Para él, las grandes ciudades son una amenaza, al igual que lo es esa forma de vivir y su mentalidad. Yo, en cambio, encuentro tranquilidad en la vida cotidiana que otros tienen en el exterior por mucho que a él le disguste.

Por eso paso todo el tiempo que puedo lejos de casa.

"Entonces tienes que sacarle", entiendo por el gesto de Jeremy.

—Va a jodernos la noche —marco.

—No haberle traído.

—No le he invitado yo.

—¿Y yo sí? —pregunta Jeremy de vuelta.

—Oh, su pu... —Abro la puerta de Norman, pero no me echo a un lado—. Te quedas y te callas, o te largas y piensas en cómo explicarle al alfa por qué no has hecho lo único que te ha pedido, ¿qué eliges?

—Lo que me ha pedido es que te lleve de vuelta.

—Lo que te ha pedido es que no se meta en líos —corrige Jeremy.

Por dentro, Jeremy se está riendo, estoy tan convencido de ello que no me hace falta mirar. Él sabe tan bien como yo que todos a los que mi padre manda para controlarme caen en desgracia. Al fin y al cabo, cada vez que mi padre envía a alguien a buscarme, se tiene que ir con las manos vacías porque, aunque sea una orden del alfa, saben que no pueden tocarme.

Tampoco es que me guste ponérselo fácil.

—¿Y bien? ¿Qué eliges? —insisto.

Norman sale del coche en silencio y yo doy un golpe sobre su brazo a modo de "Bien hecho".

Lo siguiente que oigo es un fuerte portazo en mi coche por parte de Jeremy y la ira me golpea. Por pura costumbre, le enseño los dientes con ganas de solucionar las cosas de la forma más primitiva que usamos en casa. Es mi coche, comprado con mi dinero, de mi propiedad. No me hace ninguna gracia que lo dañe.

—Ni lo intentes, no intimidas tanto cuando estás en tu forma humana —se mofa Jeremy.

—Entonces tendré que arreglar eso.

Norman está en medio antes de poder dar más de dos rápidos pasos, sorprendido (o aterrado) de la implicación de esa amenaza en plena calle. La noche ha caído hace horas, la lluvia ensucia la visión y no hay nadie por la calle, pero eso no implica que podamos ir traicionando la primera ley por la que se rigen todas las manadas. Transformarnos, dejar ver lo que somos a quienes no son parte de nosotros, conlleva la muerte, y ni siquiera ser el futuro alfa de mi manada me salvaría de eso.

Claro que valoro mi vida más que ganar una discusión, pero me divierte ver la tensión en Norman al alarmarse. Se ha quedado tan pálido que casi se mezcla con el blanco de su ropa.




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