| Capítulo 11: Entre mates y amenazas |
Kayden:
Jeremy me está gritando, pero todo lo que puedo oír son palabras sin cohesión entre sí bajo el olor a sangre. Ni siquiera sé de quién, tampoco entiendo bien de dónde viene el dolor que siento, solo que todo se mezcla. Las imágenes se difuminan, la comprensión se escapa de mi alcanza y siento un tirón ahogándome en busca de alivio.
Peligro.
Eso es todo lo que hay en mi cabeza y no puedo apartarlo.
Peligro.
Y sangre.
—¡Kayden, basta! —La voz de Jeremy hace eco en el bosque.
Él se mueve entre formas rápidas que se zambullen por los árboles, apareciendo de la nada para cortarme el camino. La única forma humana, es la de Jeremy, y la parte racional de mí intenta evitarle. Trato de evitar a todo miembro de la manada que se cruce en mi camino porque conozco las leyes. Están grabadas a fuego en mi cabeza; No hacer daño a otro miembro de la manada.
Sin una buena razón, esa es una sentencia de expulsión.
Todos sabemos que los lobos solitarios no suelen aguantar mucho.
Es prácticamente una sentencia de muerte.
—¡Kayden, tienes que calmarte! —insiste Jeremy.
Le oigo, pero no le centro, y tampoco quiero hacerlo. Lo que veo son barreras, impedimentos, y tengo el camino marcado en mi cabeza. Ellos, como yo, intentan cortar el camino sin llegar a mayores y nuestro beta presiona los límites como lo hizo al llegar al bar de carretera a principios de mes. Sabe lo que tiene que hacer, y tiene el permiso.
Si doy un paso en falso, si hago el mínimo daño, tendrán vía libre, pero la opresión en mi pecho es demasiado fuerte para contenerlo. El miedo martillea en mi cabeza y me ciega, y ya no es porque sepa que ella lo está sintiendo, sino porque ahora todo lo que hay donde antes estaba ese miedo es un vacío que no sé interpretar.
Jeremy es el siguiente en cruzarse en mi camino y mi respuesta es la de amenazarle. “Apártate —suplico aunque sé que no va a poder escucharme—, no me hagas hacer esto”. Es como un hermano y se mantiene vulnerable, pero está en medio. Sé que Elena ha estado aquí, y la tensión crece sobre mis hombros al ver que todo lo que queda es Jeremy.
Ahí lo huelo, la sangre, y no de él.
La de ella.
En… ¿Él?
—No empieces con los dientes. No soy tu enemigo, no me harás da... ¡Oh, su put…!
En un pestañeo, Jeremy está en el suelo con unas garras afiladas destrozando su piel bajo la camiseta y un quejido angustioso en su garganta. La sangre de ella está en él y ese olor presiona tan intenso que siento que está por todas partes.
Eso me ciega.
El olor de su sangre se levanta en el aire de tal forma que casi llega a cubrir el de ella. Joseph se mantiene en medio y todo se vuelve más confuso todavía. El tirón cálido busca una dirección, el miedo previo de Elena y el vacío que su ausencia ha dejado oprime mi pecho y el olor de la sangre de Jeremy daña mi parte racional, mi estabilidad emocional.
Todo se mezcla, estalla.
El beta está listo para intervenir, presionando en mi cabeza con una amenaza clara que intenta atrasar porque sabe que, si lo hace, aquí termina todo. Si interviene porque estoy poniendo en peligro la vida de otro, me echarán. Joseph quiere confiar, pero sé que hará lo que es necesario llegado el momento.
Respiro con dificultad, intentando aferrarme a la certeza de que Jeremy es mi amigo para no terminar con él. Encuentro su yugular, cerca, con la sangre corriendo y facilidad de ser destrozada entre mis dientes. Mi respiración se vuelve todavía más pesada. Es mi amigo, pero, la sangre. El olor a la sangre de ella, su miedo previo...
—No le haría daño y lo sabes —insiste—. Te oí. Oí el aullido cuando avisabas de una amenaza. Vine a ayudar. —Cierra los ojos por un instante—. Saca las putas garras de mi piel maldito cabr... —Se calla cuando hago más fuerza. Sanará rápido y ambos lo sabemos—. Ella está bien. La encontré en el bosque. Jass, la hermana de Héctor, volvió de explorar y se adelantó a su grupo para sorprender a Héctor. Elena debió de ver a Héctor meterse en el bosque y le siguió para asegurarse de que estaba bien. Vio a Jass transformada con Héctor y se asustó.
Se asustó, sé eso.
Mi respiración es pesada, incitándome a dejarme llevar por completo por unos instintos que he ahogado toda mi vida. Son más fuertes que nunca, sobre todo ahora.
—Ella está bien. La acompañé fuera del bosque —insiste—. Su mirada cae en Joseph y luego de vuelta hacia mí—. Tienes que calmarte o sabes lo que pasará. Intento salvarte la vida, Kayden.
No puedo evitar aumentar la presión sobre su piel hasta que el olor de su sangre crece y cubre el de ella, termino apartándome. En un momento de lucidez, hago el esfuerzo de volver a mi forma humana porque ahí es más fácil controlar los impulsos y la opresión estalla dentro de mi pecho.