Entre garras y dientes

Capítulo 15 - Kayden

|Capítulo 15: Entre moteles y problemas|


Kayden:

—¿Se sabe algo de por qué están allí? —pregunto a Jeremy sobre una terrible migraña. 

Siento que me están acuchillando desde dentro mientras espero sentado en mi coche a que pase la peor parte. Prefiero esperar aquí antes de ir a la ubicación que me ha dado Elena. Soportar estar a su alrededor es más difícil de lo que había esperado, sobre todo después de tantas horas en un coche con ella. Al final ni siquiera la ventanilla abierta o las pastillas eran suficiente para quedarme callado. No era suficiente como para evitar que la presión que me pedía que me acercara, que le dejara saber todo, me ganara.

—Todavía nada —responde Jeremy—. No han salido del despacho de tu padre durante más de cuatro horas. No han hecho ningún comentario al salir, lo que no quiero decirlo pero es una mala señal. Basil tiene como fuente de entretenimiento el sufrimiento ajeno, que se haya quedado en silencio…

—Lo sé, mala señal.

Froto mi frente odiando tanto el sol que no tengo ni palabras para describir la incomodidad que me devuelve. Apoyo la frente contra mis manos al dejarme caer sobre el volante.

—¿Qué tal por allí? —pregunta.

—Como la mierda. 

—Pensaba que ya llevabas mejor estar cerca de ella.

—Lo hago, lo que llevo mal son las malditas inyecciones. —Hago más fuerza contra el volante para acallar mi propio dolor—. Siento que me han metido ácido dentro.

—Joder, ¿te has metido otra de esas? Te dieron una hace tres días, si te pasas podrías…

—Lo sé —interrumpo.

—Ni siquiera sé cómo te han dejado llevártelo, está prohibido sin supervisión.

—El alfa dijo que me llevara lo que considerara necesario —puntúo con humor. 

Dudo que mi padre se refiriera a esto, pero, al mismo tiempo, creo que lo hacía. Él quiere que yo le suceda, que el liderazgo siga en nuestra familia como lleva haciéndolo desde hace generaciones, mi linaje es de los más fuertes que se conocen en el continente, pero siempre será la prioridad de un alfa proteger a los suyos. Conoce el riesgo, pero, si esas inyecciones evitan que yo cometa un desliz, tiene su aprobación.

Si eso evita que la arriesgue a ella, tiene la mía.

—No han dicho nada sobre tener humanos aquí, no que yo haya escuchado. —Eso me alivia al instante—. Pero sí les he oído cuestionar tu ausencia. 

—Algo me dice que es porque estaban deseando que les diera una razón para romper nuestras leyes.

Porque saben que yo no me callaría de oír un comentario fuera de lugar. Saben que no tengo el control que mi padre tiene para sus gilipolleces. Saben que soy demasiado impulsivo para eso, y quieren que lo sea.

—Ahora sé sincero, ¿necesitas ayuda allí? Puedo pasarme —ofrece.

—Solo empeorarías las cosas.

Estar a solas es una cosa, pero que otro de los nuestros sin mate esté cerca cuando ni siquiera tengo la aprobación de ella, es matador. Conseguir esa aceptación cuando ni siquiera soy capaz de dirigirle dos frases porque mi lobo está demasiado deseoso de acercarse más de la cuenta, es complicado.

Puedo estar controlando mis sentidos e instintos más primitivos, pero nadie me habló de la necesidad tan cegadora de acercarte. Esa que te hace sentir que te estás ahogando. 

Ahora, de lo que se trata todo, es de no asustarla.

Entender todo esto es como avanzar un paso y retroceder cien.

—Ella piensa que soy un maldito drogadicto —añado frustrado.

—Con todas las pastillas que tomas solo era cuestión de tiempo que lo pensara. Cuando entró en el coche la primera vez te vio tragarte un bote entero en un par de minutos.

—Hoy me ha visto inyectarme.

—¿Me estás jodiendo? —pregunta entre dientes.

—Pensaba que estaba dormida. Maldita sea, salí del coche porque no iba a poder soportar más tiempo ahí. Necesitaba eso para que se hiciera más llevadero hasta mañana.

—¿Llevadero? Mantenerte a un lado es hacerlo llevadero. Lo que tú has hecho es una locura. Joder, sabes lo que podría pasar si tomas de más. Tienes que buscar otra forma. No puedes estar dependiendo de supresores. Te terminarán matando, literalmente —me recuerda como si yo mismo no lo supiera.

Si tan solo pudiera hacerle entender que lo necesito para mantenerme cuerdo sin que piense que es una exageración, lo intentaría, pero sería una pérdida de tiempo así que me quedo en silencio.

No debería, pero aún la siento.

Ni siquiera los supresores cortan la alerta que estar solos en la ciudad ha creado. La alarma que Basil ha hecho saltar y que me tiene siguiendo el rastro de Elena por un lazo que ha ido creciendo en la corta distancia dentro de la comunidad. No es fuerte, pero existe, y yo lo mantengo conmigo incluso si siento que la inyección está manteniendo herido a mi lobo tanto como para ahogar su presencia.




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