Jacob pasó casi toda la tarde frente al espejo, repasando su reflejo una y otra vez con una mirada crítica. —Bueno, al menos las zapatillas me dan un centímetro extra… ¿o será medio? —murmuró para sus adentros, irónico. Se enderezó, estirando la espalda como si con pura fuerza de voluntad pudiera ganar algo de altura. Su estatura, siempre por debajo de la media, era su talón de Aquiles, y hoy ese miedo se avivaba. Al final, eligió su mejor combinación: un polo blanco, una camisa de manga larga a rayas, un pantalón mostaza y sus zapatillas blancas, recién lavadas.
Llegó puntual al sitio acordado , pero al verla sentada en el banquillo, todos sus planes se desvanecieron. Selena estaba ahí, tan hermosa como siempre con una camisa mostaza y su pelo castaño . Él se sintió inmediatamente más consciente de sí mismo.
—Hola —dijo ella, levantándose. Para su sorpresa, Selena era apenas un poco más baja que él. —Uf, menos mal —susurró sin querer.
—¿Menos mal qué? —preguntó Selena, con curiosidad.
Jacob se sonrojó. —Nada, nada… solo que por fin conozco a alguien a quien no tengo que saludarle al ombligo.
Selena soltó una carcajada. —¡Qué exagerado eres!
—Ho-hola… —balbuceó Jacob, sintiendo que la voz le temblaba.
Selena lo miró de arriba abajo, deteniéndose en su rostro. Sonrió con picardía.
—Pareces un coreano, jaja. Tus ojos son achinaditos… te ves muy lindo.
Jacob se quedó quieto, pero esta vez el cumplido le dio pie a seguirle el juego.
—Sí, de la región coreana de los… bajitos —dijo con una sonrisa torcida. —G-gracias… —añadió, rascándose la nuca.
Selena rió de nuevo.
—No te pongas así, es un cumplido. Me gusta cómo te ves.
—¿Aunque parezca un pincel con patas? —bromeó él, señalando su delgadez.
—¡Jacob! —protestó ella entre risas—. ¡Deja de decir tonterías!
Caminaron juntos hacia el parque. Selena recordó de pronto:
—Oye, había otro camino más corto, ¿sabías?
—Sí… —respondió Jacob, esbozando una tímida sonrisa—. Pero me gusta este, es más largo. —Si vamos por el corto, no alcanzo a estirar las piernas… ni la estatura —añadió con sarcasmo.
Selena lo miró y sonrió con ternura.
—Ay, eres un tierno. Y un loco.
Mientras seguían avanzando, entre risas, Jacob recordó una de sus conversaciones nocturnas.
—Oye, ¿te acuerdas de lo que me dijiste una noche?
—Mmm, no sé… dime.
—Que… me robarías mi primer beso.
Selena levantó una ceja y sonrió con picardía.
—Ah, ¿eso te dije?
—Sí —contestó Jacob, nervioso. —Aunque con mi suerte, tendrás que agacharte un poco… o yo saltaré. ¡Como Ronaldo!
Ella no lo dudó. Se inclinó de repente y le dio un beso rápido en los labios. Jacob se quedó paralizado, los ojos abiertos por la sorpresa.
—¿Qué pasa? —preguntó ella riendo—. ¿De verdad nunca habías besado a nadie?
Jacob tragó saliva, sonrojado. —No… nunca. Para eso hay que ser más alto que la hierba, y yo apenas le llego a las raíces.
Selena lo miró con ternura. —Entonces estoy feliz de ser tu primera. Y espero ser la última.
Más tarde, ya en el césped del parque, con la brisa fresca moviendo las hojas de los árboles, Jacob reunió valor y preguntó:
—¿Puedo… echarme en tus piernas un rato?
Selena sonrió y asintió.
—Claro.
—Perfecto —dijo Jacob mientras se acomodaba—. Así practico para cuando me toque jugar al muertito… total, ya tengo la estatura de uno.
—¡Jacob, por Dios! —se rió Selena, dándole un suave golpe en el hombro—. Eres insufrible.
Jacob apoyó la cabeza en sus piernas, cerrando los ojos. Fue uno de esos momentos simples pero inolvidables, donde el mundo parecía reducirse a dos personas. Conversaron de la universidad, de la vida, de todo y nada, hasta que el tiempo se les escapó entre risas.
—Que flores son tus favoritos Selena—pregunto Jacob con curiosidad..
—Los girasoles —respondio Selena con una ternura
—¿Por qué los girasoles?_ pregunto Jacob con impresión
— Los girasoles se parecen al sol… por eso me gustan, porque siempre transmiten alegría aunque uno esté triste
—Eso es demasiado bonito , nunca vi un girasol en mi vida pero me imagino lo hermoso que verían un campo lleno de ellos —Dijo Jacob con una sonrisa
La tarde transcurrió entre conversaciones y risas. Cuando Selena dijo:
—Tengo que ir a comprar unas cosas a la plaza —dijo ella de pronto—. ¿Me acompañas?
—Sí, claro —contestó Jacob enseguida, levantándose.
Al pasar por un puesto, Jacob no lo dudó.
—¿Quieres fresas con crema? Yo invito.
—Obvio que sí —respondió Selena.
Mientras comían, Selena le tomó la mano. Jacob miró sus dedos entrelazados.
—Oye, con esto de que me tienes de la mano, me siento como un globo… pero de los que no vuelan muy alto, eh.
Selena apretó su mano. —Cállate y disfruta el momento, “Yoko”.
La noche caía poco a poco, y el parque comenzaba a vaciarse. Jacob sentía que había algo que debía decir, pero las palabras se le atoraban en la garganta. Caminaban despacio hacia la salida cuando, de pronto, Jacob se detuvo.
—Selena… —dijo en voz baja, mirándola a los ojos.
—¿Qué pasa? —preguntó ella, curiosa.
Jacob respiró hondo, nervioso, con las manos temblándole apenas.
—Yo… quería preguntarte algo. No sé si es muy pronto pero… ¿quieres ser mi novia?
Selena lo miró en silencio unos segundos, con una mezcla de ternura y sorpresa. Después sonrió y asintió.
—Sí, Jacob. Quiero intentarlo contigo.
Él sintió que el corazón le iba a estallar de felicidad. Apenas pudo contener la sonrisa que le iluminaba el rostro. En ese instante, reunió valor y le dio un beso tímido, suave, lleno de nervios pero también de sinceridad.
Selena sonrió al separarse.
—Eres un tonto… pero ahora eres mi tonto.
Ambos rieron, y el camino hacia la plaza se volvió aún más especial. Jacob no podía creer lo que acababa de pasar el amor que había sentido desde niño por fin era correspondido.