Entre juegos y miradas

Jugo de mora

Al día siguiente, llego al colegio tranquilita y ¿con qué me encuentro?
¡Con Sofía persiguiendo a Daniel por todo el salón con la mota de limpieza como si fuera un arma mortal!
Yo, que recién llegaba, no entendía nada.
—"¡Ayúdame!", me gritó Sofía.
Y yo, buena gente, voy a ayudarla… pero el universo dijo: “No hoy”.

Me tropecé con Daniel y ¡pum!
Choqué con él justo cuando estaba tomando su jugo de mora.
Resultado: yo bañada en mora como si fuera una gelatina andante.
¡Quería desaparecer! O mejor dicho, quería matarlo .

Él me miró como si se le hubiera aparecido un fantasma morado.
—“¡Lo siento!”, dijo, todo apurado, tratando de ayudarme.
Pero yo ya estaba en modo enojo y lo ignoré con estilo.

Entonces, para hacerme reír , suelta:
—“Vaya, con esa cuerpecito… ¿cómo te cabe tanto odio?”

Me quedé helada.

¿Perdón?

Levanté la mirada, con el jugo pegajoso aún en mi blusa, y le respondí sin pensarlo
—Y tú, con esa altura de poste, ¿dónde te entra el cerebro? No creo que haya espacio

Se hizo un silencio tipo película. Todos se quedaron helados.

Sofía… se rió a carcajadas.

Daniel frunció una ceja, como si no esperara esa respuesta. Me miró fijamente por unos segundos, ladeó la cabeza… y se fue. Sin decir nada más.

Yo me quedé ahí, manchada, furiosa, y un poquito… ¿orgullosa?

No sé qué me molestó más: el jugo, su chiste, o el hecho de que por primera vez, alguien lo hizo callar.

✰✰✰✰✰

—¡¿Le dijiste eso a Daniel?! —me preguntó Sofía, casi atragantándose de la risa mientras caminábamos por el patio.

—Sí —dije, intentando sonar tranquila, aunque por dentro seguía ardiendo de vergüenza—. No me gusta que la gente se crea tanto.

—¡Pero es que nadie le habla así! —dijo, riendo más—. Siempre se sale con la suya. Y tú… ¡zas! Lo dejaste callado.

No sabía si sentirme orgullosa o preocupada.

El resto del día sentí las miradas. No de todos, claro, pero sí de algunos. Como si de pronto yo ya no fuera solo “la nueva”, sino la que enfrentó a Daniel

Intente evitar cualquier acercamiento de cualquier persona que haya visto lo sucedido, durate lo que quede del dia

El sol bajaba y la luz entraba dorada por las ventanas.
Guardé mis cosas, lista para salir, cuando algo cayó al suelo.

Me agaché enseguida para recogerlo, pero justo cuando estiré la mano, vi un par de zapatos al lado del mío.

Levanté la mirada.
Era él.
Daniel.
Con la blusa aún manchada de jugo de mora.

Me quedé quieta, con el lapicero a medio tomar.

—Eres valiente, ¿no? —dijo, con voz tranquila.

Me puse de pie, tratando de mantener la compostura.

—Si tú lo dices… —respondí con sarcasmo.

Entonces me soltó una frase que no vi venir.

—Sabes… me haces acordar a las chicas que se comportan así porque les gusto. ¿No es eso?

Me quedé congelada.
Me hervía la sangre.
¿¡Qué le pasaba!?

—¿¡Qué te pasa!? —grité, sin medir el volumen de mi voz—. ¡Te lo merecías! ¿¡Y ahora vienes con eso!?

Él solo me miró. Como si no esperara que reaccionara así.

—Me destruiste mi blusa —dijo, encogiéndose de hombros—. Te burlaste. Me respondiste… Y ahora me gritas. Sí, definitivamente no eres como las demás.

No supe qué contestar.
Él se giró y se fue caminando, como si no hubiera dicho nada importante.

Antes que se fuera me volvio a dirigir la palabra:

—A por cierto ahora ya no te conocere como la eli, que te parece con "mulberry"-dijo señalando cu camiseta llena de mora , lo entendi perfectamente a que se referia, pero antes que le conteste se voltio con una risa burlonda ....




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