La caminata al colegio fue extrañamente tranquila. Los cuatro juntos, hablando de cualquier cosa… hasta que el caos nos encontró primero.
Justo al entrar, nos topamos con un grupo de chicas con carteles llenos de colores chillones que decían:
¡SHOW DE TALENTOS! ¡Inscripciones abiertas!
Sofía casi da un grito. Literal.
—¡AAAAAAAH! ¡Esto es mi momento! —saltó como si le hubieran dado el papel principal en una película.
—¿Desde cuándo quieres hacer show? —pregunté.
—Desde siempre. Solo esperaba el anuncio perfecto y que Leonardo estuviera en el colegio ese día —dijo, lanzándole una sonrisa descarada.
Yo solo rodé los ojos.
De pronto, algo me sacó de mis pensamientos. Daniel, que hasta ahora había estado callado… agarró un bolígrafo y se apuntó directo en la lista.
—¿Tú? —le pregunté—. ¿Qué pondrás? ¿Ego como talento?
Me acerqué más y leí en voz alta su inscripción:
“Daniel - Cantar”
Me quedé mirándolo.
Parpadeé una vez. Luego otra.
—¿Tú vas a cantar? —dije, tratando de contener la risa—. ¿Qué vas a hacer, romper tímpanos con estilo?
Daniel alzó una ceja, con esa sonrisita que ya me empezaba a reconocer como “prepárate”.
—Me vas a agradecer después de escucharme —dijo acercándose un poco más—. Mi voz es hermosa.
—Hizo una pausa teatral—. Igual que mi cara.
Me atraganté con mi propia risa.
—Eres imposible.
—Y tú vas a estar en primera fila, Mulb— perdón… Elizabeth —agregó, dándome un guiño.
Leonardo, como siempre, solo se limitó a decir:
—Esto va a estar interesante
En el receso, cuando por fin creía que tendría unos minutos de paz, escuché mi nombre desde lejos:
—¡Elizabeth! ¡Ven, rápido!
Era Sofía.
Corría hacia mí como si se le fuera la vida… seguida de Daniel y Leo.
—¿Qué pasó ahora? —pregunté, alzando las cejas.
—Vamos a ensayar. Daniel va a practicar su número y yo también. ¡Y tú nos vas a ayudar!
—¿Ayudarlos? ¿A qué? ¿A calmar su ego? Porque eso es trabajo de por vida —dije, mirando a Daniel, que solo sonrió como si le acabara de regalar un piropo.
—Ensayar, Mulberr… Elizabeth —dijo, corrigiéndose a último segundo.
—Eso —añadió Sofía, emocionada—. ¡Y Leo también va a practicar conmigo!
Me giré sorprendida hacia ella.
—¿Con Leo? ¿En serio, Sofía? ¿Te estás echando el ojo al hermanito menor?
Ella me dio un codazo disimulado, sonriendo con picardía.
—Me adelantaron de año por cumplir antes —dijo—. Así que técnicamente… es de mi edad.
La miré con los ojos entrecerrados.
—Técnicamente te pasas.
Ella solo se rió mientras se acomodaba el cabello.
Nos fuimos a una esquina del patio donde no había mucha gente. Daniel sacó su celular para poner su pista. Sofía afinaba la voz como si fuera a cantar en Broadway. Y Leo… simplemente sonreía, tranquilo como siempre.
—¿Lista para ser testigo de mi talento? —me dijo Daniel, dándome un auricular.
—Solo si prometes no gritar —respondí, tomando el audífono.
—Cierro fuerte —advirtió, y presionó “play”.
Y entonces sonó.
"The Side of Paradise"
Mi cuerpo se congeló un segundo.
—¿Esta canción…? —murmuré, más para mí que para él.
—¿Te gusta? —preguntó, sorprendido.
—Es una de mis favoritas —admití sin pensar, y eso me hizo querer meterme bajo tierra.
—Lo sabía —dijo Daniel, como si acabara de ganar algo—. Tiene ese aire raro, triste y bonito a la vez. Justo como tú.
—¿Disculpa?
—Nada. Escucha.
Y ahí, Daniel empezó a cantar.
No lo diré en voz alta …
Pero no lo hacía mal.
De hecho, cantaba bien.
Demasiado bien.
Cuando cantaba sus ojos marrones claros se clavaron con los mios al mismo tiempo que cantaba , que me hizo mirar mas de lo normal.
—¿Y? —preguntó al terminar, con esa sonrisa segura de sí mismo.
—…Podría haber sido peor —dije, disimulando—. No me sangran los oídos.
—Esa es tu forma rara de decir que te encantó.
—Sigue soñando, Mulberr— ¡Elizabeth!
Daniel se rió bajo.
lo miré de reojo. Él seguía tan tranquilo, como si no acabara de hacerme temblar por dentro con una canción que —hasta ayer— solo tenía significado para mí.
—¿Qué miras? —me preguntó, ladeando la cabeza.
—Estoy viendo si se te cae el ego con el viento —respondí, seca.
—No va a pasar. Pero si pasa, me lo recoges tú, ¿vale?
Rodé los ojos y caminé hacia donde estaban Sofía y Leo, que ya se habían sentado en una banca a discutir qué canción harían en dúo. Sofía se reía como si el mundo no importara, y Leo la miraba como si el mundo fuera ella.
Suspiré.
Daniel caminó detrás de mí y antes de sentarse, me susurró:
—Si me dejas, canto esa canción para ti en el show.
Me giré, sin pensar.
—¿Y quién te dijo que quiero que lo hagas?
—Nadie —respondió con una sonrisa suave, distinta—. Solo quiero ver tu cara si lo hago.
Y ahí se fue, tan fresco como siempre.
Pero yo me quedé ahí parada, con una sola idea en la cabeza:
Si sigue cantando así... voy a tener que inventarme nuevos muros.
Porque los que tenía... ya empezaban a caersse