Entre juegos y miradas

No lo entiendo(por Daniel)

No sé exactamente cuándo empezó.
Si fue cuando me respondió con esa frase hiriente en el primer tropiezo,
o cuando la vi con la cara manchada de jugo de mora y aún así con dignidad.
Quizá cuando la escuché hablar de libros con Leo, como si entendiera su mundo.
O tal vez…
cuando me miró y no pareció impresionada. Como si fuera uno más.

Elizabeth no encaja en mi mundo.
Y eso… me atrae.

Le digo Mulberry porque verla fruncir el ceño se ha vuelto mi deporte favorito.
Y porque cada vez que se molesta, se ve más viva.
Más real.

Pero lo que pasó el otro día —el casi—
la forma en que tembló,
su respiración acelerada,
su voz que se quedó atrapada…
eso me destrabó algo.

Y ahora no puedo dejar de mirarla.

Hoy, al entrar al colegio, intenté hacer como si nada.
Ella me evitó.
Y lo entiendo.
Pero no sé cómo hacer que se acerque sin asustarla.

En el recreo, me senté con Leo y con los de siempre.
Y como era de esperarse, Vanessa se sentó a mi lado.
Vestida como si fuera a una pasarela, con su risa escandalosa, y con ese perfume que usaba desde primero.

—¿Y tú, Daniel? ¿Ya tienes pareja para el festival?

—No.

—¡¿No?! —exageró—. ¿Y si yo te acompaño? Dicen que somos la pareja más deseada en este año..

No dije nada.ni la escuchaba pero me hizo entender que el festival estaba cerca un dia de bailes;comida y juegos Si le inivitaba a Elizabeht ¿aceptaria?

Ella se acercó más.
Demasiado.
Pero no hice nada.
Porque no quería ser grosero.

Pero… no podía dejar de buscar a Elizabeth con la mirada.
Y ahí estaba.
Más lejos.
Sentada con Sofía.
Y aunque no me miraba, yo sabía que lo había visto tod o eso deseo creer.

Y de pronto, esa frase que me dejó en su nota volvió a mí:

“Estábamos hablando nada más. No había nada escondido.”

¿De verdad no lo siente?
¿De verdad cree que lo mío fue un juego? o era que ella no siente lo mismo no seque pensar

Y aunque Vanessa me tocó el brazo otra vez,
aunque Leo me miraba como diciendo “¿en qué estás pensando?"

Yo solo pensaba en ella.

Elizabeth.

Porque puede que no sea la chica perfecta,
ni la que todos imaginan conmigo…

Pero es la única que me hace temblar con solo fruncir el ceño.

No sé cuánto tiempo me quedé mirando su espalda.
Elizabeth no volteó.
Ni una vez.
Como si yo no existiera.
Y, por primera vez, eso me dolió.

—¿Estás escuchando? —dijo Vanessa, tocándome el brazo otra vez.

Me aparté con suavidad, fingiendo que veía algo en el celular.

—Sí, es que… tengo tarea que entregar.

Vanessa frunció los labios.
Lo entendió.
No insistió.

Leo me siguió con la mirada mientras me levantaba.

—¿Qué haces? —me preguntó al alcanzarme.

—Nada.

—¿Entonces por qué pareces zoombie ?
Caminamos juntos por el pasillo del segundo piso, donde no había nadie.
Hasta que él se detuvo y me miró como solo los hermanos menores saben mirar: directo.

—¿Te gusta?

—¿Qué?

—Elizabeth. —Dijo su nombre sin tartamudeos—. ¿Te gusta o te estás confundiendo?

Me pasé la mano por el cabello.

—No sé. Es rara.

—¿Rara? ¿Y tú? Eres el más raro que he visto cuando estás cerca de ella.

Me reí.

—¿Eso es un cumplido?

—Es una advertencia. —Leo se cruzó de brazos—. Porque si te gusta de verdad…
no juegues.

Me quedé callado.

Leo no decía cosas al azar.

Miré hacia la cancha vacía, hacia donde la vi por primera vez jugando con Sofía, donde se cayó, se levantó, discutió conmigo…
Y ahora me estaba ignorando.

—No sé si me gusta —dije por fin—.
Solo sé que…
no quiero que se aleje.
Y que si se ríe con otro, algo en mí se rompe.

Leo me miró, sin decir nada por un segundo.

—Entonces ya te gustó.

Y se fue.

Yo solo me quedé ahí, con la voz de mi hermano resonando en la cabeza.
Ya te gustó.

¿Y si tenía razón?

¿Y si lo que no dije a Elizabeth esa noche, en su cuarto, no se fue?

No es que no quisiera hablarle.
Quería. Mucho.
Pero tenía miedo de que todavía estuviera molesta por lo de Vanessa, aunque me gustaria verla media celosa me daria mas esperanzas en si,pero
si ,pensara que soy solo eso: un tipo más que da esperanzas sin pensar.

Pero Elizabeth no es una más.
Y yo no quiero ser uno más para ella.

Pasé toda la mañana diciéndome que le hablaría.
Que me acercaría.
Que haría una broma estúpida para romper el hielo como siempre…

Pero cuando al fin la vi…
no fue en el pasillo.
Fue desde una ventana del segundo piso.

Allí estaba.
Sentada en una banca del patio trasero.
Recostada hacia atrás, con el cabello suelto y la sonrisa floja.

Riendo.

Pero no estaba sola.

Estaba con Jorge.
Ese tipo amable que cae bien a todos.
Y que, por lo visto… también le caía bien a ella.

No escuchaba lo que decían.
Pero lo que vi fue suficiente:
Él se inclinó un poco hacia ella.
Y extendió la mano, justo hacia su cabeza… como si fuera a acariciarla.

Y fue como si algo me explotara en el pecho.

No pensé.
Solo actué.

Abrí la ventana de golpe, y con el tono más seco que pude fingir, dije:

—¡Oye, Jorge! Te está llamando el profesor.

Él volteó de inmediato, sorprendido.
Y retiró la mano.
Elizabeth se quedó inmóvil, con la expresión más confundida del mundo.
Sus ojos se cruzaron con los míos…
y sentí que me estaba leyendo entero.

Me quedé ahí, pegado a la ventana, sin saber qué hacer.
Y me puse rojo. Muy rojo.

Ella me miraba, sin decir nada.
Solo esa mirada entre sorpresa y pregunta.
Y por primera vez…
no tenía una respuesta.




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