Sofía me escribió esa mañana con su típico entusiasmo
Sofía:
“¡Picnic hoy! Todos confirmados. No puedes faltar. Lleva lo que quieras compartir.
Respiré hondo. Después del viaje al orfanato mi mente era un revoltijo que no sabía cómo ordenar.
Aun así, fui. Sofía insistía que no podía negarme.
Llegamos al parque y extendimos las mantas. Leonardo se encargó de la música, Sofía de las frutas y juegos de cartas, y yo… de nada
Joseph me saludó primero. Tenía esa mirada suave que usaba, me sentia que me analizaba siempre sin decir nada solo actuaba eso lo identificaba
Daniel no tardó en llegar. Esta vez, con una bebida en la mano y una sonrisa pero luego me guiñó uno
—¿Quieres jugar cartas o necesitas tu almohada otra vez? —me dijo , con esa burla juguetona que solo él sabía usar sin sonar cruel, pero me puse roja al escuchar su broma lo cual Sofia no lo entendio
Joseph se sentó y me ofreció una galleta que él mismo había llevado. El gesto fue tierno, pero noté cómo ambos, sin decirlo, se miraban con cautela cuando hablaban.
Y así se pasó el picnic:
Uno me alcanzaba la bebida, el otro se ofrecía a ayudarme a ordenar. Uno hacía bromas para que me riera, el otro me preguntaba cómo me había sentido en el orfanato. No peleaban o eso creo . Pero no entendia el por que no era tan importante no?
Yo estaba en el medio. Literal y emocionalmente.
Cuando volví a casa, agotada, me encerré en mi cuarto. No quería hablar con nadie.
Pero alguien tocó la puerta. Era mi hermano mayor, Marco.
—¿Todo bien, El? —preguntó, asomando medio cuerpo por el marco.
Me encogí de hombros.
—Normal.
—“Normal” es la palabra que usas cuando estás como un AAHHAHHA por dentro.
Sonreí
Nos sentamos en mi cama Hablamos de las salidas que tuve.... durante la pelea que tuve y el regreso de mi amigo de la infancia
Marco me escuchó en silencio, sin interrumpir. Al final, me dijo:
—Eli,Tienes que ser honesta contigo. A veces, confundimos cariño con costumbre… y tranquilidad con amor.
Pregúntate: ¿con quién puedes ser tú misma, sin miedo ni filtro?
Me quedé callada.A veces solo contarle algo a mi hermano con un pequeño o minimo detalle me da respuestas que ni pedi ni sabia que necesitaba,Lo adoraba
No tenía la respuesta aún, pero necesitaba aire. Así que me puse una casaca ligera y salí a caminar sin rumbo.
El parque no estaba muy lleno. El cielo tenía ese color naranja suave de las tardes que empiezan a apagarse, y el viento movía las hojas con ritmo tranquilo.
Fue entonces que escuche una voz solitaria era:
Daniel, sentado en el césped, con su parlante al lado. No tenía audífonos, porque claro, él nunca hace las cosas a medias. La música salía clara, como si fuera parte del ambiente al verme, sonrió… como si justo fuera yo a quien esperaba. Suena un poco ridiculo....
—Oye, Mulberry —dijo, dándome un golpecito en el césped para que me sentara—. ¿Buscandome?Solo tienes que llamarme y listo
Me acomodé a su lado. Hablamos. De cosas simples primero: la comida del picnic, la broma de Sofía, el baile fallido de Leonardo Sobre el orfanato. Intente que esa conversacion sea rapida me ponia roja siempre que me acordaba
Daniel se quedó en silencio un rato. Luego se puso de pie de golpe y extendió la mano hacia mí.
—Ven. No me dejes solo en esto.
—¿En qué?
No respondió.
El parlante cambió de canción. Empezó a sonar “Coqueta” de Grupo Frontera, y no pude evitar reírme.
—¿En serio? Esos gustos muy carismaticos
—Claro que sí, por eso estas tu aqui no? —dijo intente patearle pero siguio hablando —. ¿O ahora vas a decir que no sabes bailar?
Lo seguí. Nos pusimos a bailar en medio del parque, sin vergüenza. Daniel exageraba los pasos a propósito y yo me reía tanto que apenas podía moverme. giramos él me jaló por los brazos y yo giré hasta chocar con él de frente.
Quedamos muy cerca.
—Estás mejor, ¿verdad? —preguntó en voz baja.
Asentí.
—Contigo siempre
Él sonrió. La música seguía sonando, pero por un instante, el mundo pareció en pausa.
Quizá no tenía todas las respuestas.
Pero por primera vez en días, mi corazón se sentía ligero.