Entre la Espada y el Encanto

Capitulo 1: La llegada a Lisvane

El sol brillaba con suavidad sobre el empedrado irregular del pueblo. Las calles de Lisvane estaban vivas con risas, conversaciones, pasos apurados y el relincho ocasional de un caballo. Entre los puestos y las casas de madera, un carruaje se detenía lentamente junto a la plaza principal.

Frank, el mercader que guiaba las riendas, giró hacia su pasajero.

-Bienvenido a Lisvane -dijo, con una sonrisa que parecía esconder más de lo que mostraba-. He ido a muchos lugares, pero ninguno como este. Cada pueblo tiene su historia... pero aquí se oyen rumores que nadie sabe si son ciertos. -hizo una pausa- No preguntaré por qué has venido... pero ten cuidado, este lugar escucha más de lo que aparenta.

El joven viajero, aún con la capa polvorienta del viaje, descendió sin prisa. Su mirada recorrió los edificios y los rostros que pasaban.

-Gracias por traerme, Frank. Desde aquí me las arreglo solo -respondió, antes de ajustar el equipaje sobre su hombro y adentrarse en las calles.

-Lisvane... Un pueblo como cualquier otro, a simple vista.
No sé exactamente dónde se esconde lo que busco.
El rey solo me mostró un viejo dibujo, sacado de un libro aún más antiguo.
Tendré que observar bien. Escuchar.
Y moverme sin levantar sospechas.
-Pensaba mientras empezó el paso a recorrer el pueblo.

No tardó en llegar a una vieja construcción de piedra y madera, con un cartel colgante que anunciaba una taberna local. Un murmullo cálido escapaba por las ventanas abiertas. Decidió entrar.

El ambiente dentro era acogedor. Gente charlaba animadamente, algunos brindaban, y en una esquina, los dados rodaban sobre una mesa. Había más movimiento del que esperaba para esa hora del día.

-No esperaba ver tanta gente a esta hora... Debe ser un lugar popular.

Se acercó al mostrador. Tras él, un hombre joven con barba prolija y expresión amable lo observó con curiosidad.

-No reconozco esa cara. ¿Forastero o viajero perdido? -bromeó-. Si estás buscando la salida, te aviso que no queda por acá.

-Solo estoy de paso -respondió el viajero, manteniendo la compostura. No puedo decir mucho...

-¿Y a qué vienes por Lisvane, viajero? -insistió el tabernero, sirviendo una jarra-. No solemos tener visitas que entren directo a la taberna.

El joven dudó un segundo, luego eligió su respuesta con cuidado.

-Me gusta conocer pueblos tranquilos. Cada lugar tiene algo distinto.

El tabernero sonrió.

-¿Tranquilo? Bueno, eso depende del día. Aunque admito que este lugar tiene su encanto... si sabes dónde mirar. -Respondió el tabernero- Primera ronda va por la casa. Bienvenido a Lisvane. Por cierto, me llamo Thomas ¿y tú?

Parece alguien que escucha mucho y habla poco... si consigo su confianza, tal vez me diga algo útil.

-Llámame Theo -Respondió - ¿Siempre trabajaste aquí? -preguntó, intentando continuar la conversación.

-Desde que tengo memoria. La taberna era de mi padre... ahora es mía -respondió Thomas, mientras llenaba otra copa-. Me gusta. Se escucha de todo. Se aprende mucho.
A veces incluso demasiado.

Un grupo de guardias reía al fondo. Thomas hizo un leve gesto con la cabeza hacia ellos.

-Incluso ellos vienen seguido. Siempre tienen historias nuevas... o tratan de esconder las viejas.

Un cliente llamó al tabernero desde otra mesa, y Thomas se alejó por un momento.

Theo se quedó en silencio, terminando su bebida mientras pensaba. -Parece un buen tipo. Volveré más tarde... tal vez se anime a contarme algo más.

Al salir de la taberna, el sol ya empezaba a caer, tiñendo las calles de una luz dorada. El pueblo seguía animado, pero ahora con una calma más serena. El protagonista caminaba sin rumbo fijo, repasando mentalmente lo que había observado hasta ahora.

La taberna estaba más concurrida de lo que esperaba. Thomas parece saber mucho... pero no puedo confiar en cualquiera tan rápido. Aun así, no obtuve ninguna pista clara. -seguía hablando en su cabeza

De pronto, un sonido apresurado lo hizo detenerse. Una figura encapuchada corría por la calle, esquivando a las personas, hasta detenerse justo frente a él.

-¡Por favor, escóndeme! ¡No tengo mucho tiempo! -susurró una voz femenina, con la respiración agitada.

La joven tenía porte noble, incluso bajo la capa que intentaba disimularlo. Miraba hacia atrás, como si esperara que alguien la siguiera.

Sin pensarlo mucho, él asintió y la condujo hacia un callejón cercano, donde ambos se ocultaron por unos segundos. El paso de dos guardias corriendo confirmó que, efectivamente, ella estaba huyendo de alguien.

-Gracias... -dijo, al recuperar el aliento-. Soy alguien que no debería estar aquí, según muchos. Solo quería ver el pueblo con mis propios ojos... pero mis guardias no lo entendieron. Me escapé del castillo. Hay algo en el bosque que necesito encontrar. Y no puedo confiar en nadie allí adentro.

¿El bosque? ¿Lo mismo que busco yo...? ¿Será solo coincidencia? -Theo se dijo a si mismo

Ella parecía joven, decidida, pero había una sombra de tristeza en su mirada. Cuando él abrió la boca para preguntarle más, ella se adelantó.

-Me tengo que ir antes de que me vean de nuevo. Gracias por no hacer preguntas.

Antes de que él pudiera detenerla, ya se había mezclado entre la multitud y desaparecido.

-Algo en sus ojos... como si estuviera huyendo de algo más que guardias.
No puedo involucrarme... pero quizás tendría que averiguar por las dudas

El joven caminó unos pasos más, distraído, hasta que algo llamó su atención. En una de las paredes del callejón por el que habían pasado, un símbolo tallado en piedra se hacía visible bajo la luz del atardecer.

El mismo símbolo que había visto en el dibujo antiguo que el rey le entregó.

-¿Ese símbolo...? ¿Qué hace aquí?

El misterio comenzaba a revelarse.




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