Entre la espada y la pared.

Capítulo dos.

<<regla uno de la mansión: comportamiento femenino adecuado; (comportarse como una señorita) >>

Actualidad. 

—¡Sorpresa! —chillaron Ágata, Catt y Desireé al unísono sacándome de mis sueños. 

Abrí mis ojos con rapidez y noté a las tres chicas situadas a los pies de mi cama con una tarta pequeña y una vela roja clavada en esta. 

—Hoy es tu cumpleaños perezosa, ¡arriba! —susurró Catt moviendo mi pie con su mano. 

—Chicas no tenían que tomarse esta molestia, saben que si la madre se entera nos va a castigar—me senté sobre la cama y las miré, no podía ser odiosa, estas chicas se jugaron el pellejo solo para meter una tarta en esta mansión para mí cumpleaños —¡Las quiero! 

Me abalance sobre ellas y con cuidado intenté abrazarlas al mismo tiempo. Recuerdo que cuando entré a la mansión 1, exactamente hace dos años, eran mis compañeras de habitación y no pensaba contarlas como amigas hasta que avanzamos juntas por todo ese trillo complicado y desastroso, a Desireé y a mí nos parecía absurdo todo esto y varias veces fuimos castigadas por opinar al respecto y así nos volvimos las más unidas del grupo. 

Miré el reloj de la pared y este marcaba las cuatro de la mañana, siempre cuidadosas estas chicas, soplé la llama invicible ya que no consiguieron fósforos y rápidamente entre las cuatro nos comimos la pequeña tarta. 

Me levanté y me di una larga y deliciosa ducha ya que teníamos tiempo de sobra y me coloqué el pantalón y la blusa gris, ajusté la capa azul a mí cuello y me miré en el espejo, mis ojos verdes estaban un poco rojizos por dormir poco y mi cabello negro goteaba sobre la capa. 

—Hoy más que nunca estás hermosa—me dijo Ágata tomando el cepillo de cabello, se sentó detrás de mi y con una rapidez increíble me hizo un moño perfecto. Le regalé un abrazo y se fue a peinar a las demás. 

La verdad no sé que haríamos sin ella, es la encargada de nuestro cabello ya que tenemos prohibido andarlo suelto, a las que pillan con el cabello suelto se los cortan al ras de las orejas y eso es algo que no nos podemos permitir, miré a mi querida y soñadora Catt quien anhelante miraba por el balcón y se giró dándome una sonrisa. 

—Espero poder encontrar hoy mismo a mi futuro esposo—se llevó las manos al pecho y cerró sus ojos sonriendo. 

Ese es el problema, Catt es la soñadora del grupo, a ella le encanta todo este tema y dice que es perfecto para encontrar a nuestra pareja ideal. 

—¡Ay por Dios, Catt, no seas tan cursi! —soltó Ágata mirándola desde detrás de Desireé, le lanzó una mirada burlona a pesar de que la romántica no podía mirarla. 

A Ágata le da igual todo esto, ella está aquí solo por su familia. Su hermano ya les causó deshonor al escapar del pueblo hace un año y ella iba a hacer hasta lo imposible por borrar esa mancha de su apellido. 

Y por último Des y yo nos lanzamos una mirada que lo decía absolutamente todo: esto es una estupidez. 

—¿Chicas están listas para conocer al hombre de su vida? —preguntó Catt saliendo al balcón y mirando hacia los portones negros por donde pronto ingresarian los chicos para visitarnos. 

—Catt, querida, no seas tan ilusa. Puede que el hombre de tu vida te esté esperando en Europa y tú estés perdiendo el tiempo acá.

Le soltó Ágata con condescendencia, la puerta se abrió y Lucrecia, la segunda al mando de la mansión, nos lanzó una mirada de alivio al vernos totalmente preparadas. 

—Al parecer las señoritas están anciosas por la visita de los muchachos, por primera vez en este año no me vi obligada a sacarlas a rastras de la cama. 

—No te ilusiones Lucre, solo quisimos ahorrarte los problemas; pero tampoco te acostumbres—solté. 

Ella se acercó y me apretó entre sus brazos, luego me alejó con sus manos en mis hombros y con una sonrisa me felicitó por mi cumpleaños. 

—Ahora si niñas, avancen a la sala para que esperen a los chicos, les deseo suerte. 

Rodee mis ojos y bajé con las chicas. 

Al llegar a la sala principal, había un jaleo increíble, nadie mantenía silencio ni orden, varias de las chicas estaban subidas en los sofás y las otras arremolinadas en las ventanas esperando la llegada tan "emocionante" de esos tipos, la madre bajó sin avisar y varias de las chicas terminaron regañadas. 

—Buenos días jovencitas, las veo muy emocionadas—unió sus manos y nos regaló una sonrisa—sus futuros maridos están a punto de llegar así que vamos a acomodarnos. 

Las treinta nos pusimos en fila una al lado de la otra y la madre nos sonrió de nuevo. 

—Al parecer hoy el marido si le dio su desayuno—susurró Des en mi oído y las dos reímos en silencio. 

—Los jóvenes serán quienes las escojan, este es un momento muy esencial ya que van a dar su primera impresión, si alguna de ustedes resulta no ser la elegida no se preocupen, tendrán entre dos y tres años para arreglar ese problemita.

—Expuestas como carne fresca—solté y la madre me regaló una mirada dura. 

—Tessandra Cooper ¿Haciendo honor al apellido? 

Rodee mis ojos y escuché varias risitas. Las puertas se abrieron y por ellas entraron veintinueve muchachos de todo tipo. Se acomodaron igual que nosotras y nos miraron con sus ojos brillantes. 

—Sean bienvenidos jovencitos, les presento a las señoritas de la mansión 2 —habló la madre—empiecen con su escogencia. 

Uno a uno se fueron moviendo por la sala, varias parejas salieron a caminar y otras tan solo tomaron asiento en los sillones, sentí como un chico se llevó a Des. Quienes salieron de la casa muy felices y pronto solo quedamos seis chicas. 

Miré hacia el techo muy poco interesada cuando sentí un leve roce en mi mano, me sobresalté y tiré de mi mano mirando al chico que se encontraba sosteniéndola. 

—Hola, me llamo Vince ¿Y tú eres? 

—Hola—respondí muy cortante arrebatando mi mano—soy Tessandra—como si no supiera quien soy, idiota. 




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