Entre la fe y la espada

Capítulo 7 "La Tierra del Fuego"

Franco no quiso pasar más días en Paladium, lo cual me sorprendió, creí que quería ver la ciudad entera o al menos un poco más de esta. Incluso llegó a mencionar que se quedaría más días.

En cuanto me levanté me aviso que nos iríamos de ahí inmediatamente, logré notar algo de urgencia en su voz. No lo cuestioné, tal vez el amargo recuerdo de la caída de Farfania regresó.

 

Lo que me extrañó aún más, fue que no quiso tomar el tren de Paladium hasta la Ciudad del Árbol. Franco ya no quiso viajar de esa manera, no se si era porque no se fiaba de viajar en tren o quiso dar un par de paradas más.

 

Salimos justo cuando salió el sol, en una carreta en la que no sólo íbamos nosotros, sino unas cuantas personas más.

 

Franco no quiso hablar en el viaje, lo cual me pareció extraño. El día de ayer estaba tan emocionado por contarme cosas, de su vida, de la historia del imperio, de todo, pero no decía ni una palabra. Lo único que me dijo fue a donde íbamos y nada más. Intenté un par de veces hacerlo hablar o que volviera a cantar una de esas canciones de caballería. Me rendí después de un rato, lo único que me decía Franco era que no estaba de humor para eso. Intenté hablar con las demás personas pero tampoco parecían muy entusiasmados.

 

En cierto modo, me recordaba a cuando salí de El Refugio. Viajando de lado en lado en busca de alguien que me pudiera entrenar, originalmente no quería formar parte de la guardia real, solo quería saber cómo valerme por mi misma. Creo que fueron como dos meses que estuve viajando por todo el Imperio antes de llegar a Paso del Rey. Ahí llegué a la taberna Chancho en Piedra, donde, por petición de Sarinha, le pedí a Franco una clase. Al principio se rehusaba a enseñarme algo, después de insistir bastante terminó aceptando a regañadientes. Durante esas lecciones me contaba sobre su época como caballero, y desde entonces yo también quería convertirme en uno. Y bueno, desde entonces me quedé en Paso del Rey para saber todo sobre ser un caballero.

 

A diferencia del resto de nuestro viaje, este tramo fue bastante pesado y cansado. Lo único bueno era que el clima era agradable.

Llegué a dormirme un par de veces y al momento de despertarme seguimos en el mismo camino aburrido.

Quería regañar a Franco por decidir viajar así en vez de ir en tren, pero me aguante. Debía haber una buena razón detrás de esto, algo que no quería decirme.

 

Lo único interesante fue cuando cruzamos el enorme muro de piedra negra, marcando nuestra entrada a Illusia, tras unas horas de viaje. No recordaba que los muros estuvieran tan altos… o tan desgastados. No podía decir que estaban en malas condiciones pero se notaba los cientos de años que habían pasado desde su construcción. 

 

Desgraciadamente el resto del viaje fue igual de aburrido. Casi me hubiese gustado encontrarme con Vandal. Al menos así, podía enfrentarlo si sabía algo del caballero, lo dudaba, pero al menos era más interesante que estar viendo árboles pasar. Ni siquiera lucían extravagantes, solo eran aburridos árboles de roble.

 

Terminamos en La Tierra del Fuego, después de una eternidad. Era un pequeño poblado de ignatios que se dedicaban a la tala de árboles, y al parecer, un lugar donde venían muchas personas a pasar la noche. Llegamos bastante tarde, cuando ya se estaba poniendo el sol.

Justo al llegar ahí, la lluvia comenzó a caer. Obligándonos a parar aquí. De seguro, hubiésemos seguido si fuera por Franco, así que la lluvia no fue tan mala en ese sentido. Aunque cada minuto que pasamos ahí se hacía más fuerte.

 

Nos hospedamos en un pequeño hostal, el único del pueblo de hecho. Nos registramos y subí inmediatamente a la habitación para quitarme la armadura y estar con algo más cómodo. Estaba harta de esa cosa. 

 

Cuando terminé de cambiarme. Acomodé mi ropa y unas cuantas cosas que tenía regadas por ahí.

 

Un sonido metálico me alertó. Solo era la placa de Vandal, me había olvidado completamente de ella. La recogí del suelo y la observé con cuidado, nunca le había puesto demasiado atención.

 

A decir verdad, estaba bastante bien hecha. Pasé mis dedos por el grabado del rostro y este se hundió ligeramente. Aparté mi mano rápidamente. ¿Un mecanismo? ¡Debía tener algo escondido! 

 

Presioné con cuidado el grabado nuevamente hasta que sonó un “click”. Los ojos comenzaron a brillar con un tono azul, y un pequeño rayo salió por la ventana.

 

Ay Dioses, ¡Ay Dioses! ¿Qué era eso? ¿Cómo lo apago? ¿¡Será un arma!?

 

Volteé la placa por todos lados, debía haber algo que lo desactivase. Presioné el rostro y no sucedió nada.

Presioné las letras del nombre y dejó de brillar. ¿Qué fue eso? Traté de respirar normalmente. Nunca había visto algo similar, aunque de algo estaba segura era magia, ¿De cual? No sé. No tenía pinta de ser magia negra, no me había hecho nada malo. No tenía ninguna maldición, al menos no de una que supiera.

 

— ¡Regina! — Me llamó Franco tocando ligeramente la puerta — ¿No quieres cenar? — Franco abrió la puerta en su totalidad.

 

Nos observamos un par de segundos, 

 




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