Entre la fe y la espada

Capítulo 8 "La costa del silencio"

Después de una hora de viaje, la lluvia paró, lo cual agradecí enormemente, pero ahora mismo, ese es el menor de mis problemas. 

Franco había traicionado al Imperio, Franco lo había traicionado al Imperio. Decir eso sonaba extraño para mi, era como si esas dos palabras nunca las esperaria juntas. Sabía que había algo detrás de todo eso, algo que nadie sabía y yo tenía que descubrirlo.

 

Le di mil vueltas al asunto, de todo lo que pudo haber pasado hacía treinta años, pero ninguna encajaba del todo o sonaba muy improbable.

En ningún lado escuché que un caballero cualquiera hubiera dejado entrar al caballero de Netherite al Imperio, sonaba raro de por sí. Nadie había mencionado a un Franco DiGivanni en las historias, mi tío nunca había mencionado algo similar y él mejor que nadie sabía sobre este asunto.

Al parecer, la historia había decidido que era momento de olvidarse de ese traicionero.

Tantos pensamientos hicieron que me diera un fuerte dolor de cabeza. Después buscaría respuestas.

 

Franco terminó quedándose dormido. Me hubiese gustado poder hacer lo mismo pero simplemente no podía. Trataba de buscar alguna explicación razonable para lo que hizo Franco. 

Incluso en su sueño, Franco parecía no estar tranquilo, temblaba ligeramente y murmuraba algunas cosas. Preferí no despertarlo, había escuchado que eso no era muy bueno

 

Me sentía tan sola y perdida. Tan sola y perdida como… cuando perdí a mi madre. A pesar de que había sucedido cuando tan solo tenía 5 años, lo recordaba vívidamente. Los últimos momentos que estuve con ella fueron dulces y tranquilos, probablemente fue un momento aburrido, ella me leyó una historia antes de irme a dormir, pero yo lo recordaba con gran amor. Después de eso, ella me dio un beso de buenas noches y se fue a un evento importante en carruaje. Y de ahí ya no supe qué pasó. Solo recuerdo estar en el funeral y mudarme al castillo con mi tío y mi primo. Hasta años después Silithur me contó que fue lo que había pasado, su carruaje aparentemente fue atacado por algo o alguien, aunque prefirió evitar los detalles de la historia.

 

Agité mi cabeza tratando de quitar los recuerdos amargos de mi mente. Parecía que aún teníamos un largo camino por delante. Resignada, intente dormir un poco.

Desgraciadamente, no tuve demasiada suerte. Por más que lo intentase parecía que mi cuerpo estaba resignado a querer dormir,  por mas cansada que esté. 

 

________________

 

Llegamos a un poblado poco después de que amaneciera. Era un poblado cerca de la costa, en el mar había varios barcos pesqueros que estaban llegando con grandes cantidades de carga. Las casas eran grandes, y había varios hostales cerca de la playa. Lucía bastante tranquilo, apenas si había gente a esa hora.

 

— Hasta aquí llegamos — Anunció el conductor mientras paraba la carreta cerca de una casa.

 

— ¿Dónde estamos? — Pregunté mientras me bajaba y ayudaba a Franco a hacer lo mismo.

 

— En la Costa del Silencio. — Contestó el conductor.

 

Justo donde quería llegar Franco, que curioso.

 

— Muchas gracias — Agradecí al conductor.

 

— Sabes, tu amigo podría necesitar un poco de ayuda. Hay una curandera a un par de calles de aquí — El conductor me señaló por donde se encontraba la curandera.

 

Tan solo me limite a asentir en agradecimiento. Como pude, balancee las mochilas en mi espalda y nos dirigimos hacía nos habían indicado.

 

Caminamos por las calles de piedra, parecía ser un lugar común para viajeros, por sus distintos negocios y bares. De estar en otra situación, estaría emocionada de estar por estos rumbos. 

 

Franco parecía poder caminar mejor ahora, aunque se recargaba aún más en su bastón y cojeaba más de lo usual.

 

Tras preguntar a unas cuantas personas, encontré a la curandera, al menos el local. Un lugar pequeño que tenía varias plantas (medicinales supuse) afuera que también servían de decoración.

Al momento de entrar, sonó una pequeña campana. El lugar se veía aún más pequeño y bastante hogareño, con plantas por todos lados y unos cuantos estantes con pociones. Además de que el lugar tenía un fuerte olor a medicina. Había una chica detrás del mostrador, parecía estar leyendo algo.

Me acerqué con cuidado pero no pareció importarle.

 

— Buenos días — Saludé para llamar su atención— ¿Me podría ayudar? Mi… amigo está herido — Balbuceé en voz baja.

 

La chica levantó la mirada y me miró con cierta extrañeza. No la culpaba, dos personas habían llegado empapados de pies a cabeza, con la ropa sucia y desgarrada.

 

— ¿Qué le sucedió? — Preguntó mientras sacaba un cuaderno.

 

— Se lastimó la pierna — Contesté rápidamente. La chica enarco una ceja en respuesta.

 

— De acuerdo… ¿Y tú no necesitas nada? — Me miró con cierta preocupación.

 

La pregunta me pareció extraña, hasta que me di cuenta que probablemente tenía el rostro lleno de golpes y cortes.




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