El viento de la madrugada aún golpeaba contra los cristales de la ventana cuando Clara despertó con un sobresalto. Su respiración era agitada, como si hubiese corrido kilómetros en sueños. El silencio de la casa la envolvía, interrumpido apenas por el crujido de la madera y el latido acelerado de su propio corazón. Se llevó una mano a la muñeca, allí donde la marca aún ardía levemente, como un recordatorio de que lo que había ocurrido días atrás no era una ilusión.
Se sentó en la cama y clavó la mirada en la oscuridad, como si esperara que alguien emergiera de las sombras. Aquel presentimiento extraño —esa certeza de que ya nada sería como antes— no la dejaba en paz.
La voz de Valentina resonaba en su memoria: “No eres la única, Clara. Esto apenas empieza”.
Con el cabello despeinado cayéndole sobre los hombros, bajó de la cama y caminó descalza por el frío suelo hasta la ventana. Afuera, la noche parecía contener un secreto. Los árboles se mecían con violencia, aunque no había tormenta. El aire respondía a ella, lo sabía. Bastaba un impulso, un pensamiento, para que aquel viento se agitara más.
—¿Hasta dónde me llevará esto? —susurró para sí misma, con un temblor en la voz.
Pero la respuesta no llegó.
---
A la mañana siguiente, la rutina parecía un disfraz que pesaba demasiado. En la escuela, las conversaciones banales entre compañeros apenas lograban atravesar la neblina que se había instalado en su cabeza. Valentina la observaba con atención, como si temiera que Clara se quebrara en cualquier momento.
—Hoy, después de clases —le dijo en voz baja, inclinándose hacia ella—. Debemos intentarlo otra vez. Practicar. Entender lo que somos.
Clara asintió, aunque en su interior el miedo latía con más fuerza que la emoción. Sabía que Aedan los vigilaba de cerca, incluso cuando pretendía ser invisible en los pasillos. Su figura solitaria, apoyada contra una pared, parecía un recordatorio constante de que lo que descubrían no era un juego.
En medio de la clase de literatura, Clara alzó la vista y lo encontró mirándola. No había dureza en sus ojos, sino una calma que ocultaba un mar de advertencias. Aquella mirada le heló la sangre y, a la vez, le dio una extraña seguridad. Como si estuviera allí para impedir que el mundo se desmoronara bajo sus pies.
---
Cuando la tarde cayó, Clara y Valentina caminaron hasta el claro escondido detrás del viejo puente de piedra. El aire olía a humedad, y la bruma cubría el suelo como si el bosque quisiera guardar sus secretos bajo un velo.
Valentina fue la primera en alzar la mano, cerrando los ojos con concentración. La neblina respondió, moviéndose con lentitud, como si reconociera su llamado. Clara observó con asombro, sintiendo que su pecho se agitaba con una mezcla de temor y envidia.
—Inténtalo tú —dijo Valentina con voz suave, casi alentadora.
Clara tragó saliva. Cerró los ojos, se concentró en el viento que rozaba su piel y dejó que sus pensamientos se mezclaran con aquella corriente invisible. Por un instante, sintió que todo se detenía… hasta que un remolino se levantó con violencia, sacudiendo las ramas de los árboles y lanzando hojas en todas direcciones.
Valentina retrocedió sorprendida.
—Clara… —susurró, con un destello de miedo y fascinación en los ojos.
La bruma se abrió ante ellas, y por un instante, Clara creyó ver algo. Una silueta oscura, apenas formada, que las observaba desde el otro lado del velo. Su respiración se cortó, y dio un paso atrás.
—¿Lo viste? —preguntó en un hilo de voz.
Valentina negó lentamente, confundida.
Pero Clara estaba segura: alguien o algo había estado allí.
---
De regreso a casa, la tensión no la abandonó. Ni siquiera cuando escuchó el timbre de su celular y vio el nombre de Iker iluminando la pantalla.
—¿Dónde te metiste hoy? —dijo él, cuando apenas ella acerco el celular a la oreja .con esa voz despreocupada que siempre la hacía tambalear.
Clara sonrió sin poder evitarlo, aunque la inquietud aún ardía dentro de ella.
—Estaba ocupada —respondió evasiva.
—Te extraño, ¿sabes? —añadió él, en un tono que parecía un juego, pero que en su corazón sonaba como verdad.
Ese era el problema: Iker sabía exactamente qué palabras usar para hacerla sentir especial, aunque nunca le mostrara más que destellos de un interés ambiguo. Clara cerró los ojos, imaginando por un instante cómo sería dejarse llevar por esas palabras sin miedo a despertar desilusionada.
Pero la imagen de Aedan apareció en su mente, serio, vigilante, con ese silencio que decía más que cualquier frase dulce.
El contraste entre ambos la desgarraba en silencio.
---
Esa noche, mientras la casa dormía, Clara bajó a la cocina en busca de agua. La penumbra la envolvía, y el reloj del pasillo marcaba las doce con un eco pesado. Fue entonces cuando escuchó voces en la sala.
Se detuvo en seco, escondiéndose tras la pared. Reconoció la voz grave de Aedan, aunque sonaba más baja, cargada de urgencia. Clara suspiro , al parecer eso de tener a un visitante nocturno no deseado se a vuelto una rutina .
—No están listas —decía—. Si las arrojan a los Juegos del Umbral ahora, será una masacre.
El silencio que siguió fue cortado por otra voz, desconocida para Clara, áspera y decidida:
—No tenemos elección. La marca apareció, y el tiempo corre en su contra. O se fortalecen… o mueren.
El corazón de Clara golpeó con violencia en su pecho. Sintió un mareo, como si el suelo se hubiera movido bajo sus pies. Las palabras resonaban una y otra vez en su cabeza: Juegos del Umbral. Muerte.
De pronto, un crujido en la madera la delató. La conversación se cortó en seco.
—¿Quién anda ahí? —preguntó la voz desconocida, con un filo que le heló la sangre.
Clara retrocedió, pero ya era tarde. Aedan apareció en la penumbra del pasillo, sus ojos encendidos por una mezcla de furia y miedo.
#1838 en Fantasía
#203 en Paranormal
#70 en Mística
trianglo amoroso, universidad amor odio, fantasia accion aventura y romance
Editado: 11.09.2025