Entre la marea de sus mundos.

In quaerere de damnatis

Diciembre 16 de 2020.

El grupo de policía se encontraba dividido en diferentes grupos, el silencio del océano era interrumpido por el sonido de las aspas del helicóptero al chocar contra el viento mezclado con el del motor de aquellas lanchas que lo repasaban una y otra vez.

Las calles de San Bernardo se encontraban tumultuosas, alteradas, frenéticas.

Por otra parte, en la comisaría se encontraban Mauro y Carolina ,a pesar de que el dia se hallaba  soleado, en su punto ideal para broncearse en la playa, donde el sol se reflejaba en la arena dando la semejanza de estar viendo pequeños granos de oro y las tenues olas del océano se acercaban a la costa salpicando los pies de quienes se encontraban allí, para ellos era una mañana gris en donde las esperanzas se perdían un poco más a cada hora que pasaba.

Sentados y tomados de la mano era como se encontraba el matrimonio, en una oficina de paredes color gris, con algunos cuadros y por supuesto, como no, el título de aquel hombre que llevaba la investigación. Frente  a ellos se encontraba un escritorio el cual estaba adornado por una placa rectangular en la que se leía  Detective D. Jefferson.

La puerta que se encontraba a sus espaldas se abrió provocando un leve chirrido y solo bastó  eso para que supieran que a quien estaban esperando se había dignado en aparecer.

El detective, luego de darle un apretón de manos a la pareja tomó asiento y con una mirada de parte de Carolina fue suficiente para imaginar lo  que vendría a continuación.

-Sr y Sra Lordanou, aún no hemos encontrado algún rastro de sus hijos aunque tenemos en la mira a un presunto sospechoso, a pesar de eso no perdemos las esperanzas y continuamos con la búsqueda, saben que si tenemos noticias no dudaremos en comunicarles los acontecimientos.-Dijo con una voz monótona y hastiada, aquella a quienes los padres empezaba a hartar.

-Eso es lo que nos viene diciendo hace dos semanas, debería comenzar a hacer su trabajo de una maldita vez- Mauro, luego de decir aquello se levantó furioso de la silla en la que se encontraba sentado para luego salir de la oficinal del inútil que se hacía llamar detective, para posteriormente ser seguido por su esposa con los ojos cristalizados por las lágrimas que comenzaban a colapsar de estos.

El detective Jefferson los vio salir de su oficina,  su rostro se arrugó por la bronca contenida, en su mente pensaba el martirio que aquellos padres estaban atravesando, pero también su grado de enojo iba en aumento -como lo hacía desde hace tiempo -  al ser presionado de esa forma durante dos malditas semanas. Como si él no se estuviera esforzando para encontrar a sus hijos, y no se desvelara noche tras noche al buscar alguna pista que se le podría haber escapado de las manos en un primer momento.

Luego de un rato en el que logró tranquilizarse, tomó el expediente y lo abrió. Allí se encontraba la foto de dos hermanos, mellizos. 

Elena y Gastón Lordanou.

Dos pares de ojos avellana lo observaban, aunque idénticos  entre sí, dos de ellos desbordaban alegría mientras que el otro par, con una mirada tan profunda, parecían decirte : Se lo que piensas, tus temores, se todo de ti. Un par de ojos que parecían atravesar tu alma, descubriendo tus más oscuros secretos para luego utilizarlos en su favor.

Ojos que miraba constantemente desde hacía dos semanas, que le recordaban su objetivo.

Decidido a encontrarlos, comenzó a leer el expediente por tercera vez en el día.

 

 




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