Entre la marea de sus mundos.

Viatorem brands.

En el desconocido. 

Elena.

El resto del día transcurrió normal, dentro de lo que cabe lo normal en todo lo que estoy viviendo.

Comienzo a creer que entre en un estado de coma luego de caer al océano y que toda esta locura que estoy viviendo, es producto de mi cerebro; ya que la idea de estar en un sueño se va esfumando poco a poco.

Las personas que nos hospedan a mi y a mi hermano son amables, pero mi lado desconfiado me impide confiar en ellos. Nadie le ofrece ayuda a dos desconocidos porque si, se que algo quieren a cambio y yo no voy a confiar, esperaré pacientemente hasta ver su verdadero rostro.

Dudo de todos, y  más  sobre Kirk. Algo en su mirada me dice que no debo confiarme, que él me apuñalaría por la  espalda.

Y Gaston… bueno él parece estar en el mejor viaje de su vida. Preguntado acerca de todo y en especial, sobre la gobernante. Tal parece que mi hermano quedó sorprendidamente interesado en aquella mujer.

Un día después Adler se ofreció a llevarnos a conocer al primer hombre de la tierra que trajo la marea hasta aquí, según él para que aclaremos nuestras dudas y podamos comprender todo de la mano de alguien que había atravesado lo mismo que nosotros hacía ya muchos años.

La ciudad no es muy diferente a como se ven en la vida real, la única diferencia es la falta de automoviles y de electrodomésticos, sin contar por supuesto la apariencia física de todos y sus super poderes -si, decidí referirme a ellos como superpoderes, en un forma de evitar volverme loca y tomar todo un poco más relajado- las calles son de tierra,y a sus alrededores, se ven cabañas y en alguna que otra niños jugando.

Jugando a mover agua con sus manos. 

He ahí el constante recordatorio de que todo está mal, que probablemente me esté volviendo loca o que quizás es una estrategia de mi mente para distraerme de una realidad; una  en la que yo me encuentro en un hospital conectada a cables luchando por mi vida, quien sabe.

-Te ves tensa.

-No lo estoy - Digo de manera abrupta, delatandome en mi mentira - ¿Acaso debería estarlo?

Intente muchisimas veces ignorar a Adler, ser maleducada para que dejara de hablarme pero él no se rinde. Continúa hablándome y mirándome con ese extraño brillo en los ojos que tan incómoda me hace sentir.

-Tranquila, se que debe ser difícil de aceptar pero todos haremos un esfuerzo para que Gastón y tu se sientan cómodos aquí.

Su sonrisa. Maldición.

¿Cómo alguien podía verse tan bien sonriendo?

Luego de eso, no volvimos a cruzar palabra en el resto del camino, pero Gas se ocupó de llenar ese silencio realizando comentarios típicos de él.

Por lo menos logró hacer lo que quedaba del viaje un poco más ameno.

Adler golpeó la puerta de una cabaña, similar a las demás con la excepción de que esta carece de flores, sino que está rodeada de arbustos.

Un hombre salió, el cual -seguramente- no pasa los 70 años. 

Cabello cubierto en su totalidad por hebras blancas, una sonrisa amable y una mirada cálida fue lo que nos recibió.

Si se le da un simple vistazo, parece un hombre común, con una panza regordeta normal para su edad pero luego, si prestas atención todo eso se va a la basura ya que en su cuello escamas azules relucían como diciendo :  “ Hola, aquí estamos, recordándoles que para todos nosotros, ustedes son unos bichos raros”.

-Bienvenidos, estaba esperándolos - Dijo el hombre apenas nos vio, con una sonrisa y un brillo en sus ojos.

Nos invitó a pasar y tomamos asiento en unos sillones color perla - toda la estancia estaba adornada de tal forma que me hace sentir en casa, a salvo - el hombre se presentó como Miguel y por su nombre tan inusual, a comparación de las personas que viven aquí, supe que él era a quien la marea había traído por primera vez, lo cual hizo que fuera extraño las, dichas ya, escamas azules en su cuerpo.

-Es una broma, ¿cierto?- Comentó furiosa. Estoy segura que mi cara refleja toda la ira que siento en estos momentos, a diferencia de Gaston que continúa actuando como si esto fuera normal. Me es imposible ignorar que estas personas nos están viendo la cara, se burlan de nosotros frente a nuestras narices, y a pesar de creer que es un sueño, no voy a dejar que me pisoteen de igual forma - ¿Se supone que tu eres a quien trajo la marea? Disculpeme, pero no te ves para nada como nosotros, así que me gustaría que se dejen de tonterías, porque eso no es gracioso, no es gracioso que se burlen de nosotros de esa manera.

Mi voz salió fuerte, segura. Todos los presentes en la sala, en la cual nos encontrábamos, me miraron sorprendidos al escuchar mi intento de discurso moralista.

-Elena… no seas grosera -Gaston me mira avergonzado, como reprendiendome por mi comportamiento.

-¿Que?- Contestó enojada, cansada ya de todo - Que tu te creas toda esta payasada es tu problema, pero yo no y no voy a mantenerme en silencio.

-Entiendo tu descontento e inseguridades- El hombre habla con un tono sereno, amable, Tal parece que va a ignorar mi comportamiento explosivo de recien - Es por eso que quiero ayudarlos, porque yo me senti exactamente igual a ustedes cuando llegue.

Luego de unos segundos en silencio, se dispuso a hablar.




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