Entre la marea de sus mundos.

Quod perierat naviculam

Diciembre 02 de 2020.18.17 pm. 

Daniel Jefferson.

Faltaba poco para que el sol se ocultara en el horizonte cuando mi celular sonó. Mis increíbles compañeros de caso - nótese el sarcasmo - habían encontrado el bote de los Lornadou.

Se encontraba en una zona precaria cerca de la costa, aparcada en un galpón de compra y venta ilegal.

La habían robado, obviamente y ahora solo faltaba encontrar a los hermanos.

Que el bote ya se encontrara a la venta me pareció extraño ¿que clase de ladrones roban algo y lo ponen a la venta ese mismo dia? Generalmente, cuando son cosas grandes como autos o  en este caso un bote se deja pasar un tiempo, suponiendo que los propietarios legítimos realizaron la denuncia del robo, hasta que las cosas se calmen. Es decir, lo dejan enfriar en algún lugar para luego poder transportarlo al lugar en el que se venderá.

Allí es adonde me dirijo en estos momentos, esperando encontrar a los hermanos y poderme ir a mi casa a dormir o tomar unas cervezas o mejor incluso, tomar unas cervezas mientras que hablo con Juliana, mi prometida.

Al llegar lo primero que diviso son a los inútiles policías esperándome en la entrada, tal parece que no me voy a librar de ellos hoy.

Genial, mi día perfecto.

El lugar es un completo desastre, cosas por todos lados, personas con cara de pánico y policías revisando cada puesto de venta con una mirada minuciosa.

Todos ellos lucían como unos niños cuando sus padres los descubren haciendo una travesura. Caras de auténtico terror al saber lo que se avecina.

Acabamos de disparar a dos pájaros de un mismo tiro, encontramos el bote y al parecer, uno de los mercados ilegales más grandes de San Bernardo.

-¡Estamos buscando a quien le pertenece el bote que se encuentra fuera!-No hubo respuesta, lo esperable. Parece que todos decidieron hacer oídos sordos a mi amable petición- ¡Aquel que colabore en encontrarlo recibirá una contemplación a la hora en que se confisquen todas las cosas de este lugar!

El policía a mi lado me mira serio, juzgandome con la mirada. Si, lo que estoy haciendo es un poco ilegal y obviamente es una mentira. 

Pero ellos no lo saben porque rápidamente todos comienzan a hablar intentando ser escuchado por encima de los demás, en un vano esfuerzo de evitar una multa o peor, ir a la cárcel.

-¡Están en la casa de enfrente!- Gritó uno.

-¡Lo trajeron esta mañana!- Otro se hace escuchar a lo lejos.

-¡Son dos hombres entrando a los treinta de cabello castaño!

Vaya, espero que no fueran sus amigos, porque estos tipos acaban de delatarlos como si nada; solo para salvar su trasero. 

Lastima que no podrán hacerlo de todas formas.

Junto al inútil que me sigue como un perrito faldero, nos dirigimos a donde nos indicaron, mientras que otros oficiales se quedan para comenzar a confiscar todo y luego encargarse de los vendedores.

Encontramos a los tipos fácilmente, ponen un poco de resistencia pero nada que no podamos controlar. Los llevamos a la comisaría para iniciar el interrogatorio.

Las típicas preguntas, donde lo encontraron, si estaba solo, en que estado y bla bla bla.

Resulta que lo encontraron a la deriva cerca de la costa, solo, sin nadie dentro; con dos trajes de buceo y un celular en uno de los asientos exteriores.

Luego de explicarles sobre la desaparición sobre Elena y Gaston, hablan.

Según ellos, los hermanos no se encontraban en él, no los conocen, nunca los vieron en sus vidas. 

Pero nunca se sabe, las personas saben mentir demasiado bien.

Creemos que el celular es de Elena, ya que el de Gastón se encuentra en su cuarto.

Al encender la pantalla, una foto de Elena y sus amigas es lo primero que veo, no hay que darle muchas vueltas para comprender es de ella. Sin embargo, lo mandare a analizar, chequear las llamadas y mensajes recibidos, asegurarnos de que nada raro hubiera estado pasando.

Comienzo a sentirme un poco mal, yo realmente creía que ellos estaban de fiesta con una gran resaca encima.

Pero no es así, ¿Será un secuestro?¿Querrán un rescate?¿Dinero?

No lo se, solo se que este caso ya no parece tan sencillo como creí esta mañana.

Terminamos soltando a los dos hombres, no sin antes una multa por robo. A causa de que  no hay suficientes pruebas en contra más que el bote haya estado en su posesión, no podemos seguir reteniendolos, sería algo ilegal. De todas formas los mantendremos vigilados.

Con todo el pesar, me dirijo a la casa de Mauro y Carolina Lordanou, con la cola entre las patas -nunca mejor dicho- regreso a ese hogar en donde horas atrás trate de exagerados a dos padres preocupados por sus hijos desaparecidos.

Pero debo afrontar las cosas, es mi trabajo.

-¿Encontraron algo?- Es lo primero que me pregunta la mujer al verme llegar, luce peor que esta mañana.

-Así es, encontramos el bote, estaba en un mercado de venta ilegal, detuvimos a las personas que tenían posesión de él, pero debimos liberarlas a causa de que no teníamos suficientes pruebas en su contra.

-¿Más pruebas en su contra?¿No es suficiente que tuvieran el bote en el que mis hijos desaparecieron?- Mauro me grita prácticamente.

-No señor Lordanou, no es suficiente.

Un silencio incomodo se instala, lágrimas caen por los rostros de la pareja, mientras que la vergüenza me va carcomiendo poco a poco.

-De todas formas los mantendremos vigilados, comenzaremos a indagar en hospitales y otras comisarías para saber el paradero de sus hijos -Explico con voz paciente - También encontramos el celular de Elena y lo mandamos a revisar, si encontramos algo les avisaremos.

Sin mucho más que decir, me doy media vuelta y me marcho a mi casa.

Algo egoísta y maleducado de mi parte, lo se, pero ya no soportaba ese ambiente.




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