Entre la marea de sus mundos.

Et promissionem

En el desconocido.

Elena.

Desperté temprano en la mañana, el aire de la casa se sentía tenso. Triste.

Sabíamos que todo iba a cambiar cuando pasara por la puerta principal y nadie quería eso.

-Vendrás a visitarme, ¿verdad? - Phoenix me miraba con los ojos rojos, llenos de lágrimas sin derramar.

-Claro que sí pequeña.

Con el tiempo aprendí que uno no debe prometer cosas que no sabe si podrá cumplir. Ese día cometí un error.

Ese dia fue el último en que vi a Phoenix y a mi hermano.

Me despedí de todos rápidamente con la promesa de vernos en los próximos días, incluso Gaston pidió que volviera cuando quisiera y con una nueva esperanza de recuperar nuestra relación, me marché a mi nuevo hogar.

Al llegar al reino que Craig gobierna, por primera vez desde que habíamos llegado me sentí en casa. En mi lugar adecuado.

Las miradas de asombro no estaban, porque allí todos éramos iguales con nuestros deslumbrantes cabellos blancos.

Los días comenzaron a pasar con regularidad y poco a poco me fui incorporando al reino, hablando con mis vecinos. Riendo verdaderamente.

Estaba en mi patio delantero por la mañana cuando una cara conocida apareció frente a mi.

-¡Adler! - Grite emocionada para después saltar en sus brazos y abrazarlo.

-Hey...Hola - Su sonrisa era enorme y sus ojos brillaban tanto, que pudieran haber sido usados de linternas en la más oscura noche.

Decidí mostrarle mi nuevo hogar, orgullosa del lugar en el que vivía.

-¿Y como está Pohenix? -Pregunté cuando estábamos recostados en una alfombra del salón.

-Bien, te extraña - Dijo titubeante - Ve a verla pronto, a todos.

-Lo haré, tranquilo - Me sentí un poco culpable, le había prometido que iría a verla pero la emoción por todo lo nuevo que pasaba en mi vida me hizo olvidarme por completo de ello - ¿Y Gaston? ¿Cómo está él?

-Bueno... Bien - El silencio reino y basto con una sola mirada por mi parte para que me contara todo aquello que se estaba guardando - Casi no está en casa, ya sabes los entrenamientos con Lilac ocupan mucho tiempo.

No quiso mirarme a los ojos, evitó mi mirada y eso bastó para comprender que mi hermano estaba cambiando. Siendo absorbido y que ya casi no se preocupaba por nadie más que por Lilac.

Gaston siempre tuvo ese defecto, cada vez que alguien le gustaba todos los demás dejamos de existir - Ya ocurrió en el pasado hace algunos años. Cuando teníamos dieciséis exactamente, su primera novia lo absorbió por completo y no volvió a ser el mismo hasta que la relación culminó.

Un poco decepcionada de que la historia se repita, me levanté y me dirigí a la cocina para lavar los platos sucios que habíamos dejado después de comer algunos aperitivos.

Arremangue mi camisa y abrí el grifo, para luego comenzar a lavar un plato.

-¿Qué tienes ahí? - La voz de Adler me sobresalto.

-¿Dónde? - Pregunte confundida mirando a los lados.

Se acercó  a mí a paso apresurado y tomó mi brazo, el que no poseía la cicatriz de mi reciente encuentro con las ardillas. Una gran rama con hojas recubrió mi muñeca y antebrazo, casi exacto - por no decir igual- al que poseían los padres de Adler y todo su reino.

-Eso… eso no estaba ahí esta mañana.

El me miraba alarmado, asombrado por esto que estaba ocurriendo.

-No puedes decírselo a nadie - Exclamó sobresaltada - Prometemelo Adler.

No lo supe en ese momento, pero una sensación de peligro me abrazó. De un momento al otro toda la comodidad que había sentido hasta el momento en mi nuevo hogar se esfumó y una constante alerta apareció en mi mente.

Adler prometió no decir nada hasta que yo pudiera saber que estaba ocurriendo.

Gracias a esa promesa fui a dormir esa noche un poco más calmada, pero la calma en una tormenta dura poco. 

 




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.