Entre la Tierra y el Cielo Libro 1

Capítulo 4. Nos iremos

Estoy perdida y muy estresada.

Definitivamente odio las matemáticas. Lo que más odio son las fórmulas con procedimientos largos. ¿Quién invento las formulas? ¿Cómo supo que esas eran las correctas? ¿A qué hora se termina la clase? ¡Ya me quiero! Solo llevo anotado lo que el profesor escribió al inicio de la clase, llevo quince minutos fingiendo que estoy prestando atención. Al parecer no soy la única que no entiende el tema de hoy, desde mi lugar veo como Salma juega con sus cartas del tarot.

─Ana, te lo mandan.

 El chico de mi izquierda me pasa un papel doblado a la mitad. Miro el papel y lo desdoblo para leer su contenido.

Veo que tienes problemas en mate. Te espero afuera de la biblioteca terminando esta horrible clase. ¿Ya notaste que King tiene la cremallera abajo? Jajaja

No faltes, te estaré esperando.

P. D.  Voltea a la ventana.

Juan Pablo.

Volteo a ver a la ventana, ahí está él; riendo y sonriendo. Me guiña un ojo, se da la vuelta y desaparece. ¿Qué estará tramando? ¿Será que ya pensó en algo para ayudarme con mi ensayo?

Juan Pablo tiene razón, King tiene la cremallera abajo. Me quiero reír y compartir este momento con mis compañeros. Ahora me es difícil fingir que presto atención, trato de aguantarme la risa y es muy difícil.

Durante el transcurso de la clase no le he quitado los ojos al enorme reloj rojo que está detrás del profesor. Faltan cinco minutos para salir, pero a King le gusta vernos sufrir y nunca deja de explicar hasta que la clase se acabe por completo. Siempre usa la frase: “El tiempo vale oro”. Desperdiciar un solo minuto significa tarea extra.

Algunas veces mis compañeros se molestan con Salma cuando en las mañanas discute con él. Como la vez que discutieron una hora, fue la peor tarea extra que hemos tenido. Sesenta problemas del teorema de Pitágoras, todos los invento en el momento.

­─Pueden salir ─indica King, borrando todo lo que anoto en la pizarra.

Tomo mis cosas y las guardo adentro de la mochila. Guarde el cuaderno sin cerrarlo, mis hojas se van a arrugar o arrancar, pero ahora mismo eso no me importa. Salgo corriendo del salón. Nunca había salido tan rápido de una clase desde la vez que Rodrigo Vargas se vomito en el salón, solo de recordarlo me da asco.

Paro de correr al darme cuenta de que estoy corriendo; nunca corro, a menos de que sea necesario o mi vida esté en riesgo. Me tranquilizo y camino a la biblioteca. Juan Pablo me espera recargado en la pared, tiene la mirada clavada en su teléfono.

Hoy se ve muy bien, bueno, todos los días se ve bien. Su estilo rockero me encanta.

─Hola ─pronuncio estando enfrente de él. Despega la mirada del aparato y me mira─. ¿Qué ocurre?

─Nos iremos.

─¿Cómo que nos iremos? ─arrugo la frente. Me muestra la pantalla de su teléfono.

El aparato marca un camino en google maps. No tengo idea de qué lugar se trata, solo sé que es por la carretera y que tardaremos en llegar aproximadamente una hora y media según el mapa.

─Es uno de mis lugares favoritos. Te ayudara a escribir tu ensayo, no tiene cosas divertidas para hacer, pero es un buen lugar para obtener inspiración.

No estoy entendiendo nada.

─¿Vamos a ir hoy? ¿Ahorita?

─Si, ¿hay algún problema?

«Si, tal vez que nunca he faltado a alguna clase dos días seguidos».

─Oh, vamos Ana. De vez en cuando deberías romper las reglas. Te aseguro que nos vamos a divertir. Nadie se dará cuenta y no pasara nada, te lo prometo.

Mi lado de niña estudiosa y responsable me dice que no vaya. Sin embargo, mi lado de niña rebelde me dice que vaya. Por cómo me mira Juan Pablo hace que mi lado rebelde gane.

─Está bien ─acepto, posiblemente me arrepentiré a la mitad del camino.

─Te va a encantar este pequeño viaje, cuidare de ti.

Solo serán cuatro clases, todo estará bien. ¡Espera! ¿Cuándo es el examen de biología? ¿No es hoy? No, los exámenes empiezan a partir de la otra semana. Solo estoy buscando un pretexto para quedarme, me estoy asustando para nada. ¿Debería de decirle a Salma? No, si le digo va a querer venir con nosotros y no quiero eso.

Estoy nerviosa, es la primera vez que no entrare a clases.

Sigo a Juan Pablo hasta el estacionamiento. Algunos alumnos apenas están entrando a la escuela, mientras que otros ya se encuentran en la siguiente clase. Juan Pablo se detiene en una camioneta Ford plateada. No sé nada de camionetas o autos, así que no puedo especificar qué modelo de camioneta es. Lo que sí sé es que es la camioneta de la directora.

─¿Tienes licencia de conducir? ─pregunto con nervios.

─Sí, me la dieron la semana pasada. En pocos días cumpliré los dieciocho y mamá convenció a los sujetos de las licencias para que me la dieran antes.

─¿Tu mamá no se molestara por usar su camioneta?




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