Entre la Tierra y el Cielo Libro 1

Capítulo 11. Segunda oportunidad

─Es un nuevo record.

Al abrir los ojos la luz de la habitación me ciega por completo. Parpadeo varías veces hasta lograr recuperar mi vista, lo primero que veo es que estoy acostada en el suelo y que dos chicos me miran con preocupación.

Diablos, eso significa que sigo en este lugar.

─¿Qué fue lo que paso? ─me incorporo llevando una mano a mi frente.

Apoyo la otra mano en el sofá de nube para intentar ponerme de pie, este se hunde por completo haciéndome caer. No entiendo como no pasa eso cuando uno toma asiento.

─Síntomas DDM ─responde Alonso. Me toma del brazo ayudándome a ponerme se pie─. Síntomas Después de la Muerte. Es algo que aún no tiene explicación, suele pasarles a los ángeles que recién llegan a la Terminal. Es algo muy raro, de repente los ángeles cierran los ojos y se quedan así por horas, es como si se hubieran desmayado. Les pasa eso a nueve de cada veinte ángeles que llegan por minuto.

─¿Cuánto tiempo estuve así?

─Seis horas.

¿Seis horas? Debe de estar bromeando. Es lo que solía dormir todos los días cuando estaba viva, supongo que ahora en adelante ya no tendré que preocuparme por las horas que debo dormir.

Antes de que me desmayara recuerdo estar hablando con la abuela sobre lo peligroso que es cruzar la calle sin mirar que no vengan autos.

─Acabas de vencer el ultimo record ─habla Martín─. El pasado fue de cuatro horas con veintiséis minutos. Yo dure una hora.

En estos momentos me siento como la primera vez que probé el Tequila. Todo surgió gracias al abuelo, me sirvió un shot y me dijo que lo bebiera o mejor dicho, me obligo a beberlo. Aún recuerdo sus palabras: «Solo es un traguito. Por nada en el mundo le vayas a decir a tu madre». Diez minutos después, ese “traguito” me mareo y me hizo caer tres veces. Media hora más tarde mamá lo hizo firmar un contrato donde debía prometer no volver a llevar alcohol a la casa. Lo que mamá no sabe es que el abuelo me lleno el vaso cuatro veces y me bebí hasta la última gota.

Me siento aturdida y ya tropecé dos veces. Si no fuera por Alonso ya estaría en el suelo.

─Llevare a Ana a su habitación ─toma mi mano. Ya van varias veces que lo hace, esta vez he tenido la sensación de que se me erizo la piel─. Hablaremos después.

Martín se despide de mí con una sonrisa y agitando la mano. Los tres desaparecemos al mismo tiempo. Alonso y yo aparecemos en una habitación un poco grande. Las decoraciones hacen ver que el sitio es un lugar perfecto para un adolescente.   

—Esta será tu habitación. Puedes hacer todo lo que tú quieras: cambiar de lugar las cosas, acostarte en el suelo, saltar sobre la cama, gritar, cantar, llorar... En fin, aquí puedes ser libre.

Le doy un vistazo. No está nada mal, de hecho me gusta mucho.

Pegada a una de las paredes esta una especie de cama, a lado hay una mesita de noche donde esta una hermosa lámpara con forma de alas y un portaretrato con una fotografía de mis papás junto a la pequeña Luz. En la otra parte de la habitación se encuentran dos sofás, una pequeña mesa de vidrio, un tocadiscos y una linda televisión de nube. En las paredes hay posters de mis grupos favoritos de rock y un gigantesco cuadro de Queen.

—Pedí que decoraran con las cosas que más te gustan. A lado del tocadiscos están todos tus discos favoritos y unos extras. Algunos son míos.

Corro a ver el viejo tocadiscos, es precioso. Me hace recordar las tardes en la casa de los abuelos, la abuela ponía sus discos de Bon Jovi y el abuelo los cambiaba por los de Kiss, al final terminábamos escuchando Queen.

Fácilmente en la caja hay más de treinta discos de vinilo. Me voy a volver loca, quiero escucharlos todos. El primero es el de Thriller de Michael Jackson. Se me salen las lágrimas al tener tanta belleza en mis manos.

—No tengo palabras para describir esto —tomo uno de los discos de en medio, es The Game de Queen.

—Solo quiero que te sientas cómoda ─rasca su nuca. Lo noto un poco nervioso─. Por cierto, la televisión de nube solo la puedes ver una vez al día y solo por una hora. No es una televisión normal, en ella puedes ver lo que está haciendo tu familia o alguna otra persona que sea importante para ti.

Es como la nube gigante de la otra habitación, solo que esta es tamaño normal y se ve que no tiene las mismas funciones.

—Mi habitación es la de al lado. Si necesitas algo solo grita mi nombre y apareceré.

—Muchas gracias por esto y por cuidar de mí todo este tiempo.

—No es nada.

Por un momento pensé que se estaba despidiendo, sentí un alivio al ver que se sentó en la cama. Aun no quiero quedarme sola, este lugar me asusta y es tan inmenso que me voy a perder.

Junta sus manos haciendo aparecer una especie de tableta con forma de nube. Con tanta nube este lugar en vez de llamarse Terminal B, debería llamarse “El lugar de las nubes”.

Me siento a su lado dejando un espacio entre los dos. Mientras más lejos, mejor.

─Tengo que hablar contigo de algo muy importante. Para eso necesito hacerte una pregunta. Si te dieran a elegir entre la Tierra o el Cielo, ¿qué elegirías?




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