Por Alonso
«No vayas, no vayas, no vayas», me lo repito una y otra vez.
Ana se levanta y va hacia la mesa donde está sentado Juan Pablo. Tengo que quedarme aquí, es lo mejor, lo más probable es que escuchare cosas que no debería y terminare sintiéndome mal.
Pero… ¿y si Juan Pablo le hace algo o la lastima? Mi deber como ángel guardián es estar con ella en toda ocasión… Tengo que ir.
“No creo que sea buena idea que vayas” ─me dice Salma en su mente.
No le hago caso y como nota mental agrego no leer sus pensamientos cuando se pone a besar a su novio. Me pongo de pie y voy con mi ángel. Está de pie mirándolo con la misma dulzura de siempre, en los ojos de ambos sigue ese brillo que apareció el día que hablaron por primera vez.
Me enfoco en el chico para leerle los pensamientos. La comunicación se interrumpe cuando aparece la que creo que es la secretaria de la directora.
─¿Ana? ¿Puedes acompañarme? La directora desea verte en su oficina.
“Muy bien, Natalia me mando por la chica, ¿qué tenía que hacer después?... ¡A sí!, después de que le dé la bienvenida le tengo que recordar su cita con el abogado. Espero y no se me olvide” dice la señorita en su mente.
Ana le da un último vistazo al chico y de mala gana sigue a la secretaria.
─Solo quiere darte la bienvenida, no te preocupes por nada ─la tranquilizo.
Me espero a que Ana se aleje para poder sentarme enfrente de Juan Pablo e iniciar con mi análisis.
El chico se ve destrozado, ni lo reconozco, no viste como normalmente lo hace. Admito que se viste con mucho estilo y ser músico le queda a la perfección. Por más que lo intento, no logro que el chico me agrade, es todo lo contrario… cada día me cae peor. Su ángel guardián es uno de mis enemigos, mi primera pelea en la Terminal fue con él, la segunda con el guardián de Lidon.
Los tres nos llevamos pésimo y somos los peores ángeles guardianes.
“Al diablo, no puedo estar lejos de ella”
De su mochila saca su teléfono, de reojo trato de ver lo que hace. Le escribe un mensaje de texto a Ana, quiere que se vean en el armario del conserje. Já, ¡Que original! Lo peor de todo es que estoy seguro de que Ana le va a hacer caso y va a ir.
Sigo al chico hasta el mugriento lugar, al ver que Ana se acerca me escondo detrás de un chico que me dobla la altura. No voy a entrar aunque me muero de las ganas por hacerlo. Pego el oído a la puerta para poder oír lo que dicen. No escucho casi nada y me es imposible escuchar los pensamientos de Juan Pablo. Oh, no. Eso solo significa una sola cosa… en la Tierra no puedo leerle los pensamientos a Ana y tampoco puedo leérselos a las personas que tengan contacto físico con ella.
Me atravieso por la puerta, lo primero que veo es a Juan Pablo uniendo sus labios con los de Ana. Me voy la vuelta y cierro los ojos, no puedo ver eso. Necesito separarlos de alguna forma.
─Llegaras tarde a biología ─le digo lo primero que se me ocurrió.
Al escuchar mi voz se separa del chico, no pensé que funcionaria.
─No puedes faltar a ninguna clase, lo prometiste.
Y me voy.
No puedo seguir aquí, ya no quiero estar en la Tierra, no quiero continuar, no puedo con esto.
Estoy que la sangre me hierve y que el corazón me quiera explotar. ¿Qué tontería estoy diciendo? Ni siquiera tengo sangre en el cuerpo y mucho menos tengo corazón, solo sé que estoy lo que le sigue de molesto. ¿Celoso? Puede que también lo este y odio sentir celos. Perderé el control en cualquier momento. No sirvieron de nada esos cursos de autocontrol a los que mamá me inscribió cuando tenía dieciocho años.
De mi bolsa mágica saco mi tableta de nube y tecleo el código para regresar a la Terminal. Aparezco en segundos en mi bello y hermoso hogar. Estos días comencé a extrañar este lugar, todo sigue igual y eso me hace feliz, constantemente hacen remodelaciones muy buenas y no quiero perderme ninguna.
Se siente como si me hubiera ido por un año.
Alado de mí pasa el ángel guardián de Juan Pablo, verlo me hace enojar aún más. Golpeo la pared sin control, me detengo al sentir la mirada de los de mí alrededor. Sin golpear otra cosa me pongo a caminar por los pasillos. Martín se hace presente a unos metros de mí, abre los ojos como platos y se los frota para después verme con una cara de confusión.
─Sí, soy yo.
Lo paso por un lado sin mirar hacia atrás.
─¿Qué estás haciendo aquí? Se supone que regresarías en dos meses.
─Me rindo.
─¿Cómo que te rindes? ─no le respondo─. Alonso, detente. ¿Qué fue lo que paso?
Se pone en medio del camino y me toma de los brazos.
─Es ese Juan Pablo. Ana se besó con él.
─Alonso, ya habíamos hablado sobre eso. ¿Estás aquí por un simple beso?
─No es un simple beso ─me llevo las manos detrás de la nuca. No quiero hablar con nadie─. Está claro que estoy celoso y que no puedo controlarme. Dios mío, terminare convirtiéndome en un ángel caído.