Entre la Tierra y el Cielo Libro 1

Capítulo 18. Un día sin Alonso

Hoy Luz y yo decidimos faltar a la escuela, ninguna de las dos tenía ganas de ir. Desde muy temprano mande un comunicado a nuestras escuelas diciendo que nos había dado un virus estomacal. De igual manera no pasa nada por faltar un día y es viernes, un día no tan importante.

Las dos hemos estado un poco decaídas estos días. Papá tuvo que ir a un viaje de negocios fuera del país y no volverá hasta la otra semana. Mamá pidió permiso en su trabajo para ir con él. Ambos se fueron emocionados con la idea de que pasaran más tiempo juntos. Últimamente andan como dos tontos adolescentes enamorados, agregando que su boda se llevara a cabo dentro de un mes. La esposa de Raúl es organizadora de eventos y mamá la puso a cargo de casi todo.

Lo que me pone triste es que mañana es mi cumpleaños y ellos no estarán, se supone que sería el primer cumpleaños que pasaríamos los cuatro juntos después de cuatro años. Tal vez es mi castigo por haberme escapado de la fiesta de Luz.

Para las doce de la tarde es cuando decido levantarme de la cama y solo porque la espalda comienza a dolerme. Me inquieta no ver a Alonso a mi lado, por las noches siempre está conmigo cuidando de mis sueños y por la mañana su sonrisa siempre es lo que veo al abrir los ojos.

En el escritorio hay un artefacto raro, una luz azul parpadea una y otra vez. Encima de este hay un pergamino, al tomarlo el artefacto deja de parpadear.

Ana,

Ayer no pude avisarte que tengo que ir a la Terminal. Cuando pasamos mucho tiempo en la Tierra nuestra alma comienza a perder luz y nos debilitamos.

El día de hoy no voy a poder estar contigo, pero no tienes que preocuparte por nada, antes de marcharme me asegure de que todo vaya a estar bien y así será. Posiblemente regresare a media noche o mientras estés durmiendo.

Disfruta mucho tu día, diviértete y evita meterte en problemas.

Nos vemos en unas horas,

Alonso.

Por cierto, les prepare el desayuno a ti y a Luz, aunque para la ahora que se van a levantar es seguro que será su almuerzo o su comida. Espero de todo corazón que les guste.

El pergamino junto al aparato desaparecen al terminar de leer lo escrito por Alonso. Están muy locas todas las cosas de los ángeles.

Tengo dos cosas que decir. La primera: la letra de Alonso es muy hermosa, es mucho mejor que la mía. La segunda: ¿Qué voy a hacer sin Alonso? Lo necesito, gracias a él mis días malos se vuelven buenos. Estoy tan acostumbrada a él que siento un enorme vacío en mi corazón.

De repente la habitación se vuelve fría y me siento muy sola. Ya me estoy arrepintiendo por faltar a la escuela.

Me parece que estoy exagerando un poco. Solo serán unas horas, mañana estará nuevamente conmigo y todo volverá a la normalidad.

Si así me siento cuando se va por unas horas, me sentiré peor cuando se vaya para siempre y no vuelva a verlo hasta que llegue el día de mi muerte. A menos que elija el cielo, si lo hago estaré con él para toda la eternidad.

Ya lo extraño y aún no han pasado ni cinco minutos desde que leí el pergamino.

Como loca bajo las escaleras y voy directo al comedor. Hay dos platos con tres panqueques en cada uno. Los tres panqueques están hechos a la perfección ─a mí nunca me salen tan redondos y esponjosos─, las fresas que se encuentran arriba están cortadas de una manera única, tiene unos hilos hechos de caramelo y lo que más lo hace especial es como se desliza el maple. La presentación es como de un restaurante de cinco estrellas.

Se me hizo agua en la boca.

A punto de gritarle a Luz para que baje me doy cuenta de que ya está a mí lado.

─Tú no los hiciste, ¿verdad? Ni siquiera a mamá les salen así.

Se acerca a los platos para verlos detalladamente.

─No, yo no los hice. Ni practicando todos los días me saldrían así.

─¿Entonces? ¿Los compraste? ¿Susy los hizo?

La pequeña se lanza a la silla y toma un tenedor para comenzar a comer. Cuando da el primer bocado el rostro se le ilumina como a Anton Ego en Ratatouille.

─¡Estos son los mejores panqueques que he probado en mi corta vida! ─grita con mucha emoción. Tomo asiento para comprobar lo que dice─. Ana, ¿de dónde los sacaste? Te juro que son los mejores.

Corto un enorme pedazo y me lo llevo a la boca. Luz tiene mucha razón, son los mejores panqueques que hemos comido. Tienen un sabor muy diferente a los normales, debió de usar otra marca de harina, no saben a los que siempre hacemos.

Cuando Alonso regrese le pediré que nos cocine más cosas, puedo asegurar que lo salado le quedara igual o incluso mejor que esto.

─¿Fue tu amigo imaginario? Se llama Alonso, ¿no?

Casi me ahogo con el pedazo de panqueque. No espera escuchar eso.

─Sé que tienes un amigo imaginario o algo parecido. Yo no le veo nada de malo, deberías de dejar de negarlo.

─¿Cómo sabes que se llama Alonso?

─Muchas veces te he escuchado hablar con él.




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