Susy no deja de discutir con la mamá de la amiga de Luz, tiene cara de que en cualquier instante le soltara un golpe. Todo este conflicto se debe porque Luz consumió unas pastillas pensando que eran de dulce y al traerla al hospital la pequeña se tropezó y cayó sobre su brazo. Ahora su brazo izquierdo tiene un feo yeso y le tuvieron que hacer un lavado estomacal para sacar todas las pastillas que consumió.
No puedo creer que Luz se haya confundido con algo así.
Las dos continúan discutiendo, hasta que uno de los guardias de seguridad interviene y les advierte que si siguen discutiendo las sacaría del hospital. La señora nos saca la lengua, toma a su hija y se va furiosa. Me acuerdo cuando el abuelo decía que esa señora era la hermana perdida de Tronchatoro.
─Luz, nunca más volverás a ir a la casa de esa mocosa. Es más, no volverás a juntarte con ella. Esa señora es una bruja. O sea, todavía de que no cuida a mi pequeña quiere que le pague el medicamento ─pone los ojos en blanco y suelta varias palabrotas─. Esa señora está loca y no sabe con quién se acaba de meter, cuando se meten con Susana Heller… uy, deben de andarse con mucho cuidado. Esa señora no sabe lo que le espera… no lo sabe.
Es la primera vez que veo a Susy tan enojada. No está enojada, esta lo que le sigue de estar enojada. Tiene la cara roja y sus nudillos están blancos por toda la fuerza con la que aprieta sus puños.
─Señora.
─¡¿Qué?! ─espeta.
Al darse la vuelta casi se le cae la cara de vergüenza al ver al doctor.
─Discúlpeme doctor, que pena con usted. Es solo que estoy algo alterada, debe de saber que normalmente yo no actúo así, yo soy una persona con modales.
─No se preocupe, necesito que me acompañe a firmar unos documentos para que la niña pueda irse.
─Lo que usted diga. Ana, quédate con Luz, no tardo ─indica y se va detrás del doctor.
Al quedar solas le lanzo una mirada asesina a Luz, estoy enojada con ella. Es la primera vez que está en el hospital y luce muy tranquila, más bien parece que está feliz y no logro entender el porqué. Nadie esta tan alegre cuando viene al hospital y mucho menos si te acabas de fracturar un brazo y te acaban de hacer un lavado estomacal. Debería de estar llorando o al menos sentirse triste.
─¡Feliz cumpleaños! ¿Ya regreso tú ángel guardián? ─pregunta con una sonrisa de oreja a oreja.
─Tienes un brazo enyesado, te hicieron un lavado estomacal… ¿Y estas preocupada por saber si regreso mi ángel guardián?
─¡Si! ─responde sin preocupación─. ¿Está aquí? ¿Crees que pueda hoy pueda conocerlo?
─No lo sé, no he hablado con él sobre ese asunto.
Al otro lado de la cama Alonso me hace una seña para que vaya con él.
─Ahora vengo.
Alonso y yo salimos de la habitación. Susy nuevamente está discutiendo con la señora, pensé que ya se había ido. Se ve que el doctor está muy molesto, intenta interrumpirlas, pero parece ser que las señoras se olvidaron de su existencia. No me va a sorprender si al final del día corren a Susy del hospital. Ojala y sea así, ya quiero irme de este lugar.
─Luz sabe de tu existencia ─le confieso─. Sé que primero debí de hablar contigo y aceptare toda la responsabilidad si eso te ocasiona problemas. A Luz le encanta todo el tema de las cosas y personas mágicas, se emocionó tanto al saber de ti que le dije o más bien, le prometí que cuando regresaras iba a poder conocerte. ¿Puede hacerlo? ¿Puede conocerte?
─Sí, si puede hacerlo. Ella cree en nosotros, por lo que no se romperá ninguna regla.
─Muchas gracias, te debo una. La pequeña se va a poner muy feliz ─le doy un abrazo como manera de agradecimiento─. ¿Primero no tienes que transformarte en humano?
─No hace falta, ella podrá verme ahora en adelante.
Al regresar a la habitación el rostro de Luz se ilumina como un árbol de navidad. La pequeña suelta un grito y se queda con la boca abierta. No sabe qué hacer y qué decir, parece que está apunto de desmayarse.
─Luz, él es Alonso, mi ángel guardián.
Suelta otro grito, yo creo que hasta en China lo escucharon.
─¡No puedo creerlo! ¡Es tu ángel! ¡Hay un ángel aquí! ¡Un ángel!
Alonso se ríe y se sienta en el borde de la cama. La pequeña patalea de la emoción.
─¿Quieres ver mis alas? ─le pregunta.
─¡Si! ¡Súper sí!
Las dos vemos como de la espalda de Alonso se van formando sus bellas y hermosas alas blancas. Durante el tiempo que lleva aquí no se las había visto, tengo ganas de tocarlas y sé que Luz se muere por hacerlo.
─Puedes tocarlas ─le indica a la pequeña.
Sin pensarlo toca su ala derecha, yo no me quedo atrás y hago lo mismo. Es tal y como lo imagine, son muy suaves y delicadas. Estoy enamorada de ellas, son tan hermosas, en realidad todo en él es hermoso.
─Esto es para ti ─le entrega una larga y fina pluma─, es una pequeña parte de mí que me gustaría que conservaras. Nunca dejes de soñar y de creer en la magia, nunca nos olvides.