Entre la Tierra y el Cielo Libro 1

Capítulo 31. ¿Dónde está mi ángel?

─Ana, despierta. Te vas a perder el amanecer.

El alba me despierta pintando el cielo de un rosado cálido. El sol se asoma por el horizonte iluminando el mar de anaranjado. Más de diez gaviotas pasan volando encima de nosotros diciéndonos los buenos días. Las olas con movimientos lentos nos entregan un frasco de cristal, Alonso lo toma sacando un pergamino.

Querido Alonso,

¡Feliz cumpleaños! No sabes lo mucho que nos alegra tenerte un año más. Todos los ángeles en la Terminal te mandamos un apretado abrazo y mucha energía para que brilles más. Te deseamos lo mejor y esperamos verte pronto para festejar como se debe.

Te amamos mucho, nuestro jugador estrella. Nunca olvides que eres especial, más de lo que crees.

Cristopher, tu ángel superior.

Alonso guarda el pergamino en el frasco y se lo lleva al pecho, abrazándolo con mucha fuerza. Tiene los ojos llenos de lagrimas.

─¿Es tu cumpleaños? ¿Por qué no me lo dijiste?

Me lanzo hacia él a darle un fuerte abrazo. Esto le forma una sonrisa y le pinta las mejillas. Es su cumpleaños, su día especial… debería de estar con sus seres queridos recibiendo mucho amor y no aquí conmigo en un viaje escolar con chicos adolescentes con las hormonas alborotadas.

─Mi cumpleaños no es algo que me entusiasme mucho o me interese. No es divertido cumplir veinte años por décima octava vez, aunque eso es mejor que decir que cumplo treintainueve ─arruga la frente como si fuera un asco tener esa edad.

Eso quiere decir que si Alonso estuviera vivo, estaría pisando ya casi los cuarenta. No puede ser, no me lo imagino con una vida diferente a esta. ¿Se estaría jubilando del fútbol? ¿O estaría trabajando en alguno de sus miles de restaurantes? ¿Estaría casado? ¿Con hijos? 

─No me imagino cumpliendo la misma edad muchas veces.

─Con el tiempo te acostumbras. Cristopher siempre ha organizado buenas fiestas, es como un padre festejando el cumpleaños número tres de su primer hijo.

─Me lo imagino, Cristopher te ama y se preocupa mucho por ti.

─Se preocupa demasiado ─me corrige─. Para él yo soy como su hijo y él para mí es como mi segundo papá. Estos dieciocho años él ha hecho mucho por mí y me ha enseñado demasiado. Siempre ha intentado hacerme mejor persona, me mostro lo maravilloso que es ser ángel guardián y me dio una razón para que mi alma siga viva. Le debo tanto que dudo que en esta vida pueda pagarle por todo. Es mi mejor amigo, mi papá… lo es todo para mí, sin él estaría perdido ─alza su mirada al cielo.

Un destello de luz aparece por segundos, Alonso le sonríe al cielo y le da las gracias. Las señales del cielo siempre me recuerdan a esos seres especiales que nos acompañan a diario y que a veces nos regresan al camino.

─La primera vez que lo vi tan feliz fue cuando me nombraron ángel guardián y a él ángel superior. Lloro de la emoción cuando me dieron mi título, pero lloro más cuando sus alas se hicieron más grandes y cambiaron a amarillo.

─Para ti, ¿Cristopher fue un buen ángel guardián?

─Fue un excelente ángel guardián, solo que yo no le hice caso a sus señales, en ese entonces estaba pasando por un momento de dolor, tristezas y mucho estrés. Hizo todo lo posible por conseguirme una segunda oportunidad, quería verme vivir esa vida que supuestamente me esperaba, pero yo decidí ser guardián y me apoyo por completo con esa elección.

Alonso también tuvo que decidir. Quisiera saber si para él también fue tan difícil y si no se arrepiente de esa decisión.

─¿Qué otra decisión tienes que tomar? ─le pregunto.

─La de aceptar o rechazar tu decisión ─mira el frasco, su rostro se refleja en él. Sus ojos lucen sin vida y con cansancio, quisiera que todo fuera diferente para él─. Yo aceptare la decisión que tomes, es una promesa.

Se levanta de la arena, guarda el pergamino en su bolsa mágica y se acerca a la orilla del mar para llenar el frasco con una parte de él. Me acerco a su lado, sin decir nada lo abrazo y le prometo que todo cambiara para los dos. Esto no es una despedida, solo estamos lastimando más nuestros corazones y de alguna manera aceptando lo que nunca sucederá.

Juntos caminamos de vuelta al hotel, no he visto a ninguno de mis compañeros y no creo ver a nadie, es demasiado temprano para que estén despiertos. Al que único que veo es a Barth tomando una taza de café mientras lee el periódico. Él presumía mucho que todas las mañanas sin ninguna excepción salía a correr por una hora. Su pijama y sus pantuflas revelan su motivación para correr el día de hoy.

─Te espero aquí afuera ─señala Alonso al llegar a la habitación.

Intento abrir la puerta hasta que recuerdo que no se abre sin la llave. Solo tengo la de mi habitación y no puedo ir, quiero ahorrarme un momento incomodo de las cosas que vaya a encontrar.

Alonso chasquea los dedos haciendo que la puerta se abra.

─Gracias.

─Cuando gustes ─hace una reverencia con un sombrero invisible.

Entro a la habitación tratando de no hacer mucho ruido para no despertar a Juan Pablo. Con un puntapié me quito los zapatos y me acurruco a lado de mi chico. Dormir en la arena no es muy cómodo, comienza a dolerme la espalda y huelo a “playa”.




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