Entre la Tierra y el Cielo Libro 1

Capítulo 32. Duelo de guitarras


No otra vez.

Esto ha sido peor que cuando fui al bar. Siento que la cabeza me va a explotar, desearía que ocurriera para que se me desapareciera este tormento. ¿Cuánto bebí? En primer lugar, ¿por qué bebí? ¡No puede ser! ¡Mi abuelo! Me va a matar si se llega a enterar lo que hice. Se lo prometí y no fui capaz de cumplir con una promesa tan sencilla.

Mierda. Quiero morirme, nunca había sentido un dolor de cabeza tan insoportable como este.

Se me salen algunas lágrimas por el dolor y lo horrible que me siento. No recuerdo muy bien lo de ayer. Solo pequeños recuerdos de una partida de ese estúpido juego de vasos.

No recuerdo nada más y si no lo soñé, tengo un vago recuerdo de mí y Alonso bailando con unas faldas hawaianas junto a un perro con sombrero y botas vaqueras.

Sí, fue un sueño.

Me cuesta hacer un simple movimiento como sentarme en la cama. Me siento del carajo y gran sustote me llevo al ver a Alonso en la orilla de la cama. No luce muy feliz, tiene esa cara que indica que no está de muy buen humor. No me está gustando ni un poco como me está mirando.

­­─Alonso… no sé qué decir.

De verdad no sé qué decir, mi cerebro parece no querer funcionar. El alcohol debió de haber quemado todas mis neuronas.

─¿Dónde está Juan Pablo?

Esperaba encontrarlo a mi lado, abrazarlo y llenarlo de besos. Para hacer eso me parece que primero debería de tomar un baño, el espejo que tengo enfrente me muestra lo mal que luzco.

─Fue a conseguir aspirinas ─dice secamente.

─¿Estás enojado conmigo? ─le pregunto sintiendo un poco de pena y haciendo lo posible para no esconderme debajo de las sabanas.

Él solo pone los ojos en blanco y se ríe un poco.

─No podría enojarme por algo así. A tu edad yo también solía embriagarme y entiendo que a la mayoría de los adolescentes les gusta beber sin ningún motivo, solo que no me gusta que tú lo hagas y mucho menos cuando no estoy cerca de ti. Sin ofender, pero las bebidas alcohólicas no son lo tuyo.

─¿Y en dónde estabas?

─Anoche Juan Pablo y yo nos quedamos encerrados en el ascensor. Fue de lo peor, estuvimos ahí como por dos horas. Estaba muy preocupado por ti y me estresaba no poder usar mis poderes o mis herramientas para poder salir. Me quede con él suponiendo que te encontrabas bien y que nada te había pasado. Cuando salimos estabas dando un pequeño discurso del porque tu padre no merecía que le cantaras.

No recuerdo nada de eso y suena a que fue algo vergonzoso, por lo que prefiero no recordarlo. Lo que me alegra es que los dos salieron con vida de ese ascensor y que el hotel no exploto.

─La directora, los maestros y los del hotel están muy enojados con todos ustedes. Me parece que van a cancelar el resto viaje y se van a regresar a la cuidad esta misma tarde.

Era de esperarse y no me molesta en lo absoluto. No es el primer viaje que es cancelado por situaciones así. El año pasado nos prohibieron la entrada a un museo porque Salma reemplazo un arbusto por una planta de marihuana. Sigue siendo un misterio el cómo le hizo para conseguir la planta.

─Alonso, lo siento mucho. Ayer era tu día y lo arruine, debiste de haber pasado tu cumpleaños con tus seres queridos y no aquí conmigo.

Se pone a mi lado y toma mi mano. No la aparto, pero sí mantengo el control dentro de mí.

─El hecho de que hayas usado tu tiempo para organizar algo así, significa bastante para mí. Fue un detalle muy lindo que nunca olvidare y te lo agradezco como no tienes una idea. Pase un lindo cumpleaños a tu lado y junto a las personas que tu amas, no arruinaste nada.

─Voy a vomitar.

Suelto su mano y voy corriendo al baño. Al instante de que agacho la cabeza sale de mi estómago todas las sustancias que consumí anoche. Vomito una y otra vez hasta que me quedo sin nada en el estómago. El retrete esta todo salpicado y el cuarto huele muy asqueroso. Me deshago y limpio mi desastre antes de que Juan Pablo o Alonso lo vean y a mí me den ganas de irme junto a mi vomito.

Regreso a la cama con una mano en la frente, el dolor sigue teniendo ganas de martillarme la cabeza. Ahora me duele el abdomen y la garganta por la fuerza en la que vomite. Me odio por haber bebido, me odio por actuar sin pensar las cosas, me odio por ser de esos adolescentes que se divierten con alcohol.

─¿Por qué ya no tienes el cabello rubio?

Masajeo mis sienes con dos de mis dedos. Necesito una aspirina lo más pronto posible.

─Extrañaba mi color natural y no me sentía yo mismo. Tal vez me lo vuelva a teñir en unos cien años, o tal vez nunca.

De momento a otro se pone tenso y nervioso, me asusto al asociarlo con algún peligro. Hasta que se levanta de la cama y se aleja de mí.

─Tengo que irme, escucho muy cerca a Juan Pablo.

─¿A dónde vas? No tienes que irte, Juan Pablo no te ve con esas pastillas raras que tomas.

─Perdón Ana, pero prefiero no estar aquí.

─Lo entiendo.




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