Entre la Tierra y el Cielo Libro 1

Capítulo 34. Alonso o Juan Pablo

La carretera de noche es muy tranquila. Sentiría miedo si no fuera porque la luz de luna ilumina nuestro camino y las estrellas nos acompañan como guía.

Estoy más tranquila, por un momento llegue a pensar que moriría. Mis pulmones trabajan como siempre lo han hecho, mis manos están tranquilas y no hay más voces.

A pesar de ser de noche, este lugar me sigue pareciendo hermoso. Me gustan los recuerdos que estoy teniendo. El que más me gusta es cuando en la cajuela de la camioneta de su mamá comimos sándwiches y hablamos de cosas de la vida. Ese día fue maravilloso a pesar de lo paranoica que estaba y de las ideas locas que pasaban por mi cabeza. Solo de recordarlo se me ilumina el rostro con una sonrisa.

─¿No crees que a este lugar le hace falta un lago? ─me pregunta.

─Eso mismo pensé la primera vez que vinimos. Pero con o sin lago, me encanta estar aquí y más si estoy contigo.

Tomo su mano entrelazando nuestros dedos. Él los lleva a sus labios, depositando un beso en mis nudillos. Me encanta cuando hace eso, provoca que la piel se me erice. Si este auto fuera más grande, estaría en sus brazos dándole besitos.

─Antes de la ceremonia, papá me dio la increíble noticia de que quieren mudarse a Madrid. No nos ha dado muchos detalles, pero lo más seguro es que estaremos allá uno o dos años. Ellos creen que eso servirá para que estaremos más juntos ─me encojo de hombros soltando un dramático suspiro─. Solo sé que no quiero ir.

─Madrid es precioso.

─Valle del Rock también lo es, estas estrellas no serán iguales allá. Además de que aquí tengo mi vida y los tengo a ustedes. Mi sueño siempre ha sido ir a la misma universidad a la que fue mi abuela y que me hayan aceptado ha sido de las mejores diez cosas que me han pasado hasta ahora. No quiero mudarme, sin contar que nada garantiza que vaya a funcionar eso de estar juntos. A lo mejor y nada va a cambiar.

­─Si no quieres ir, no vayas. Eres mayor de edad, tus padres no te pueden obligar a ir a un lugar que no deseas. Tienes derecho de decidir tu vida, eso implica el cómo vivirla y en dónde.

Lo olvide por un momento, tengo dieciocho. Ante la ley soy legal. Tiene razón Juan Pablo, aunque sean mis padres no me pueden obligar a ir y mucho menos pueden decidir mi vida.

Luz tampoco quiere ir, lo vi en su rostro, pero ella tendrá que hacer lo que ellos digan.  

─Si se van, se llevaran a Luz. No soportaría que la alejaran de mí por segunda vez.

─¿Y si tu abuelo, Susy o incluso tú, se convierten en su tutor legal? Con eso ella puede quedarse tras el cuidado de ustedes. Aunque eso implicaría una demanda contra tus padres. Mi papá podría ayudarlos con ese asunto, ahora se especializa en casos de problemas familiares. Que ironía.

─Susy y el abuelo planeaban hacerlo, pero nunca volvieron a hablar del asunto. A papá posiblemente le dará un infarto si llega a leer un documento con la palabra demanda. ─Tal vez hasta se le caía el pelo─. Solo quiero lo mejor para Luz, ella se merece una buena vida, disfrutar lo poco que le queda antes de que inicie la peor etapa llamada pubertad.  

─Cuentan con todo mi apoyo. Siempre estaré para ustedes, en especial para ti.

Me derrite ver esos bellos ojos y esa hermosa sonrisa. Con solo respirar cerca de mí, me llena de tanta tranquilidad, sus palabras me hacen creer que todo estará bien.

─Te amo mucho, mi músico hermoso ─me inclino para darle un beso en los labios.

─No más de lo que yo te amo, mi bonita.

Tomados de las manos nos quedamos mirando hacia el frente. Disfrutamos de nuestra vista y de la música de la radio, en la madrugada es cuando ponen las canciones viejitas pero bonitas. La luna sigue acompañándonos, alumbra directamente hacia nosotros y a todos esos árboles que tenemos a nuestro alrededor.

─¿Te imaginas que viviéramos aquí? Tener nuestra propia casa. Una con ventanas enormes para poder disfrutar de todo esto.

─Con un balcón y un cómodo sofá para leer un libro mientras bebes chocolate caliente, para ver a las estrellas o para escribir música… Se pueden hacer muchas cosas con esta vista ─añado a la descripción de esa casa de los sueños.

─Una habitación estará destinada para un enorme librero y otra para un estudio de grabación.

─Y una hermosa cocina con un excelente horno para hacer muchos pasteles.

─¡Ya sé! Para ahorrarnos las vueltas al supermercado, podemos construir nuestro propio huerto.

─Me encanta esa idea.

Me doy la vuelta, acurrucándome en el asiento y mirándolo con mucha adoración. Él hizo lo mismo, quedando frente a frente. Si sus ojos brillan como las mismas estrellas, no quiero imaginar cómo estarán los míos.

─Tengamos un perro, un Golden Retriever al que llamaremos Peter Pan. 

─Mejor tengamos dos, tendremos mucho espacio para que puedan correr ─me recuerda.

─Podemos construir una inmensa casa del árbol para nuestros hijos.

─¿Cuántos te gustarían? ─inquiere con una sonrisa en el rostro.

─¿Qué te parece un niño y una niña? Y que el niño se parezca a ti.




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