Entre la Tierra y el Cielo Libro 1

Capítulo 36. Alas oscuras

La puerta no se abre, quedo desecha. Mi única opción es la ventana. Coloco ambas manos en los extremos, con mucha fuerza empujo mi cuerpo hacia afuera. Un pedazo de la ventana se me encaja en el estómago, por el movimiento me corta toda la piel hasta llegar a la pierna. Creí que esto solo sucedía en las películas.

Consigo salir con mi último aliento. Me quedo acostada en el pavimento, necesito descansar un poco. Que lindas estrellas hay, me saludan con sus parpadeos. Mi abuela es la más grande, de eso no tengo duda. Hasta en los peores momentos me sigue acompañando.

No tengo fuerzas ni para levantar un dedo. Puedo sentir como la sangre me escurre por todos lados, ese sabor metálico lo saboreo en mi boca. No puedo respirar, mis pulmones se van vaciando poco a poco. Que lindas estrellas, no puedo dejar de verlas. Mi corazón se ha rendido, no lo escucho latir.

Que lindas estrellas… Quiero ser una, brillar en lo más alto.

La oscuridad, el silencio. Que lindas…

No, no. Mi alma se ha salido del cuerpo. Intento volver, le grito a la Ana sin vida que se levante. Sus ojos solo ven las estrellas.

Morí otra vez, pero no solo yo… No… No…

Corro al otro lado del auto. La puerta tampoco se abre, tengo que sacarlo de ahí. Como puedo tomo a Juan Pablo de los brazos, lo arrastro con cuidado hasta dejarlo en el pavimento. Tiene los ojos cerrados, no veo movimiento en su pecho. No siento su calor.

─¡Juan Pablo! ¡Juan Pablo, mi amor! ¡Abre los ojos! Juan Pablo, no me hagas esto… ¡Despierta, por favor! Tú no… ¡Tienes que despertar!… Tú no… ¡Tú no! ─abrazo su cuerpo soltando un grito desgarrador. Mis lágrimas caen su rostro, le acaricio el cabello y beso su frente. Nunca me voy a perdonar esto─. Perdóname… perdóneme por todo. Te amo, mi estrellita.

─Bonita…

Levanto la mirada, Juan Pablo cae en sus rodillas al ver su cuerpo en mis brazos. Intento hablar, él me lo impide al abrazarme con fuerza. Besa mi frente susurrándome que todo va a estar bien. Pero nada va a estarlo, acabamos de morir. Juan Pablo murió conmigo.

Permanecemos abrazados hasta que nos percatamos que un auto se ha detenido. Son una familia, la mamá les pide a sus pequeños que se queden adentro. La pequeña me recuerda un poco a Luz, el alma se me rompe en pedazos.

El hombre con las manos temblorosas saca su teléfono para llamar a una ambulancia.

─Ana, ¿qué… qué pasa?

Su silueta poco a poco se va desapareciendo. Me miro las manos, están desaparecen. Volteo a ver el cielo, todo se ha esfumado.

Aparezco en la orilla del mar. Una ola me recibe llevándome adentro de ella. No lucho por salir, el mar me abraza y me protege con sus movimientos. El agua es tan cristalina que desde lo más profundo puedo ver el sol.

Voy subiendo hasta quedar flotando. Extiendo mis brazos y mis piernas, las olas me pasean con cariño y gusto por estar sobre ellas. La tranquilidad que tanto necesitaba, la estoy  sintiendo. Estoy en el paraíso.

La imagen de Alonso aparece en el cielo. Reconozco ese lugar, es la Laguna de Las Estrellas. Alonso sonríe de oreja a oreja, sus ojos brillan como dos estrellas. Ahí estoy yo, mirándolo con mucha adoración. Sus alas son amarillas, pierdo la estabilidad al ver que yo tengo unas de color blanco.

Algo me jala hacia la profundidad del mar. En una roca inmensa aparece otra imagen. Papá llora como nunca antes lo ha había visto, no puede ni respirar, abraza con fuerza a mamá y a Luz, ellas lloran en su pecho. Su teléfono suena, al responder la llamada, sus rodillas se doblan. Su llanto lo rompe por completo.

─¡Papá!

Nado hacia la superficie, corro a la arena cayendo sobre ella. La imagen no se va de mi cabeza. El pecho se me comprime, el dolor de papá lo siento por completo.

“¡Tú lo arruinaste todo! ¡Así como sueles arruinar todo lo que está en tu vida!”

Martín sujeta a Alonso de los brazos y Cristopher al ángel guardián que detuvo la motocicleta de Juan Pablo. Los puños de Alonso están cerrados con mucha fuerza, sus ojos indican lo furioso que se encuentra.

¡Te lo advertí un millón de veces! Lo único que tenías que hacer era cuidar a tu ángel y seguir con su futuro. ¡Su futuro con Juan Pablo!

“¡No es mi maldita culpa tener sentimientos!”

Alonso logra zafarse del agarre de Martín, se lanza encima del otro ángel.

¡Ella va a regresar! Va a hacerlo, me lo prometió

Es la pequeña Luz. Papá y mamá la abrazan, los tres han formado su propio mar de lágrimas.

“Va a regresar como la primera vez. No tenemos que dejarla ir, no la olviden. ¡Va a regresar! ¡Va a regresar! ¡Conecten su cuerpo!

El mar desaparece dándole lugar los árboles. No es el mismo bosque de la primera vez, es el lugar especial de Juan Pablo.  Imágenes de muchos recuerdos se aparecen por todos lados. Corro de ellos tapándome los oídos. Solo me enfoco en seguir la luz blanca que me guía y pide que vaya hacia ella.




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